¿Quedamos a tomar café?

Yo me dispongo a tomarme algún que otro cafetito mientras tecleo, intentando pensar con cada sorbo y escribir entre uno y otro disfrutando de un momento especial en el que pueda volcar ideas, opiniones, sobre libros, música, imágenes, dar rienda suelta a algún que otro desvarío, desahogar algún grito, espero que también algo de humor, a través de esta gran ventana virtual.

Abierta queda. Si alguien quiere tomarse un café conmigo bienvenido sea.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Blanda y deshilachada


Me alejo, 
la distancia es cada día más grande. 
Intento alargar la mano y aferrarme a las palabras,
pero se escurren como agua mansa,
sin ruido y sin descanso. 
Se desdibujan las ideas, 
se deshacen los pensamientos, 
se difuminan los contornos, 
se funden las sombras con las luces
y poco a poco pierdo consistencia y espacio. 
Blanda y deshilachada,
como neblina de río, 
vago por los fondos limosos de los días,
cada vez más perdida y extraña.

Mientras me deslizo por la vertiente fría de este calendario sin lunas ni estaciones, clavaré chinchetas como migas  a las paredes de mi casa para que marquen el camino de vuelta. 
                              Colgaré de ellas canciones con alma, 
                                                                       fotos con sonrisas, 
                                                          un rayo de sol que no deslumbre, 
                                                                                  unos ojos verdes, 
                                                                                           un nombre amado, 
                                                                                      un dolor que no desgarre, 
                                                                                                     una estrella de charol 
                                                                                                            y una esperanza incierta.


miércoles, 18 de noviembre de 2015

Materiales de desecho bien avenidos

¿Bajo que aspecto o en que circunstancias podríamos encontrar juntos y bien avenidos a materiales tan dispares y sin nada en común como unos retales de tela, unos pedazos de cable eléctrico y unos palos de madera?

Así, a bote pronto, no se os ocurre nada ¿verdad? Son, por sí mismos, materiales de desecho, restos sobrantes sin más destino que el basurero. Pero para alguien como yo, con mi afición a la reconversión y el reciclaje, casi todo merece una segunda o tercera oportunidad y no doy casi nada por perdido. Así, cuando un día cualquier recorriendo mi parque temático favorito (Leroy Merlin) encuentro algo que me gusta y que, quizá, podría llevarme a casa sin demasiado coste por otro lado, pero que enciende una bombillita en los recovecos creativos de mi cerebro y empiezo a preguntarme como podría hacer yo algo como eso, ya se ha iniciado un proceso imparable. Puede tardar incluso meses, incluso años, en realizarse, puede permanecer adormecido, latente, pero no dejará de salir a la superficie de vez en cuando y me hará buscar distintas posibilidades y manejar distintas ideas hasta encontrar el punto de encuentro entre lo que quiero conseguir y el cómo llegar a ello con lo que dispongo.

De esta forma se gestó la idea que reunió a los materiales mencionados en un proyecto común. Es difícil, por no decir imposible, contar el proceso mental que lleva a dar con la solución.





No os puedo decir si fue el retal de tela el que se impuso o si fue primero la estructura y después encontré felizmente ese pedazo ideal de tela para cubrirla. 

Sí puedo deciros que los palos de madera llegaron en un paseo de invierno por la playa, cuando la idea ya tenía una forma y un desarrollo bastante definido. En una de esas extrañas conexiones que establece nuestro cerebro, un viejo palitroque renegrido arrojado por la marea sobre la arena, se dibujo en mi mente como el perfecto complemento que necesitaba para dar originalidad a mi idea y ¡sin tener que recurrir a la tienda de los chinos!



Ya tenía la idea y los elementos necesarios, sólo necesitaba el tiempo para llevarla a cabo, que puede parecer lo más sencillo pero que os aseguro que a veces es lo más difícil de encontrar. Pero cuando no hay apremio, ni necesidad, el tiempo tampoco tiene demasiada importancia.

 Los palos se dejan secar y se pintan, la tela se corta, se sobrehíla y se le va dando forma, pieza a pieza... y en un día o en dos, se remata la faena a la espera de que el resultado final se aproxime a la idea original.



Y esto es lo que surgió de tan extraña unión:
¿Qué que hay que ver? Sí, la foto no da detalles, pero es que el conjunto también tiene su importancia. Es necesario para entender la utilidad del invento. Pero tranquilos que, aunque no quedaron muy nítidas, os dejo la muestra de las abrazaderas que resultaron de la conjunción de unos materiales de desecho. Cada una con la personalidad que le presta su palito.


¿Qué os parecen? ¿Mereció la pena el trabajo? ¿Os gustan?



martes, 10 de noviembre de 2015

Versos,canciones y trocitos de carne de César Pérez Gellida


  El otro día os hablaba del protagonismo de la novela negra en mis últimas lecturas y de entre ellas he elegido la trilogía de César Pérez Gellida: Versos, canciones y trocitos de carne para compartir mis impresiones con vosotros. Por nada en especial. No es que haya sido mi preferida por encima de la demás novelas, o piense que es la mejor entre ellas, pero quizá me parezca digna de destacar por la complejidad de la trama, el ingente trabajo de investigación y documentación que ha necesitado el autor para escribirla y porque creo que tiene una notable calidad narrativa. Los tres títulos que la componen son Memento mori, Dies Irae y Consumantum est y es necesario leerlos en orden.

   César Pérez Gellida nos lleva en esta aventura por media Europa en pos de un asesino en serie muy inteligente, organizado, detallista y escurridizo que siembra de cadáveres un país tras otro sin que la policía de ninguno de los países afectados ni la intervención de la Interpol sea suficiente para echarle el guante.

   La historia comienza en Valladolid, ciudad en la que transcurre el primer libro, Memento mori, donde conocemos a los personajes principales y donde se establecen las bases que marcarán el desarrollo de la obra completa. En el segundo no pararemos quietos ni un segundo. En Dies irae se incorporan nuevos personajes y se inicia un amplio periplo que nos llevará de Rusia a Italia y a los países que protagonizaron en los años 90 el sangriento conflicto de los Balcanes que cambió por completo el mapa que aprendimos de niños en el colegio, dibujando nuevas fronteras y países. Algunos sucesos ocurridos en esa guerra son decisivos en el desarrollo de la historia que Pérez Gellida nos relata. En este punto tengo que pararme a felicitar al autor por conseguir en el espacio de una novela (sin ser el objeto de la misma) ofrecernos una visión clara de una guerra tan compleja. A mi por lo menos me ha ayudado mucho a centrar y poner en su sitio muchos conceptos confusos acerca de las distintas nacionalidades y religiones que se mezclaban y confundían, sin que consiguiera saber del todo quien era quien y que se dirimía en aquella contienda. En el tercer y último libro, Consumantum est, aunque comienza en Islandia, implicando a un nuevo y peculiar comisario de policía y aún nos lleva de Alemania a Praga, acabará volviendo al origen, a Valladolid, donde el primer equipo policial con el inspector Sancho a la cabeza, volverá a tomar las riendas de la investigación hasta su desenlace.

   El autor no sólo maneja con conocimiento y detalle esta compleja multitud de escenarios sino que también siembra su obra con un buen puñado de personajes interesantes y diversos. Por supuesto, las estrellas son el asesino y el inspector vallisoletano al que corresponde investigar los primeros casos, estableciéndose entre ellos un autentico pulso en el que medirán su fuerza, su capacidad y su resistencia física, intelectual y psicológica hasta convertirse, por parte de ambos, en un asunto personal, muy personal. Un psicólogo criminalista, especialista en análisis de conducta, con una marcada personalidad y compleja historia particular y su hija, tendrán un relevante papel en la historia, junto a la inspectora italiana Gracia Galo, un adecuado contrapunto femenino, o el peculiar comisario Olafsson, de la policía de Grindavik en Islandia, que a mi me ha caído particularmente bien, forman parte de este conjunto de personajes que apuntalan el complicado entramado de la persecución de Augusto Ledesma.

   Un asesino poeta, amante de los libros y la música que acabaremos conociendo a fondo hasta el punto, no de disculpar ni de justificar de ningún modo sus acciones, pero sí de ponernos un poco en su lugar, de meternos casi en su piel, de llegar a comprender de alguna manera, como ha llegado a ser el que es. en lo que se ha convertido, sin que ello suavice la repulsión y el escalofrío que semejante personalidad causa. Lo conoceremos a través de los poemas que va sembrando en cada cadáver que deja en su camino, haciéndonos partícipes directos de la música que escucha a través de las letras de las canciones, hasta componer una auténtica banda sonora de la novela. A través del olor de sus cigarrillos y del detalle de la preparación de un perfecto gin-tonic. Un personaje difícil de olvidar. 

   César Pérez Gellida ha compuesto una trilogía con una historia sólida, trabajada y documentada, que no se queda en la mera narración de unos hechos llenos de acción, sino que nos lleva hasta el fondo de la mente y la personalidad de sus protagonistas, con un perfecto dibujo psicológico de los personajes principales y alguno secundario, manteniendo en todo momento el interés y la tensión. Es imposible en este tipo de historias no especular con el final preguntándote como rematará el autor su obra para que cuando cierres el libro sueltes el aire contenido durante la lectura de las últimas páginas en ese suspiro de satisfacción que produce una expectativa satisfecha y por lo tanto una lectura redonda. Conmigo al menos lo ha conseguido. Creo que el final está a la altura que la historia merece. 

   Tanto si sois asiduos del género como si simplemente buscáis un tiempo de evasión con algo más que mero entretenimiento esta trilogía puede ser una buena opción. Al acabar no sólo habremos pasado horas sin ser conscientes de ellas, sumergidos en otro mundo y en otras vidas, sino que además habremos aprendido mucho sobre procedimientos policiales, política internacional, funcionamiento de mentes criminales, sociópatas y psicópatas, sin perder de vista que todos, en un lado y en otro, equivocados o no, somos seres humanos imperfectos, condicionados por el entorno socio-cultural en el que estamos inmersos y sujetos a nuestras pasiones, impulsos, experiencias, conocimientos y razonamientos y sus infinitas combinaciones, con la riqueza y el riesgo que eso supone.


   No puedo acabar sin comentaros que es difícil sustraerse a la influencia de Augusto Ledesma y que yo he sucumbido a ella anotando lecturas y escuchando algunas de las canciones que han ido acompañando la lectura, con algún descubrimiento provechoso del que os dejo una muestra. Y aunque no ha sido suficiente como para probar los famosos Moods con su aroma de vainilla, no he podido resistir, sin embargo, la tentación de pedir un gin-tonic de Hendrick's sin que la experiencia, por otra parte, haya producido ningún cambio significativo en mi forma de entender la vida. Creo. 

domingo, 1 de noviembre de 2015

Caminos de El Bierzo


Muchos aciertos para este viaje. Sí, señor Tabernero, se trata de tierra leonesas, y sí querida amiga Maribel es la comarca de El Bierzo y efectivamente se trata de Las Médulas como nos dice Sabores Compartidos y nuevamente acierta nuestra amiga Fram al dar nombre a la iglesia de Peñalba de Santiago, tanto como Laura que también reconoce el paraje de las Médulas. Todos vosotros habéis dado en el clavo y sois nombrados Viajeros del otoño. Titulo que de nada os sirve pero que a mi me hace ilusión otorgaros por participar y acertar en este pequeño juego. Para todos acertantes y participantes mi agradecimiento por acompañarme una vez más. 


Nuestro viaje apenas duró dos días, claramente insuficientes para ver con calma todo lo que la comarca ofrece. Solo con las huellas que El Camino de Santiago, a su paso por estas tierras, ha ido dejando en sus pueblos y ciudades hay para pasar horas admirando sus monumentos y recorriendo sus calles. Villafranca del Bierzo, Molinaseca, Corullón, Cacabelos... y otros que se quedaron fuera por falta de tiempo o porque los planes no acabaron de salir como fueron planeados.

Ruinas imponentes como las del monasterio de Carracedo o el castillo de Cornatel o las del monasterio de Montes de Valdueza en el pueblecito del mismo nombre.
Un pueblo de 20 habitantes cuyo pulso se ve alterado en esta época, cuando aquellos que viven en la ciudad, vuelven para la recogida de la castaña. Un pueblo encaramado a la falda del monte al que se llega a través de una estrechísima carretera pero desde el que se aprecia una vista impresionante del llamado Valle del silencio. Y como remate al fondo del valle nos espera el pueblo de Peñalba de Santiago y su iglesia, una autentica joya de estilo mozárabe cuyo origen se remonta al siglo X cuando San Genadio fundó un monasterio, del cual formaba parte, en este apartado y bello rincón del mundo.

La iglesia de Santiago, el monasterio de Montes y los pueblos que los acogen son suficiente reclamo para llegar hasta aquí, pero es que hacerlo, llegar a estos rincones recorriendo el valle del silencio es adentrarse en uno de los paisajes mas hermosos que os podais imaginar. Y en otoño simplemente te deja sin aliento y sin palabras.


Y finalmente por si todo esto fuera poco, de visita obligada nos queda el impresionante monumento natural de Las Médulas. Un paisaje en el que mucho tuvo que ver la mano del hombre ya que este particular espacio es el resultado de una explotación minera del tiempo de los romanos. 

 La nuestra fue una visita rápida, un pequeño recorrido a pie por su zona central y la subida al mirador de Orellán desde el que podemos apreciar su imagen más famosa y que realmente es inolvidable, pero conviene acercarse al centro de visitantes para enterarte de su historia, del cómo y del por qué y dedicar más tiempo a los alrededores que también merecen la pena. 

Para quienes ya conocíais este rincón de nuestra geografía, espero que hayáis disfrutado volviendo a verlo y para los que no, me encantaría que sirviera para que lo tengáis en cuenta en próximos viajes. No os arrepentiréis.

viernes, 30 de octubre de 2015

Viernes de viaje -XV-.En otoño, aún mejor

Hemos dejado el verano atrás, el blog y su cafetera van entrando en calor y las viejas costumbres vuelven a brotar con la lluvia, como las setas, así que hoy, último viernes del mes de octubre, toca liar el petate y ponernos de nuevo en marcha. Toca viajar y jugar. ¿Quien se anima?


Octubre es un mes perfecto para viajar. A ver, a mi ninguno me parece malo cuando se trata de coger carretera y manta, pero lo cierto es que objetivamente 
hablando es un mes estupendo. Los días aún no se han acortado demasiado, las temperaturas son suaves y la luz y los colores del otoño son únicos y hay que sacarles provecho. Solo necesitamos una pizca de suerte para que la lluvia, si se presenta, sea una compañía llevadera y no excluyente. Así que armados con la cámara de fotos, un buen calzado y un paraguas nos ponemos en marcha.




En estas fechas hay que cederle el protagonismo al paisaje porque para ello se viste de gala y desde luego os aseguro que ha sido una autentica gozada recorrer estas tierras, estos valles y montes donde el verde ya ha empezado a rendirse y a ceder su espacio a los amarillos, los ocres y rojizos creando unas combinaciones bellísimas. Castaños, hayas, vides, chopos, álamos... una auténtica sinfonía de color.





Pero no es solo el medio natural, también vamos a encontrarnos unos pueblos en los que El Camino ha ido dejando su huella. Llenos de historia, monumentos, iglesias, monasterios. Calles para recorrer despacio, ruinas para escuchar con calma.















Apenas te separas de los núcleos más importante y tienes la impresión de haber viajado en el tiempo. 

Carreteras angostas por la que conduces con los dedos cruzados para no encontrarte con ningún otro vehículo tras esa curva ciega y estrecha, valles cerrados a los que el silencio les da nombre. 







Pequeños pueblos de calles embarradas, casas de piedra, tejados de pizarra, donde la llegada de los que vienen de la capital a recoger la castaña convierte su vida en una vorágine.

Escondidos entre montañas, rodeados de belleza, custodian algunas joyas arquitectónicas únicas que por sí mismas ya justifican el viaje por estos difíciles caminos.








Además de los conjuntos urbanos, de la arquitectura, de la historia, de la belleza otoñal...

además de todo eso cuenta la zona con un espacio natural declarado Patrimonio de la Humanidad que he dejado para el final porque supongo que puede ser suficientemente conocido como para daros la clave de todo el viaje y que, por supuesto, también el por sí solo lo justificaría plenamente.

¿Os parecen pocas razones para perderos por aquí? Pues hay muchas más. Yo tampoco he alcanzado a conocerlas todas, lo que, superada la primera frustración no es sino la excusa perfecta para volver en otra ocasión. Y pronto, espero.

Ahora os toca a vosotros, seguro que alguno ya sabe por donde ha transcurrido nuestro viaje de hoy y en todo caso ya sabéis que por probar nada se pierde. Os animo a pinchar en las imágenes y verlas a tamaño completo, no os perderéis ningún detalle. 

domingo, 25 de octubre de 2015

Un verano para la novela negra

     Retomemos viejas costumbres, hablemos de libros y lecturas. Aunque ya va avanzando el otoño yo que aún estoy poniéndome al día con el blog, me apetece hacer un pequeño balance de mis lecturas veraniegas.

     Ha sido este un verano para la novela negra, a juego con mi humor y mi ánimo y por lo tanto con un resultado muy positivo. Hasta hace un par de años era éste un género que yo tocaba muy de vez en cuando, pero de un tiempo a esta parte han habido, sobre todo unos cuantos autores españoles, que me han ido llevando cada vez más a su terreno. 

     Parece lugar bastante común lo de elegir lecturas "ligeras" para el verano, como las ensaladas y el gazpacho, fáciles de digerir. Sin embargo para mi, tradicionalmente, este tiempo de descanso me parecía el más adecuado para dedicarlo a lecturas que requirieran una mayor concentración o que me plantearan situaciones y narrativas más complejas precisamente por disponer de más tiempo para la evasión y el relajo con otras actividades placenteras. No ha sido así en esta ocasión. No estaba mi cabeza para complicaciones, lo que necesitaba era evasión y para ello nada mejor que la acción intensa de la caza de un asesino que mantuviera la mente ocupada haciendo cálculos y analizando pistas intentando al mismo tiempo no perderte en la trama y mantener los distintos hilos entre los dedos.

     Así han sido unos cuantos los que han pasado por mis manos entre arena de playa y plácidas noches de terraza:
          - Vestido de novia de Pierre Lemaitre 
          - Mr. Mercedes de Stephen King
          - La estrategia del pequinés de Alexis Ravelo 
          - La Trilogía del Baztán de Mercedes Redondo (El guardián invisible, Legado en             los huesos, Ofrenda a la tormenta)
          - Y la de César Pérez Gellida, Versos, canciones y trocitos de carne (Memento                mori, Dies Irae, Consumantum est)

     Aunque el protagonismo lo han tenido ellas otras se han colado entremedias porque me gusta variar, pero en esos casos, aunque ha habido algún que otro acierto, la verdad es que en general no he quedado demasiado contenta. Es evidente que este verano pedía un remedio muy concreto y no hay necesidad de contrariarlo cuando la botica lectora tiene preparados para cada necesidad y momento. Aún así, para redondear el resumen del verano y no hacerlas de menos voy a destacar las dos que fuera del género negro, mejor sabor de boca me han dejado. Han sido La pintora de hielo de Kristin Marja Baldursdottir y La Universal de Toti Martínez de Lezea.

     Me gustaría dedicarles unas palabras a todos porque todos merecen atención y aunque entre mis objetivos de vuelta está dedicar más espacio a los libros, lo cierto es que ello requiere un tiempo del que siempre ando escasa y un esfuerzo para el que no siempre tengo ánimo. Intentaré, sin embargo, traer alguno de ellos con más detalle para intercambiar con vosotros mis impresiones.

     Hoy como resumen, simplemente deciros que Pierre Lemaitre y Alexis Ravelo han sido, cada uno en su estilo, un gran descubrimiento y pienso repetir con ambos. De Stephen King comentar que a pesar de su popularidad es un autor del que he leído muy poco porque el terror no es lo mío y me decidí por Mr. Mercedes precisamente porque se aleja del terror para meternos en una novela policíaca al más puro estilo norteamericano con la que he quedado muy satisfecha. De Mercedes Redondo y César Pérez Gellida os cuento que han conseguido hacerme una auténtica adepta a la novela negra y convencerme de que la mejor novela policiaca la tenemos aquí, en casa, que no tiene que venir ni del norte, ni del oeste ni de ningún otro sitio. Y a mi, que queréis que os diga, como que me identifico mejor con lo que ellos me cuentan. Pero sin exclusividad, que en esto de las lecturas todo cabe si es bueno. Y hay mucho bueno dentro y fuera para seguir disfrutando con lo que el cuerpo nos pida en cada situación.

jueves, 15 de octubre de 2015

¡Vaya veranito!

¡Vaya veranito!

Hace unos días me encontré con una vecina en el portal, hacía algún tiempo que no coincidíamos y al preguntarle que tal habían pasado el verano la exclamación le salió del alma. Pasamos un rato intercambiando impresiones sobre los chicos, los estudios y el complejo trabajo de ser padres. Nuestras historias y experiencias diferían muy poco en lo esencial. Así que, ya en casa, después de un rato de dar vueltas a los temas tratados en el animado cotorreo vecinal aproveché un hueco y me senté a escribir. Esto es lo que salió.

Pues sí, chica, vaya verano que hemos pasado. Aunque sienta la tentación de hacerlo, no voy a decir que sea el peor de mi vida. No. Espero que me queden suficientes veranos por delante como para que otras circunstancias mucho peores que las me han amargado el presente, puedan convertir en infierno otro verano futuro. Así además, evito, o intento mantener en unos límites proporcionados, las angustias presentes.

Con el calor empezó el desierto. Mayo y el fin de curso. Y los suspensos y las peleas, academia sí, academia no, profesores particulares, no hay vacaciones. ¡Ay, el niño! ¡Cuánto duele el dichoso niño! Nada que visto desde fuera no se vea como un accidente más de la vida, cotidiano, ordinario, nada del otro mundo, es cierto, pero hay que joderse como consigue dejarte noqueada.

Los dichosos estudios, esa adolescencia que debería ir acabando, esa madurez que aún le falta mucho para cuajar pero que desde su óptica le carga de razón. Y que difícil, que imposible incluso, encontrar el equilibrio entre el intervencionismo y el mero acompañamiento. ¿Dónde dejar de ordenar, de imponer? ¿Dónde dejar que yerren, que tropiecen? ¿Pasarse o quedarse corto? ¿En qué escuela nos preparan a los padres para ello?

No hay edad buena, o mala. O todas lo son, buenas y malas. Ya sea por el llanto incomprensible del bebé en mitad de la noche, o la fiebre incontrolada, o los inevitables pulsos para ver cuanto estira la cuerda antes de romperse, o la constante preocupación por los amigos, los estudios, los peligros cibernéticos, los monstruos que vemos los padres acechando por todas partes a nuestro niño del alma. Da igual. Motivos nunca faltan, es cierto. Pero también lo es que a medida que cumplen años los problemas se cargan de un componente distinto, ese momento terrible de la adolescencia, cuando empiezan a darse cuenta de que son entes independientes, que pueden tener ideas no sólo distintas a las tuyas sino completamente opuestas, el momento de la rebeldía, de probarse y yo diría que aún peor es el final de esa etapa, cuando realmente creen firmemente que ya son mayores, que ya tienen juicio sobrado, que saben mucho más que tu de todo y por supuesto que nadie sabe mejor que ellos lo que les conviene y lo que tienen que hacer o no hacer. Llámese estudios, salidas, bebidas, amoríos. Con que suficiencia, con que tono cargado de razón, de convencimiento, te dicen eso de: ¡qué ya tengo dieciocho años! Con la certeza de que no hay mejor argumento que demuestre que saben no sólo lo que se hacen, sino cómo tienen que hacerlo. Y a ti no te queda otra que mirarle con una sonrisa un poco triste y dándole un beso en la frente, decirle, claro hijo, ya eres mayor,  porque tu sabes que hay que cumplir muchos más años para darte cuenta de lo poco que sabes en ese momento. 


Curiosamente, días después del encuentro y de escribir esto, me enviaron (no mi vecina) por guasap este vídeo de una conferencia que dio el juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, que viene al pelo. 
Echale un vistazo, no podrás evitar la sonrisa

miércoles, 7 de octubre de 2015

Café con principio de otoño en taza nueva.


Las invito a pasar. Se dispersan aquí y alla. El otoño, dicen, que las ha mandado a paseo y que están cansadas de vagar, que si no me importa, les gustaría descansar un rato, que han escuchado la música y han olido el café y no han podido resistirse. Un poco de calor humano les basta. Dejo que se asienten en mi ánimo y cuando me quiero dar cuenta... ¡ya estoy divagando! Pensamientos, sin mucho ton y poco son. Palabras recién rescatadas y ansiosas por jugar, que van y vienen de hoja en hoja, indagando, escuchando...

¿A qué sabe el otoño?
A bizcocho de chocolate con nueces y pasas y  un leve regusto final a humus, a tierra mojada.

¿A qué huele el otoño?
A café recién hecho, a té con menta, a manzanilla con anís y unas gotas de lluvia recién nacida.

¿Qué tacto tiene?
Sutil y delicado, vibrante y alegre, lana sobre las rodillas, seda en el cuello y moaré crujiente en los pies.

¿Y La luz? ¿Cómo es la luz del otoño? 
Veleidosa, inconstante, caprichosa. Tan pronto dorada y alegre como gris y llorosa. Se adapta a todos los humores. Fuerte tendencia hacia la luz eléctrica conforme avanza y se debilita.

¿Y cómo suena?
A murmullos, siseos, rozamientos, crujidos, goteos, susurros...
¿Y sus colores?
Dulce de calabaza, amarillo de uva, gris perla y.... a ver, a ver, estas hojas que hay por aquí... pero... ¿Se puede saber qué pasa?

De repente, sin que medie corriente de aire alguna, las hojas empiezan a arrastrarse entre las patas de las sillas y a elevarse sobre las mesas. Las sigo... amarilla, amarilla, marrón, roja, ocre, marrón, roja...

Giran a mi alrededor, me rozan una mano, se posan en el pelo y susurran en mi oído... ¡Baila! ¡baila con nosotras! ¡Escucha la música! ¡Así suena el otoño!

Y escucho. En la radio, que ha estado puesta todo el tiempo sin que le hiciera mucho caso, suena una canción. ¡Claro! ¿por qué no? el otoño al calor del amor en un bar. Sonrío y bailo. ¿Me acompañáis?


miércoles, 30 de septiembre de 2015

Valorando el deterioro

¿No lo notáis? Seguro que sí. Huele a moho, a aire estancado, a polvo y olvido. Es lo que tienen las habitaciones cerradas, que rápidamente se convierten en sepulturas de recuerdos y residencia de fantasmas.

Tendré que abrir las ventanas para que el fresco aire otoñal arrastre los malos olores y a la luz nueva salgan los recuerdos a bailar conmigo mientras empuñamos la escoba para desalojar con buenos modos pero con firmeza a los fantasmas, arañas y demás bichitos que hayan buscado acomodo entre el polvo y las sombras.

Tiempo habrá de mullir los cojines y tal vez cambiar las cortinas y pintar las paredes, ahora voy a sentarme un ratito al borde de una silla, a escuchar las quejas de algunos fantasmillas a los que veo bastante molestos por su desalojo forzoso.

Ya me vino alguno, por cierto, con el cuento de que en algunas ocasiones hubo quien se acercó a echar un vistazo entre los visillos y de que alguna vez alguien incluso dio un par de golpecitos sobre la puerta. Les dedicaré por eso un poco de atención ya que con sus chismorreos sobre vuestras visitas han contribuido a traerme de vuelta. Desde tan lejos como me encontraba ha resultado decisivo sentir que el olvido no había conseguido aun tragarse por completo a Jara y sus cafés.

Quizá necesite algo de tiempo para que esto marche a buen ritmo, porque la verdad es que no acabo de tenerlas todas conmigo, aunque confío en el buen ánimo con el que vuelvo y en vuestra paciencia y cariño para que a estos primeros pasos les suceda otro y otro más.

Mientras charlo con mis fantasmas y pienso en el siguiente paso voy a poner un poco de música. Ya que hoy no puedo ofreceros café os invito a escucharla conmigo. 

¡¡A intentarlo!!

miércoles, 23 de septiembre de 2015

A la distancia de un agujero azul oscuro, casi negro

En la lejanía los tejados,
El verde a la espalda,
Bajo los pies, entre los dedos,
Infinitos granos de arena blanca.

Al frente... sólo azul y luz.

Un hueco, un paréntesis, un agujero en el tiempo para escapar de mi pellejo. Apurar los últimos rayos de un sol dulce sobre la arena. Como dulces, en suave murmullo, llegan las olas a la orilla. Murmullo que acuna unos pensamientos que se aferran a esta quietud de final de verano, a este placentero silencio de playa vacía de risas y juegos. Nubes altas que recorren perezosas el cielo y empañan, a ratos, el brillo de septiembre. 
Caminaré, caminaré en la frontera del mar, olvidada de lo que aguarda, tierra adentro, mi regreso. Sólo un paso tras otro. Una huella en la arena que el mar borrará tras de mi sin dejar rastro. Sólo el instante de una mirada que persigue a esa gaviota que levanta el vuelo. Sólo la brisa fresca enredada en el pelo, surcando arrugas, secando una lágrima.

No hay tiempo, no hay lunes ni hay martes, ni hora de cierre ni toque de queda. Sólo una multitud de pequeños demonios ocultos en las sombras, acechan mi paso detrás de esas piedras.

Dejadme, importunos, apurar este presente de humo antes de que las hojas del calendario llamen impacientes a mi puerta.

domingo, 28 de junio de 2015

Parte facultativo

¿Es un tsunami, un agujero negro, un hechizo? ¿Un ERE buscando cobijo? ¿Pasmo incapacitante? ¿Parálisis neuronal? ¿Neurastenia? ¿Astenia primaveral en grado superlativo? ¿Despido fulminante por absentismo laboral? ¿Abulia, ansiedad, pereza, estrés, hastío? ¿Miedo escénico, encefalograma plano? ¿Es un k.o. definitivo, un stand by provisional, una suspensión criogénica? ¿No eres tu, soy yo? ¿Soy yo y mis circunstancias? ¿Tu y tu voracidad que todo lo arrasa? 

¿Qué el pasa al blog?

No sabría decirlo. No tengo certezas. Ni diagnóstico. Ni análisis válido. No sé si declarar el siniestro total y desconectar el respirador artificial o si dejarlo macerando en una solución isotónica. En un sin vivir andamos. Incapaz de tomar la decisión de declarar el fin de sus días e incapaz igualmente de insuflarle vida. Y en este limbo indefinido van pasando los días. No me gusta. No me gusta irme así. Intenté un parte de incidencias y... ¿problemas? ¡problemas tenemos todos! Intenté preparar su discurso de despedida pero tampoco fui capaz. Me resulta doloroso echar la llave.

Declaro pues el estado achacoso de este espacio, por múltiples anomalías concretas y abstractas, sin que se haya podido establecer cual fue la primera, ni la más grave, y por tiempo indefinido, sin renunciar a la esperanza de que pueda sacarle de él en un tiempo prudencial con una solvencia mínima. Siento que este estado de postración afecte también a mi relación con los blog amigos y espero encontrar el remedio para no perder el contacto.

A la espera de tiempos más venturosos para ambos os dejo una imagen que quizá acierte con el diagnostico mejor que las palabras. 


Estatua del Angel Caído. Parque de El Retiro (Madrid) 

martes, 12 de mayo de 2015

De dragones y princesas

 
 De dragones y princesas están los cuentos llenos, llenos vienen los cuentos de batallas y besos. Besos de amor y despedida, a veces, pocas, sinceros. Falsos las más de las veces. Veces en las que el sapo sólo es un sapo y el príncipe duerme sin que el beso le despierte. No quiere despertarse el príncipe, no quiere luchar contra el dragón ni besar a la princesa de doradas trenzas. Con sus largas trenzas quiere atar la princesa al dragón para que deje de guerrear sin ton ni son. No son príncipes ni dragones lo que quieren las princesas, ni ser trofeo en la batalla ni princesas en el cuento. Cuento que sin besos ni batallas, sin reyes y dragones, ni azul sapo, ni roja manzana, sólo verruga en la nariz de la bruja le queda, pues hasta las pócimas y los conjuros con viento fresco se han marchado. Viento que empuja a la bruja, que empuña la escoba, que barre las hojas del cuento. Blancas las hojas, vacías ya de letras y sueños han quedado. Sólo un minúsculo punto sin rumbo quedó en ellas olvidado. Y yo, que ya nada puedo hacer por rescatar al dragón, ni luchar con la princesa, ni despertar al príncipe, ni ofrecer la manzana al sapo para que la bese, ni sacar a bailar a la verruga y su bruja, sin miramientos ni delicadezas atraparé al punto despistado, para, azulín azulé, acabar con un cuento que nunca lo fue .
                                                   

jueves, 30 de abril de 2015

Rincones y balcones

Estoy un poco dispersa últimamente. Bueno, en realidad es más de lo mismo. Tiempo escaso conjugado con ánimo variable más la ausencia de los hados propiciatorios y la fuga de las musas con los hados me dejan chapoteando en los márgenes del blog mientras pasan los días sin que salga nada debidamente armado. Pasó el día del libro sin que por aquí apareciera ninguno, las ideas no consiguieron materializarse en nada concreto. Se nos acaba al mes, la casa sin barrer y yo con estos pelos. ¡Algo habrá que hacer! Como ya he hecho en alguna otra ocasión en el que las palabras me esquivan he decidido recurrir a las imágenes, mucho más dóciles y fáciles de tratar y que, además de contarnos sus historias, nos alegran la vista.

Aunque sean un recurso muy manido, o precisamente porque lo son, creo que no hay mejor forma de despedir abril y recibir el mes de mayo que con flores.
Rincones y balcones floridos que con su luz y sus colores darán un poco de vida al salón del café que tengo un poco polvoriento y desvaído. De paso aprovechamos que ya nos tocaba, para hacer un pequeño viaje por unos pueblos preciosos que os animo, como siempre, a conocer.

Hoy, que no estoy yo para mucha literatura, os cuento directamente que os llevo a Cantabria. Sí, otra vez al norte, qué le vamos a hacer, la cabra tira al monte y yo con ella, siempre p’arriba. Pero esta vez no vamos a ver el mar, nos quedamos en el interior. En sus valles, entre sus montañas, en sus pueblos. Piedra y madera, balcones y galerías llenas de flores. Un puñado de rincones en un puñado de pueblos. Una muestra muy pequeña para incitaros a querer abrir el objetivo y mirar más allá todo lo que los rodea. 

¿Os animáis? 









Rincones así se pueden encontrar casi en cualquier pueblo de Cantabria, pero estos están repartidos entre Bárcena Mayor, Carmona, Mogrovejo y Potes. ¿No os quedáis con ganas de doblar la esquina y seguir callejeando?

¡¡Feliz fin de semana largo!!



viernes, 17 de abril de 2015

Esta vez le tocaba a él decidir

   Salió de la consulta del médico con la vista perdida y un sobre debajo del brazo. Sin saber bien cómo, se encontró en la calle. Durante un segundo miró desconcertado a izquierda y derecha y tras unos instantes de vacilación echó a andar hacia la izquierda con un encogimiento de hombros. ¡Qué más da! pensó. Si la muy cabrona está esperándote a la vuelta de cualquier esquina para ponerte la zancadilla y sigue esperando a que te levantes para volver a tumbarte. Será posible…

   Toda la vida intentando escapar y toda la vida volviendo sin conseguirlo. Frustrado y rabioso siente como las lágrimas ardientes le corren por la cara sin poder controlarlas. Camina sin ver mientras su cabeza se convierte en un hervidero en el que se agolpan y chocan unas ideas con otras, confusas y revueltas. Y entre esa maraña donde se dan cita al mismo tiempo, amontonándose y superponiéndose, formando un caótico amasijo de emociones, hay una que consigue abrirse paso sobre la incomprensión o la tristeza sin que él se lo proponga y unas palabras se escapan de entre sus labios apretados concentrando toda la mala hostia que en ese momento le corre por las venas: ¡Qué hija de puta!

   Siempre intentando sacudirme una vida que no me ajusta, agotando las fuerzas y las ilusiones en el intento. Tantas mañanas, joder, agarrándome los hombros, obligándome a mirarla de frente, sin opción de replica. Avisándome. Enseñándome la soga que me ata a las obligaciones, a las deudas, a los afectos. Esperando...

   Esperando el tiempo de poder elegir, de poder decidir. De abrir la puerta y salir dando un portazo sin volver la cabeza. Lo malo era encontrar la ventana abierta de cuando en cuando. Imposible resistirse. Antes de darme cuenta, ya estaba otra vez probando a volar, sabiendo de antemano que cada escapada llevaba impresa la fecha de caducidad. Sabiendo que otra vida era posible, pero siempre demasiado lejos. Eso era lo peor de todo. Resignarse.

   Tantos años aguantando, joder, esperando. Con las ilusiones gastadas, con las piernas cansadas de caminar, con los ojos agotados de mirar… y ahora que creía tenerla al alcance de la mano… se me vuelve a escapar.
¡Qué hija de puta la vida!


   Se paró de golpe. No. Esta vez no. No pensaba pasar por ahí. Cogió el sobre con los resultados de las pruebas que le decían dónde exactamente había decidido la cabrona que iba a ponerle el punto final, se acercó hasta la papelera más cercana y lo tiró con rabia. Con paso decidido, sin mirar ni a derecha ni a izquierda, cruzó la avenida. Esta vez no. Esta vez le tocaba a él decidir.