¿Quedamos a tomar café?

Yo me dispongo a tomarme algún que otro cafetito mientras tecleo, intentando pensar con cada sorbo y escribir entre uno y otro disfrutando de un momento especial en el que pueda volcar ideas, opiniones, sobre libros, música, imágenes, dar rienda suelta a algún que otro desvarío, desahogar algún grito, espero que también algo de humor, a través de esta gran ventana virtual.

Abierta queda. Si alguien quiere tomarse un café conmigo bienvenido sea.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Ya está aquí... la navidad

¡¡Ya está aquiiiiii!!!


Dos semanas intensas, que para consuelo de los no entusiastas, pasarán pronto y para alegría de los que disfrutan de ellas llegan con la exquisita puntualidad que marca el calendario desde hace casi 2000 años.

Una engrasada maquinaria cuya fuerza de arrastre empieza con semanas de antelación. Para cuando estas letras vean la luz me encontraré en el epicentro de la tormenta navideña, seguramente luchando por salir sin demasiados daños del primer asalto y tomando aire para los siguientes. No voy a estar en condiciones de pasar por aquí a tomarme un café tranquilo con vosotros y también necesitaré algún día para intentar recuperarme del maratón fiestero, así que os dejo mi felicitación y me retiro unos días de los quehaceres blogueros.

Para los que disfrutáis de ellas, para los que las soportáis con resignación, para los que preferiríais saltarlas con pértiga y aterrizar en el 8 de enero...


Mis mejores deseos para todos,
en la despedida y en el año venidero. 


sábado, 20 de diciembre de 2014

Despidiendo el otoño


 Piensas otoño y piensas en bosques, piensas en tono dorado y se inunda la nariz del intenso olor de la tierra húmeda y oscura y aligeramos el paso llevados por la misma brisa fresca que en poco tiempo hará bailar a las hojas caídas. Podemos cerrar los ojos, decir otoño y pensar que ese bosque se abre ante nosotros, podemos durante un rato, pero lo cierto es que no dejará de ser un ensueño, pocos tenemos la suerte de contar con un bosque en la puerta de casa. Una gran mayoría, entre la que me encuentro, sólo podemos aspirar a un otoño urbano, atrapado entre el asfalto y los coches. 

   Ese es mi otoño y este otoño que oficialmente acabará en la madrugada del próximo lunes, es el que os traigo hoy para despedirnos de él.


    A lo largo de estos dos o tres meses he intentado, literalmente, atraparlo al vuelo, sobre la marcha, camino del trabajo, de vuelta de él, mientras iba a comprar o a dar un paseo. Si hacemos un esfuerzo, quizá deba ser un gran esfuerzo y no baste uno pequeñito, pero si estamos dispuestos a hacerlo, entonces es posible que lleguemos a encontrarle una pizca de encanto a este otoño urbano. O tal vez no sea del todo propio hablar de encanto en este caso, porque lo que a veces he buscado o intentado y otras ha resultado en un azar imprevisible, es la  imagen un tanto deforme y surrealista del otoño en la ciudad. Un otoño en vertical, un otoño reflejado, un otoño arrastrado y aplastado, y a veces, casi sin esperarlo, un destello de luz, un rincón sorprendido.

   Acera y calzada, ladrillo, cemento y cristal, coches, autobuses y motos, rodando o aparcados, pedacitos de tierra y verde en parterres y filas de árboles que como soldados disciplinados se alinean bordeando las calles. Acacias y plátanos principalmente que se alzan buscando el cielo entre altos edificios sin espacio para desparramarse a sus anchas. Son casi los únicos que nos ofrecen este simulacro de otoño y muchas veces ni siquiera reparamos en ellos enfrascados en  nuestros pensamientos, caminando deprisa, esperando impacientes en los semáforos… ¿Dónde nos aguarda el otoño en esos momentos? 

   Os propongo un pequeño esfuerzo para que lo descubráis en estas fotos en las que he intentado atraparlo al paso. El reflejo del otoño que se queda enganchado en las cristaleras de los modernos rascacielos, en los escaparates, camuflado entre los anuncios del mobiliario urbano, en los retrovisores de las motos y los parabrisas de los coches. En días suaves y claros deslumbrándonos en la quieta superficie de una fuente y en los siseantes días de lluvia, brillando en las chorreantes hojas.
  
Hojas caídas que van punteando el otoño en las aceras, amontonadas en los rincones, bailando al son de los coches que pasan veloces por la calzada, aplastadas y pisoteadas por cientos de apresurados pies, naufragando en fangosos charcos que a veces sin darnos cuenta nos hacen un guiño especial.


   No era mi intención buscarle la mejor pose a este otoño de ciudad, si no tomarlo desprevenido, mostrarlo en el ajetreo de las calles comerciales, en las prisas por llegar al trabajo. Así ha salido muchas veces un otoño movido, desenfocado, en ángulos extraños, llevado por el azar de la cámara del móvil disparada de cualquier forma. Muchos disparos fallidos y borrados, pero también muchos azares venturosos. A veces se ha hecho imprescindible parar y, a riego de ser tomada por loca de remate, encuadrar y disparar, incluso debajo del paraguas, haciendo equilibrios con el móvil, menos mal que en estos tiempos la gente fotografía hasta lo más absurdo sin despeinarse. El vídeo que os dejo hoy es vivo ejemplo de ello, sin duda alguna.

  Aunque, climatológicamente, ya nos hayamos metido en el invierno, aprovechemos para echarle un último vistazo al otoño y despedirnos de él, incluso tratándose de un otoño de ciudad, envuelto en grises y cristal, acabaremos pensando en tonos rojos y dorados. Espero que la música de Ed Sheeran lo hago más agradable. 

¡¡Haced la prueba y ya me contaréis!!





viernes, 12 de diciembre de 2014

Mucho más grave de Mario Benedetti

Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo
y eso en verdad no es nada extraordinario
vos lo sabés tan objetivamente como yo.
Sin embargo hay algo que quisiera aclararte,
cuando digo todas las parcelas,
no me refiero solo a esto de ahora,
a esto de esperarte y aleluya encontrarte,
y carajo perderte,
y volverte a encontrar,
y ojalá nada más.
No me refiero a que de pronto digas, voy a llorar
y yo con un discreto nudo en la garganta, bueno llorá.
Y que un lindo aguacero invisible nos ampare
y quizás por eso salga enseguida el sol.
Ni me refiero a solo a que día tras día,
aumente el stock de nuestras pequeñas y decisivas complicidades,
o que yo pueda o creerme que puedo convertir mis reveses en victorias,
o me hagas el tierno regalo de tu más reciente desesperación.

No.
La cosa es muchísimo más grave.

Cuando digo todas las parcelas
quiero decir que además de ese dulce cataclismo,
también estas reescribiendo mi infancia,
esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes
y los solemnes adultos las celebran,
y vos en cambio sabés que eso no sirve.
Quiero decir que estás rearmando mi adolescencia,
ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos,
y vos sabés en cambio extraer de ese páramo,
mi germen de alegría y regarlo mirándolo.
Quiero decir que estás sacudiendo mi juventud,
ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos,
esa sombra que nadie arrimó a su sombra,
y vos en cambio sabés estremecerla
hasta que empiecen a caer las hojas secas,
y quede la armazón de mi verdad sin proezas.
Quiero decir que estás abrazando mi madurez
esta mezcla de estupor y experiencia,
este extraño confín de angustia y nieve,
esta bujía que ilumina la muerte,
este precipicio de la pobre vida.
Como ves es más grave,
Muchísimo más grave,
Porque con estas y con otras palabras,
quiero decir que no sos tan solo,
la querida muchacha que sos,
sino también las espléndidas o cautelosas mujeres
que quise o quiero.



Si tenéis un rato, no os perdáis el vídeo, merece la pena escucharla recitada por el propio poeta y acompañada por la música de Alfonso Maya.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Reconversión

   Ya creíais que se me había olvidado o que me había arrepentido ¿verdad? Pues no. Tentada he estado, pero prometí hablar de mi afición a la reconversión y lo prometido es deuda.

   Quería yo dejar patente los patinazos de mis neuronas con la dichosa palabrita y temo haber generado una curiosidad que ahora no se vea correspondida con la vulgar realidad. Vaya por delante que si defraudo vuestras expectativas la culpa es sólo de la neurona que estaba de guardia ese día. Hecha esta necesaria aclaración y tras someter el tema a debate entre todas mi neuronas activas en este momento (pocas, la verdad, que voy dejando una parte en barbecho para que descansen y se revitalicen) la conclusión es que a pesar de que en este contexto suena un poco estrambótica la palabra, es la que mejor calza con lo que quiero contaros. Aún así y para no correr el riesgo de patinar de verdad he recurrido a la fuente más fiable, el diccionario de la Real Academia Española  que dice así:


RECONVERSIÓN

1. f. Acción y efecto de volver a convertir o transformar.
2. f. Proceso técnico de modernización de industrias. U. t. en sent. fig.

   Quizá establecemos una primera asociación del término con su segunda acepción, pero la primera ampara completamente mi elección. Podría haber utilizado otros términos que cobijasen mis tejemanejes, como reciclaje o trabajos manuales. Pero creo que aunque tienen mucho en común y dentro de esta etiqueta genérica de aficiones (si continúo adelante con ella) posiblemente también dedique alguna entrada a otros trabajillos que caen más en la órbita de esas definiciones, hoy quería empezar por esta específica de la reconversión.

   Porque de eso se trata mayoritariamente, de tomar objetos que han dejado de ser útiles en su primer cometido y transformarlos en otros, dándoles una nueva utilidad. A veces, muchas, el cambio es meramente estético, en otras puede resultar más radical y también puede tratarse de tomar distintas partes o piezas que desgajadas de su anterior ubicación sirvan para obtener un objeto nuevo que nada tiene que ver con su primera función. Es decir, reconvertir o transformar unos objetos creados con un fin para el que ya no sirven en otros con fines distintos.  

   Seguro que si os cuento casos prácticos los entendéis mejor. Veamos, si tomamos un portarretrato o el marco de un cuadro que ha dejado de gustarnos o que hemos heredado y no queremos deshacernos de él pero no nos gusta tal como está y lo pintamos a nuestro gusto para seguir usándolo con el mismo fin, eso es reciclar. Sin embargo, si vamos a una tienda y compramos un marco nuevo de madera sin tratar y lo apañamos a nuestro gusto con unas pinturas, unos pinceles y algún otro detallito, entramos de lleno en los trabajos manuales. Por otro lado, si tomamos un tarro de lecitina de soja (por decir algo) de aluminio o similar y en vez de reciclarlo sin más para guardar los garbanzos le hacemos un apañito y cuando lo tenemos guapo lo usamos para tener controlados los mandos de la tele o las cucharas de madera en la cocina entonces lo estamos “reconvirtiendo” en un objeto distinto con una nueva utilidad.

   Hay muchos objetos que sin estar rotos han dejado de sernos útiles como tales, como unas estanterías que acaban apartadas porque el niño se ha hecho grande y requiere otra habitación, o una camisa a la que se le han gastado los puños o los codos y no está en condiciones de llevar a ningún sitio para reutilizarla, pero los botones, ¿qué me decís de los botones? Yo antes de tirar una prenda a la basura se los quito y los guardo porque seguro que un día me vienen bien para reemplazar a otros. Cortinas, colchas o pantalones, nunca se sabe cómo o cuándo pueden tener una segunda vida útil, transformados en fundas de cojín, cabecero de cama, bolso o pantalla de lámpara. Cajas de cartón, porexpan de relleno, un recorte o listón de madera, cuerdas, cintas y cables, cinturones, cualquier pieza con un viso de utilidad posterior como tiradores o ruedas… Seguro que muchos de vosotros también tenéis unos cuantos trastillos de lo más variopinto guardados… por si acaso.

   Bueno, pues a mí, aparte de la utilidad práctica que puedan tener algunas piezas de recambio, me gusta reconvertir objetos viejos o que han perdido su utilidad original y darles un nuevo uso, aunque sea meramente decorativo. Como esta idea de traerlos al blog surgió con el patinazo de una neurona, me he encontrado con que no me va a resultar tan fácil mostraros buenos ejemplos de mis tareas, ya que no tenía por costumbre dejar documento gráfico del proceso o del resultado y en muchos casos no tengo fácil fotografiarlos ahora. Pero como yo solita me he metido en el lío, algo tengo que ofreceros como ejemplo de que no me estoy marcando un farol.

   Dadas las circunstancias le ha tocado abrir el desfile a una botella de whisky, que es lo que más a mano tenía para la ocasión (y no quiero mal pensados) Además es fácil encontrar en internet una imagen de la botella original para que podáis apreciar la reconversión que ha padecido.

   Una vez disfrutado su contenido podemos sencillamente tirar el "casco" al contenedor verde, pero yo no podía dejar de pensar que esas curvas tan atractivas merecían mejor destino, que algo se podría hacer con ellas para darles nueva vida. Arrumbada en un rincón se quedó acumulando polvo durante casi dos años antes de que primero decidiera qué hacer con ella y después encontrara el momento para llevar a cabo la idea. En esto, como con las lecturas, mi lista de espera es casi tan desastrosa como la de la Seguridad Social. 

   Y este fue el resultado: Botella de whisky convertida en objeto decorativo. ¿Os gusta?







   Pues sólo se trataba de esto. Como veis nada extraordinario y que seguro que muchos practicáis de forma habitual sin tanto nombre pomposo. 

¡Espero no haber defraudado demasiado vuestra curiosidad!