¿Quedamos a tomar café?

Yo me dispongo a tomarme algún que otro cafetito mientras tecleo, intentando pensar con cada sorbo y escribir entre uno y otro disfrutando de un momento especial en el que pueda volcar ideas, opiniones, sobre libros, música, imágenes, dar rienda suelta a algún que otro desvarío, desahogar algún grito, espero que también algo de humor, a través de esta gran ventana virtual.

Abierta queda. Si alguien quiere tomarse un café conmigo bienvenido sea.

lunes, 25 de marzo de 2013

Cosas de provecho versus cosas inútiles

El otro día caí en la cuenta de que necesito emplear demasiado tiempo para hacer cosas de provecho, entiéndase el provecho como generador de beneficios de índole económico o al menos práctico, es decir, la mayor parte de mi tiempo lo empleo en trabajar fuera o dentro de casa. Si tenemos en cuenta que mi cuerpo necesita dedicar algunas horas al día a dormir para poder recuperarse resulta que lo que me queda para malgastar, para lo que podría llamarse hacer el vago, es realmente escaso. Se da además la curiosa circunstancia, no se si os pasará a vosotros también, de que casi todo lo provechoso me disgusta y casi todo lo que me gusta o me resulta placentero resulta inútil en términos economico-prácticos.

Veamos, el primer puesto en el terreno provechoso pero francamente nada agradable es el trabajo. Es innegable que por mucho que me moleste tener que hacerlo soy afortunada por tenerlo, ya que a día de hoy no se ha inventado una formula diferente para vivir que intercambiar trabajo por dinero y dinero por los bienes necesarios para ello. Dejando esto claro, no me negareis que casi todo lo que en esta sociedad se considera trabajo provechoso y se le da un valor monetario suele ser cansado, a veces muy aburrido y en ocasiones profundamente desagradable.

Quizá no debería dar por supuesto que trabajo siempre es igual a tarea desagradable. Es muy posible que alguno haya conseguido que le paguen por hacer algo que le gusta, si es así me alegro muchísimo, de verdad. Pero por desgracia la experiencia más común a mi alrededor es considerar el trabajo como una cruz que no nos queda mas remedio que cargar a cuestas durante buena parte de nuestra vida (con las últimas disposiciones del gobierno, una parte cada vez mas larga). Estoy obviando una serie de casos minoritarios y elitistas: jugadores de fútbol de grandes equipos, estrellas consagradas del espectáculo, y... la caterva de banqueros chupaeuros, políticos sin escrúpulos y demás parásitos que han conseguido (no voy a entrar a calificar los méritos) vivir del cuento o, lo que es peor y cada vez parece más común, a costa de lo demás.

No puedo dejar de mencionar otros trabajos necesarios para nuestra vida por los que no obtenemos, generalmente, beneficio económico sino que son de índole practico, así como otras actividades necesarias para nuestros devenir diario (aunque algunas preferiríamos que no lo fueran) a las que yo tampoco suelo encontrarles el lado agradable. En esta categoría entraría todo lo relacionado con las tareas domesticas, desde hacer la compra a las chapucillas caseras y también lo relacionado con el cumplimiento de deberes administrativos, consultas medicas o reuniones de la comunidad de vecinos (cosa absolutamente inútil y de muy dudoso provecho pero que tarde o temprano hay que sufrir).

Históricamente el tiempo libre ha estado muy mal visto y en realidad es casi un invento de los tiempos modernos. Nuestros abuelos no hubieran entendido el significado de la palabra ocio o hobbi y simplemente hubieran calificado nuestras aficiones como “hacer el vago”.
Sin ir muy lejos mi madre no entendía mucho que pudiera pasar horas leyendo un libro y cuando iba de vacaciones al pueblo, mi tía nos regañaba a mis primas y a mi por pasar la siesta hablando en vez de estar bordando un mantel. En aquellos tiempos sólo en las fiestas de guardar y no siempre ni en todos los casos, podía uno relajarse y no se consideraba pecado divertirse.

Cuando yo era pequeña era habitual que los mayores utilizaran la frase: tienes que estudiar para convertirte el día de mañana en un hombre de provecho.
Y con eso querían decir convertirse en médico (dentista a ser posible) abogado o arquitecto y si el chico no “servía” para estudiar entonces se le animaba a ser fontanero o electricista y si daba dos patatas bien dadas a un balón soñaban con verle en el Real Madrid (igual sirve poner Barça o cualquier otro grande al que fuera aficionado el padre).
Véase que hablo en masculino porque cuando yo era pequeña lo común era esperar que fuera el hombre el que obtuviera dinero por su trabajo, mientras que el provecho de una mujer se refería a realizar correctamente “sus labores” domésticas, es decir a realizar un trabajo no remunerado dinerariamente y cuya innegable utilidad práctica era muy poco valorada (los estudios eran más bien un adorno que un medio para un fin).

El tiempo se ha encargado de poner las cosas en el sitio que le ha dado la gana, barajando los provechos a su antojo y ahora afortunadamente y aunque aun deje mucho que desear, el concepto de ser de provecho tiene más que ver con el “qué” que con el “quién”.
Ahora bien en lo que no solía haber discrepancia era cuando el niño o la niña salía artista. Eso era una auténtica catástrofe porque es de general conocimiento que no hay nada menos provechoso y falto de utilidad que las actividades artísticas en todas sus manifestaciones. En este terreno muy bueno tienes que ser para conseguir que alguien pague dinero a cambio de tu trabajo. 

Alguien que conozco dice con respecto a la comida que todo lo que le gusta o engorda o tiene colesterol y que solo es saludable aquello que menos le gusta como las frutas y verduras.
En este caso ocurre algo similar, aquellas actividades que nos hacen sentir bien, en mi caso incluiría leer, oír música, pasear, ir al cine, la fotografía o este blog, que no tienen más beneficio que el de satisfacer nuestros sentidos, relajarnos o distraernos y que hemos elegido libremente, sin imposiciones de ningún tipo, van a la categoría de lo no provechoso desde la a duras penas consiguen hacerse un hueco en nuestras vidas saturadas de “actividades de provecho”.

Y ya está bien, hasta aquí hemos llegado. ¡Estoy harta de hacer cosas de provecho! ¡quiero hacer el vago!

Veamos...
Quiero asomarme a un acantilado y escuchar la respiración del mar y mirar como las nubes corren y se persiguen y cambian de forma. Quiero tumbarme en el suelo a ver crecer la hierba o a mirar como se abre una flor. Me echaré a la calle sin rumbo fijo, a caminar por caminar. Me preguntare cual será el destino de esa bandada de pájaros que cruza el cielo al atardecer e intentaré adivinar la deriva de la corriente de aire en la que una gaviota se deja llevar.

Quiero... malgastar mi tiempo a manos llenas haciendo todas esas cosas que no tienen más utilidad que hacerme sentir bien, simplemente porque sí.

Como parte de la terapia reparadora que me he prescrito voy a dejar que el blog también descanse unos días. Total, seguro que vosotros (que sois unos envidiosillos) vais a encontrar un montón de esas cosas maravillosamente inútiles en las que malgastar vuestro tiempo en estos próximos días.

A la vuelta, descansados y seguro que más felices, volveremos con muchas cosas nuevas que contarnos.
(Prometo no enseñar mis fotos)


viernes, 22 de marzo de 2013

Orillas del Duero; de Antonio Machado



   ¡Primavera soriana, primavera 
humilde, como el sueño de un bendito,
de un pobre caminante que durmiera
de cansancio en un páramo infinito!
   ¡Campillo amarillento,
como tosco sayal de campesina,
pradera de velludo polvoriento
donde pace la escuálida merina!
   ¡Aquellos diminutos pegujales
de tierra dura y fría,
donde apuntan centenos y trigales
que el pan moreno nos darán un día!
   Y otra vez roca y roca, pedregales
desnudos y pelados serrijones,
la tierra de las águilas caudales,
malezas y jarales,
hierbas monteses, zarzas y cambrones.
   ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía!
¡Castilla, tus decrépitas ciudades!
¡La agria melancolía
que puebla tus sombrías soledades!
   ¡Castilla varonil, adusta tierra,
Castilla del desdén contra la suerte,
Castilla del dolor y de la guerra,
tierra inmortal, Castilla de la muerte!
   Era una tarde, cuando el campo huía
del sol, y en el asombro del planeta,
como un globo morado aparecía
la hermosa luna, amada del poeta.
   En el cárdeno cielo violeta
alguna clara estrella fulguraba.
El aire ensombrecido
oreaba mis sienes, y acercaba
el murmullo del agua hasta mi oído.
   Entre cerros de plomo y de ceniza
manchados de roídos encinares,
y entre calvas roquedas de caliza,
iba a embestir los ocho tajamares
del puente el padre río,
que surca de Castilla el yermo frío.
   ¡Oh Duero, tu agua corre
y correrá mientras las nieves blancas
de enero el sol de mayo
haga fluir por hoces y barrancas,
mientras tengan las sierras su turbante
de nieve y de tormenta.
y brille el olifante
del sol, tras de la nube cenicienta!...
   ¿Y el viejo romancero
fue el sueño de un juglar junto a tu orilla?
¿Acaso como tú y por siempre, Duero,
irá corriendo hacia la mar Castilla?




 

miércoles, 20 de marzo de 2013

¡Qué ya esta aquí!

Lleva todo el mes llamando a la puerta y hoy ya no he tenido más remedio que dejarla pasar.

Desde mis ventanas llevaba días haciéndome guiños.

¿Quién puede resistirse a sus colores, a su alegría y su perfume?







El parque de mi casa es particular,
cuando llueve florece
como los demás.

Y cada mes de marzo,
como los demás,
llega la primavera sin rechistar.

¡¡Bienvenida!!




domingo, 17 de marzo de 2013

La Alpujarra granadina

Trevélez, 1988
¡Pero que buenos viajeros estáis hechos! Ha sido un placer salir de excursión con vosotros. Gracias por subiros a este autobús y acompañarme rumbo al sur hasta la provincia de Granada y su parte de AlpujarraLa comarca de Las Alpujarras o Alpujarra se extiende entre las provincias de Granada y Almería pero yo sólo conozco la parte granadina.

Aunque no queda misterio ninguno por desvelar porque algunos enseguida supisteis del sitio concreto en el que estaban hechas las fotos y otros intuíais al menos la zona, creo que es conveniente que precise un poco mejor a qué pueblos corresponden.

La foto con la se inicia el viaje es el barranco del Poqueira que acoge los pueblos más famosos de la comarca: Capileira, Bubión y Pampaneira, de visita obligada, aunque precisamente por ello es mejor hacerlo fuera de las fechas más significativas. No se os ocurra subir en Semana Santa porque se arman unos pitotes en la carretera espectaculares y con tanta gente no hay quien disfrute de nada. Hay muchos más con menos gente, menos tiendas de souvenirs y menos coches y  también merecen la pena como Pórtugos, Busquístar, Capilerilla, Fondales o Atalbeitiar  

Trevélez, 2008
Imprescindible también visitar Trevélez, uno de los pueblos más altos de España y famoso por su jamón. Recomiendo parar a un lado de la carretera conforme nos vamos acercando y hacer una foto del pueblo con sus casas blanquísimas escalonadas en la ladera del monte.

De Trevélez es la primera foto de los pueblos. La otras son de Pampaneira, excepto la de la plaza cuando está anocheciendo que es de Capileira. La foto de los almendros está hecha a las afueras de Busquístar, la del río y la de los árboles al anochecer se hicieron cerca del alojamiento en el que estábamos. Un cortijo aislado al que se accedía por una pista y desde el que pueden darse unos paseos y descubrir rincones preciosos. 

Pampaneira, 2008
Pampaneira, 2008

Capileira, 2008
Bueno, parece que os habéis portado muy bien en esta primera excursión, así que tendré que ir pensando en la siguiente. Lo que creo es que os lo he puesto muy fácil, no sé si porque he dado demasiadas pistas o porque sois unos redomados viajeros que os las sabéis todas. 


Trevélez, 1988 
Como broche final no he podido resistirme a incluir dos fotos de Trevélez a las que les tengo un especial cariño. Forman parte de mi primer viaje a Granada del que precisamente se cumplen a finales de este mes de marzo 25  años. Una cifra muy redonda para un aniversario ¿verdad?


... .... .... ... .... ....

Como soy un poco desastre, ayer preparé la entrada de hoy con poco tiempo y bastante prisa y no vi un correo de mi amiga Framboise en el que me envía una foto de uno de sus rincones favoritos de La Alhambra y yo creo que merece la pena compartirla con todos vosotros. 
Se trata de El Patio de la Acequia del Generalife. 


¡Muchas gracias Framboise por tu aportación a este viaje por tierras granaínas!



viernes, 15 de marzo de 2013

Viernes de viaje


Me gusta mucho viajar, es una de mis pasiones y aunque en los últimos tiempos haya tenido que quedarse un poquito aparcada, he pensado que voy a intentar llevaros de viaje al menos una vez al mes. Hablo de intentar porque me conozco y basta que me proponga tener una sección fija para que luego me agobie porque vea que no me da tiempo a prepararla. Así que intentaré dedicar un viernes cada mes a enseñaros fotos de algún sitio que haya visitado. Para darle una pizca de interés no voy a deciros de qué sitio se trata y esperaré a que juguéis a reconocerlo. Es muy posible que alguno de vosotros lo conozca mucho mejor que yo porque resulta que es su ciudad o su región, en ese caso estaré encantada de que me enviéis alguno foto y algún comentario para contarme sobre ese rincón especial que a vosotros os parece imprescindible que visite la próxima vez que vaya por allí. Si no lo conocéis a lo mejor os sirve de sugerencia para el próximo puente o para la Semana Santa que ya tenemos encima (aunque en Semana Santa siempre hay demasiada gente en todas partes)

No os preocupéis, que si resulta que lo he puesto muy difícil o que ninguno de vosotros vive en la zona y no lo reconocéis, haré una entrada el domingo para contaros por donde hemos viajado y si alguien me manda una foto y alguna sugerencia y quiere compartirlo con todos también aprovecharé el domingo para publicarlo.

No sé si es necesaria esta última aclaración pero por si acaso os comento que mi idea es “viajar” por España, sin traspasar fronteras, creo que tenemos ciudades, pueblos y paisajes maravillosos y mi gran problema es saber que no alcanzaré a conocerlos todos. Tampoco es que tenga nada en contra de viajar al extranjero, al contrario, también en ese caso mi lista de destinos deseados es imposible de abarcar, pero además de que tengo mucho menos que ofreceros, me apetece más jugar a conocer nuestra geografía.

¿Qué? ¿Os apetece salir de viaje?  

Parto rumbo al sur. Hay que parar en la carretera  para asomarse a este barranco y contar los pueblos que vestidos de un blanco impecable se asoman a él. 
Es importante buscar buena posada en la que reponer fuerzas y ésta nos ofrece unas vistas envidiables.
Asomaros, asomaros sin miedo a esta ventana, mirad qué cielo, aspirad el aire fresco de la mañana, sentid como se ensanchan los pulmones y salid a la terraza, sentiréis como los rayos del sol os acarician suavemente.









Son muchas las opciones que tenemos en este viaje, vamos primero a ver que nos ofrece la naturaleza, esto es sólo una pequeña muestra, para que os hagáis una idea. Las posibilidades de encontrar grandes paisajes y rincones perdidos mientras haces camino, son muchas.  Por cierto, aunque ya hace unos años de estas fotos, se hicieron en un mes de marzo, más o menos por estas fechas.


Ahora vamos a visitar algunos de esos pueblos que en las guías llevan el apellido "con encanto" y lo tienen, mucho, aunque sinceramente, hace unos 25 años cuando yo los conocí por primera vez y aún no les habían puesto el calificativo, estos mismos pueblos tenían menos visitantes y eran mucho más auténticos. Esta es la versión actual y si no conoces la anterior te van a "encantar" y aun conociéndola sigue mereciendo la pena volver a visitarlos.


Como veis nos acompaña un tiempo espléndido. Para visitar esta zona es mejor evitar el verano, a no ser que os guste mucho el calor, claro. Sin duda la primavera es la mejor época. Los días son frescos para caminar sin que pesen los pies, la temperatura ideal para sentarte en una terraza al sol a tomar el aperitivo o incluso para comer.
¡Y qué luz!









Y cuando el sol ya se ha puesto
la luz sigue siendo especial, en los pueblos y en el campo. Mirad. 








Es momento de respirar hondo,  ¡que bien huele el aire a estas horas!, de sentir el silencio y dejar que la tranquilidad y la paz te esponjen el cuerpo entero.

Para acabar os dejo una imagen tomada en la ciudad más cercana, suficientemente conocida como para que no pueda dejaros más pistas, pero sí un pequeño detalle que os invite a descubrirla o que os recuerde sus maravillas.






Yo creo que no es muy difícil, sobre todo para los que vivís al sur de Despeñaperros. Se admiten tanteos y aproximaciones y si acertáis en el centro de la diana mejor que mejor. En todo caso espero que os gusten las fotos y que despierten vuestra curiosidad por conocer una zona que desde luego merece muchísimo la pena. Sus pueblos, su cultura, sus paisajes y su gente.

lunes, 11 de marzo de 2013

Hace 9 años


Eran las 8:10 de la mañana y el aire estaba saturado por el sonido de las sirenas.
Los coches de policía pasaban a toda velocidad, hacia arriba y hacia abajo, a ambos lados de las vías del tren. Recuerdo que pensé que parecían no saber bien hacia donde tenían que ir. 

Al llegar al apeadero alguien me dice que el tren no funciona: “han puesto una bomba en El Pozo”. Mi estación es la siguiente a la de El Pozo y la anterior a Atocha.

Aquella mañana no pude coger el tren para ir a trabajar.

Mi móvil no tiene batería pero parece que tampoco hay cobertura, no puedo avisar de que voy a llegar tarde al trabajo y nadie puede preguntarme si he cogido el tren esta mañana.
Cojo el autobús, el metro tampoco funciona. El tráfico camino de Atocha es un caos. Las sirenas no dejan de oírse en ningún momento. Los comentarios en el autobús son confusos como las noticias que alcanzamos a oír en la radio que lleva puesta el conductor.
Llego pasadas las 10 a la oficina, me reciben caras de preocupación y de alivio. Lo primero que hacen es darme la lista de aquellos que han llamado allí intentando localizarme. Ya saben que han estallado varias bombas en distintos trenes y las estaciones afectadas están en mi línea. Empiezo por mi madre: "estoy bien, mamá, yo voy más tarde".
Sólo cuando pongo un poco de orden en las noticias aún confusas que oímos en la radio, caigo en la cuenta de que el extraño ruido que me ha sorprendido al abrir la ventana del dormitorio esa mañana a las 7:35 eran las bombas que hacían volar un tren de dos pisos en la estación de El Pozo, apenas a 10 minutos de casa.

Siguen siendo muchas, muchas, las veces que levanto la cabeza de mi libro y miro a mi alrededor en el tren que sigo cogiendo cada día, y me detengo por un momento en los rostros de los que me acompañan en ese recorrido, son rostros anónimos, como el mío y no puedo dejar de pensar en los que ocupaban aquellos trenes esta mañana de hace 9 años, seres hasta entonces tan anónimos como yo, que tenían padres, hijos y hermanos y una vida que les fue arrebata sin que nada, absolutamente nada pueda justificarlo.

No quiero, no puedo olvidarlos...

viernes, 8 de marzo de 2013

Amo a los hombres y les canto; de Gioconda Belli


Amo a los hombres
y les canto.

Amo a los jóvenes
desafiantes jinetes del aire,
pobladores de pasillos en las Universidades,
rebeldes, inconformes, planeadores de mundos diferentes.
Amo a los obreros,
esos sudorosos gigantes morenos
que salen de madrugada a construir ciudades.
Amo a los carpinteros
que reconocen a la madera como a su mujer
y saben hacerla a su modo.
Amo a los campesinos
que no tienen más tractor que su brazo
que rompen el vientre de la tierra y la poseen.
Amo, compasiva y tristemente, a los complicados
hombres de negocios
que han convertido su hombría en una sanguinaria
máquina de sumar
y han dejado los pensamientos más profundos, los
sentimientos más nobles
por cálculos y métodos de explotación.

Amo a los poetas -bellos ángeles lanzallamas-
que inventan nuevos mundos desde la palabra
y que dan a la risa y al vino su justa y proverbial importancia.
que conocen la trascendencia de una conversación
tranquila bajo los árboles,
a esos poetas vitales que sufren las lágrimas y van
y dejan todo y mueren
para que nazcan hombres con la frente alta.
Amo a los pintores -hombres colores-
que guardan su hermosura para nuestros ojos
y a los que pintan el horror y el hambre
para que no se nos olvide.
Amo a los solitarios pensadores
los que existen más allá del amor y de la comprensión sencilla
los que se hunden en titánicas averiguaciones
y se atormentan día y noche ante lo absurdo de las respuestas.

A todos amo con un amor de mujer, de madre, de hermana,
con un amor que es más grande que yo toda,
que me supera y me envuelve como un océano
donde todo el misterio se resuelve en espuma...

Amo a las mujeres desde su piel que es la mía.
A la que se rebela y forcejea con la pluma y la voz desenvainadas,
a la que se levanta de noche a ver a su hijo que llora,
a la que llora por un niño que se ha dormido para siempre,
a la que lucha enardecida en las montañas,
a la que trabaja -mal pagada- en la ciudad,
a la que gorda y contenta canta cuando echa tortillas
en la pancita caliente del comal,
a la que camina con el peso de un ser en su vientre
enorme y fecundo.
A todas las amo y me felicito por ser de su especie.
Me felicito por estar con hombres y mujeres
aquí bajo este cielo, sobre esta tierra tropical y fértil,
ondulante y cubierta de hierba.
Me felicito por ser y por haber nacido,
por mis pulmones que me llevan y me traen el aire,
porque cuando respiro siento que el mundo todo entra en mí
y sale con algo mío,
por estos poemas que escribo y lanzo al viento
para alegría de los pájaros,
por todo lo que soy y rompe el aire a mi paso,
por las flores que se mecen en los caminos
y los pensamientos que, desenfrenados, alborotan en las cabezas,
por los llantos y las rebeliones.
Me felicito porque soy parte de una nueva época
porque he comprendido la importancia que tiene mi existencia,
la importancia que tiene tu existencia, la de todos,
la vitalidad de mi mano unida a otras manos,
de mi canto unido a otros cantos.
Porque he comprendido mi misión de ser creador,
de alfarera de mi tiempo que es el tiempo nuestro,
quiero irme a la calle y a los campos,
a las mansiones y a las chozas
a sacudir a los tibios y haraganes,
a los que reniegan de la vida y de los malos negocios,
a los que dejan de ver el sol para cuadrar balances,
a los incrédulos, a los desamparados, a los que han
perdido la esperanza,
a los que ríen y cantan y hablan con optimismo;
quiero traerlos a todos hacia la madrugada,
traerlos a ver la vida que pasa
con una hermosura dolorosa y desafiante,
la vida que nos espera detrás de cada atardecer
-último testimonio de un día que se va para siempre,
que sale del tiempo y que nunca volverá a repetirse-.
Quiero atraer a todos hacia el abrazo de una alegría que comienza,
de un Universo que espera que rompamos sus puertas
con la energía de nuestra marcha incontenible.
Quiero llevaros a recorrer los caminos
por donde avanza -inexorable- la Historia.
Porque los amo quiero llevarlos de frente a la nueva mañana,
mañana lavada de pesar que habremos construido todos.

Vámonos y que nadie se quede a la zaga,
que nadie perezoso, amedrentado, tibio, habite la faz de la tierra
para que este amor tenga la fuerza de los terremotos,
de los maremotos,
de los ciclones, de los huracanes
y todo lo que nos aprisione vuele convertido en desecho
mientras hombres y mujeres nuevos
van naciendo erguidos
luminosos
como volcanes...

Vámonos
Vámonos
Vámonoooos!!!



miércoles, 6 de marzo de 2013

1950, El año del...¡Que no, que no me lo creo!




El pasado viernes, 22 de febrero, tuve el placer de asistir a la presentación, en la librería Muga de Vallecas (Madrid), del libro 1950 El año del... ¡Que no, que no me lo creo! y de conocer personalmente a su autor Pablo García Fernández. Contó Pablo para la presentación de su libro con la ayuda del escritor y bloguero Luis Miguel Morales Peinado que actuó como anfitrión idóneo ya que, al fin y el cabo, era en su barrio donde se  producía el evento.

A Pablo le conocía desde hace algún tiempo a través de su blog Lapizplumapapel, escaparate desde el que viene enseñándonos algunas de sus facetas artísticas: acuarelas, dibujos y relatos, que desde aquí os invito a que visitéis para que podáis comprobar por vosotros mismos que no exagero nada cuando digo que nos encontramos ante un gran talento.

El otro día pude apreciar de primera mano que además es una gran persona, cercana, afable y con un envidiable buen humor que hizo que la presentación se convirtiera en una agradable reunión de amigos en la que, salpicada de anécdotas, nos contó de qué iba su libro.

1950 el año del… ¡Que no, que no me lo creo!... reúne un conjunto de pequeños relatos de una época que para algunos de nosotros es ya historia porque aún no habíamos nacido, y que con cuatro, mejor dicho con doce certeras pinceladas, nos trasladan de lleno a un Madrid en el que la guerra se había acabado, pero en el que seguía viviéndose, aunque sin bombas, eso sí, como cuando la había, en medio de las ruinas y de la escasez, donde faltaba de casi todo y el miedo aún formaba parte de sus vidas. Sin embargo, contamos con la peculiaridad de que todo ello vamos a verlo a través de los ojos de un niño.

Pablo echa la mirada atrás, una mirada limpia, sin rencores, para contarnos historias de su niñez, de su pandilla y de su barrio. Anécdotas, travesuras y juegos que nos harán sonreír la mayoría de las veces, porque como él mismo nos dijo, "los niños no dejan de ser niños", ya sea en 1950 o en el año 2000, y será fácil vernos a nosotros mismos reflejados en sus actitudes y sus ocurrencias. Por otro lado son niños viviendo una época y un tiempo determinado que queda reflejado con sus luces y sus sombras en cada página de este libro, y que también harán, en algún momento, que se nos forme un nudo en la garganta.

Cada relato viene acompañado de una ilustración que le da vida y color o quizá sean las palabras las que acompañan al dibujo, matizándolo. Cada cual puede escoger la visión que más le complazca. Pablo se desenvuelve de maravilla en uno y otro campo, aunque según su propia confesión, sienta una mayor afinidad con el dibujo y la ilustración porque es el campo en el que se ha desarrollado su actividad profesional, y sin embargo, la palabra es sólo el medio de plasmar sobre un papel lo que básicamente pertenece a la tradición oral, esa que se da en todas las familias donde los abuelos cuentan sus batallitas (un abuelo cebolleta, en palabras de Pablo) y luego los padres contarán las suyas sin que en la mayoría de los casos acaben transcritas en un papel. Al fin y al cabo el medio que durante siglos ha servido para transmitir conocimientos, cuentos y leyendas de generación en generación.

De esta manera Pablo se confiesa un contador de historias, y como tal, sabemos que tiene muchísimas más guardadas fielmente por su memoria y esperamos que una vez dado el paso (a mi juicio con bastante acierto) de contador a escritor, siga por ese camino para que así todos podemos conocer a través de ellas, la historia de una ciudad, de un país y de una época, con la sencillez de la palabra precisa, con el humor fresco de la niñez y la ironía propia de la distancia.
Es evidente, tras todo esto, que sólo puedo recomendaros que descubráis por vosotros mismos lo que 1950 El año del... ¡Que no, que no me lo creo!, esconde entre sus páginas.

Para terminar quiero mencionar que la presentación estuvo presidida desde el primer momento por un ambiente relajado en el que no hubo distancias entre los que estaban detrás de la mesa y los que escuchábamos desde el otro lado. Una reunión en la que Pablo nos contó el por qué y el cómo de su libro como si estuviéramos sentados en el salón de su casa y el intercambio de preguntas, respuestas y comentarios posteriores, no fue otra cosa que una agradable tertulia.

Destacar finalmente el hecho de que además, la presentación de "1950..." se convirtió en un punto de encuentro bloguero en el que tuve la suerte de conocer, además de a Pablo, a Rafaela del blog Porque nos gusta nuestro pueblo, y donde volví a encontrarme con mis viejos amigos Koncha y Luis Miguel. Todo un privilegio que convirtió esa tarde en un gran acontecimiento.

lunes, 4 de marzo de 2013

Lunes, 4 de marzo


  Voy hacia la cocina con las manos cargadas de ropa para lavar. Al pasar miro de refilón hacia el salón. Cuando el impulso casi me ha situado en mitad de la cocina, me paro y vuelvo sobre mis pasos. Una luz, un reflejo, ha captado mi atención. Despacio me sitúo sin hacer ruido frente a la puerta del salón y con las manos llenas de toallas usadas me paro a mirarle.

   Tiene el portátil sobre las rodillas, las manos descansan en los bordes del teclado, la mirada clavada en la pantalla que absorbe toda su atención. Está tan concentrado que no advierte mi presencia.

   Me detengo en su perfil serio, adusto incluso, en su pelo que la luz del atardecer hace brillar, resaltando esas canas que van ganándole terreno al pelo oscuro, aún espeso. Las gafas se han escurrido hasta la punta de la nariz. Justo en ese momento, como si hubiera oído mi pensamiento, su  mano derecha sube para colocarlas en su sitio. Durante un momento contengo la respiración, no quiero delatar mi presencia. No se si será por la luz dorada que inunda el salón pero de pronto me invade una intensa sensación que no sé como describir: de reconocimiento, de tranquilidad, de satisfacción...

   Paso revista a cada una de sus arrugas, esas que veo todos los días sin apenas reparar en ellas, las horizontales que se le forman en la frente por la concentración, las finas en tono a los ojos que ahora casi no se aprecian  pero que forman una tupida red cuando sus ojos se contraen con la risa y las que se marcan en las mejillas, apenas perceptibles en estos momentos, pero que adivino en  el contraluz agazapadas a la espera de dar vida a ese rostro tan querido.

   Repaso su boca, el perfil de esos labios carnosos que pueden ser cálidos y tiernos o apremiantes y golosos cuando me besan. Casi sin darme cuenta saco la lengua para humedecer los míos y suelto despacio el aire que había estado conteniendo sin darme cuenta. Miro sus hombros aún fuertes, su espalda ancha y esa barriga que así recostado en el sofá forma una curva que se dibuja oronda contra la luz de la ventana. Sonrío inevitablemente, ¡cuantas peleas a cuenta de la comida! Ahora sé que no hay nada que hacer. Para él comer es uno de los grandes placeres de la vida. Demasiadas cosas nos están vedadas, demasiadas nos regatea la rutina diaria y las obligaciones como para contenerse con una que está al alcance de nuestra mano y tanta satisfacción nos produce. Más allá de una mínima prudencia me he rendido a esa curva sobre la que me recuesto blandamente cuando sentados en el sofá vemos una película.

   La luz va decayendo, ya apenas distingo sus rasgos pero no quiero moverme, quiero grabar esa imagen en mi mente, saboreo con deleite el momento, este momento que quisiera eterno, la constatación cierta y repentina de tenerle ahí, con sus canas y sus arrugas y su barriga, pero también con sus ojos vivos, con sus manos fuertes, con su risa franca. El mismo chico que conocí con 25 años está ahí, igual y mejor, porque sus arrugas se han dibujado a mi lado, y sus canas las hemos pintado juntos y su barriga... bueno, la hemos aceptado como consecuencia inevitable de tantas deliciosas comidas disfrutadas.


   ¿Cuántas veces le habré visto así, sentado en ese mismo sitio, haciendo exactamente lo mismo, sin verle en realidad? Sin reparar en lo mucho que me gusta ese perfil, sin pensar en lo afortunada que soy por tenerle ahí, tan a mano, tan cerca, como siempre. Tantos años...  discusiones y risas y rutina y problemas. Complicidad, entendimiento y ternura. Amor de todos los días que a veces se hace pequeño y se esconde en los pliegues de la ropa que planchamos, se escurre con el agua del fregadero y se escapa  entre el humo de la sopa, pero que se condensa entre las sabanas, que aparece como un chispazo en un cruce de miradas, que sube desde la punta de los pies haciéndonos cosquillas hasta estallar en una risa compartida.

   Me duele de golpe esta plena conciencia de lo que tengo por el miedo repentino de perderlo. Como un mazazo la idea estalla en mi cabeza, ¿y si un día cuando vaya hacia la cocina y mire de refilón al salón él ya no está ahí? Sacudo la cabeza como si así pudiera sacar la odiosa idea de ella  y es tan brusco el movimiento que sin querer rozo, con la ropa que llevo en las manos, el ramo de flores secas que hay a mi izquierda. 
Carlos levanta la cabeza sorprendido y me mira.
   -¿Qué haces ahí plantada?
   -No estoy plantada, iba a echar las toallas a lavar y he rozado las flores al pasar. ¿Quieres que te encienda la luz? Estás a oscuras, te vas a dejar los ojos pegados a la pantalla.
   -Sí, gracias. No me he dado cuenta de lo tarde que se ha hecho. ¿Me voy poniendo con la cena?
   Dejo la ropa en el suelo y entro en el salón para dar la luz. El momento ha pasado. Los potentes focos  halógenos se lo han llevado junto con las sombras. Me acerco hasta el sofá y me inclino sobre él que levanta la cabeza para recibir mi beso. Me sonríe.
   -Esto quiere decir que sí, que me vaya ya a hacer la cena ¿no?
   -No, esto es porque sí. Sigue un rato todavía con el ordenador. Voy a poner primero la lavadora, ya te aviso después y la hacemos entre los dos.

   Al salir del salón veo que el equipo de música está encendido, no sé que Cd está puesto pero le doy al play de todas formas, me gusta cantar mientras hago la cena.  Cuando empieza a sonar la música no puedo evitar la sonrisa, es una de mis preferidas y esta noche más aun. Me vuelvo hacia Carlos y le pregunto.
   -No te molesta la música ¿verdad?
   -No, ya estoy apagando. En un momento estoy contigo en la cocina.



   Tarareando recojo la ropa que había dejado tirada en el recibidor y sigo hacia la cocina pensando si será mejor hacer las judías verdes rehogadas o en ensalada, con tomate, atún y huevo duro. 

viernes, 1 de marzo de 2013

Y sin embargo, me gusta


Sí, a mi me gusta el invierno y hoy estoy hablando del invierno meteorológico, del que va de diciembre a febrero. El de los días cortos, 
                                                          el aire seco y frío en cara, 
              los cielos cubiertos de nubes en todos los tonos de gris,
                               las ramas desnudas de los árboles, 
                                                                   la hierba cuajada de escarcha, 
                                         el tibio sol de enero, 
                                                               la niebla misteriosa...

Esta ha sido probablemente la semana más fría del invierno, al menos en Madrid. Incluso ayer y anteayer nevó un poquito y para mi ha sido una alegría. Por supuesto no ha llegado a cuajar, aquí es difícil que lo haga, pero siempre es un espectáculo digno de verse y no sólo a través de la ventana, sino pasear bajo ella y ver como los copos parecen venir a mi encuentro mientras camino.

Prácticamente no he podido hacer fotos que merecieran la pena pero he recordado un día 9 de enero de hace cuatro años en el que cayó una nevada en condiciones, una autentica nevada que duró todo el día, que convirtió las carreteras en un caos y nos sacó a todos, niños y mayores al parque para jugar con ella. Tan intensa fue que aún al día siguiente pudimos seguir disfrutando de una ciudad blanca.

Con fotos de ese día, de las mini nevadas de esta semana y alguna más de otros años he preparado un vídeo en el que he intentado encerrar un poquito de la belleza del invierno como forma de contrarrestar ese otro invierno del que hablaba el lunes y de ponerle al mal tiempo ( a todos los malos tiempos) buena cara.

Se recomienda ver preferiblemente arrebujado en un sofá con la mantita por encima y una taza de café, té o chocolate calentito a mano. Y si no os gusta el invierno espero que al menos os guste la música de Camille Saint-Saëns.


¡¡Feliz fin de semana!!