¿Quedamos a tomar café?

Yo me dispongo a tomarme algún que otro cafetito mientras tecleo, intentando pensar con cada sorbo y escribir entre uno y otro disfrutando de un momento especial en el que pueda volcar ideas, opiniones, sobre libros, música, imágenes, dar rienda suelta a algún que otro desvarío, desahogar algún grito, espero que también algo de humor, a través de esta gran ventana virtual.

Abierta queda. Si alguien quiere tomarse un café conmigo bienvenido sea.

lunes, 10 de febrero de 2014

Mugs and Books. ¡Yo también juego!

Las tazas y los libros son parte de los cimientos de esta casa por eso no he podido resistirme a la propuesta que Monica Serendipedia son propone desde su blog. Un juego muy apetecible que consiste en emparejar tazas y libros buscando la afinidad entre ellos. Si queréis saber todos los detalles pasaros por aquí, hay tiempo para sumarse a la iniciativa hasta el 14 de febrero. ¿Te animas a jugar?

Desde el principio de los tiempos tazas y libros han caminado de la mano, estoy segura de ello. Para mí son inseparables, a la hora del desayuno, de la sobremesa, antes de ir a dormir... Un libro en una mano y al alcance de la otra una taza, en mi caso, como no, casi siempre llena de café, sólo o con leche. Este saloncito, como muchos sabéis por propia experiencia, ya ha sido escenario de alguna exposición de tazas y hoy volverá a serlo aunque en esta ocasión contarán con la compañía de un libro y participarán en un concurso.
Por mucho que las tazas fueran un acompañamiento cotidiano de mis ratos de lectura nunca se me hubiera ocurrido pensar en combinarlas, como combinamos los colores cuando nos vestimos, o las cortinas del salón con la tapicería del sofá. Pero una vez planteado el reto ha resultado de lo más entretenido buscarle a cada taza el libro que mejor podía complementarla, ya fuera por temática o estética, y aunque al principio me parecía difícil, conforme iba sacando libros de la estantería se me iban ocurriendo distintas posibilidades y al final incluso he tenido que seleccionar. La guinda del juego ha sido componer el cuadro para que taza y libro transmitan en una foto el por qué de su irresistible atracción. Este es el resultado:

Empiezo echando la vista atrás, a los tiempos en que la vida quedada encerrada en un Retrato en sepia. Tanto la taza como la cámara, ambas heredadas, se remontan a aquella época y nos hablan de otros tiempos como Isabel Allende en su novela.

Mientras vivimos muchos cafés compartimos y esta taza lleva muchos años viviendo a mi lado y compartiendo mi vida. Y esa chica de la portada, esa chica... seguro que tiene una taza cerca, aunque fuera del foco de la cámara.

Poco tengo que añadir a esta foto, esta taza en blanco y negro, no puede tener mejor compañía que la inquietante atmósfera de La sombra del viento. 

Ya hemos tenido algo de historia, una vida cualquiera, una pizca de misterio e intriga... Ahora dejemos sitio a la fantasia... Porque no podemos vivir sin una chispa que encienda nuestra imaginación, y me parece que esta taza y este libro se van a entender de maravilla. 

Como tampoco podríamos vivir sin humor, creo que esta última pareja es ideal para cerrar esta muestra. Dos grandes del humor, Forges y la Mafalda de Quino, nos ayudan a reirnos del mundo y de nosotros mismos.

Y esto es todo. 

Queridas tazas, queridos libros... 

¡A jugar!



viernes, 7 de febrero de 2014

Viernes de viaje -VIII- Con duende

¿Os acordáis de los viernes viajeros? Pues creo que ya va siendo hora de hacer el petate y embarcarse en uno nuevo. Ya sé que era costumbre de esta casa hacerlo el último viernes de cada mes, pero en diciembre me parecía que no era un buen momento y el viernes pasado, como algunos ya sabéis, viaje hubo, pero no admitía acompañantes.

¿Preparados para emprender el viaje? Hoy os lo he puesto muy facilito, tanto que no hará falta volver el domingo a desvelar el misterio porque estoy segura de que habrá más de uno y de dos que van a levantar la mano enseguida con la respuesta correcta. 









No voy a marearos con mucha cháchara, prefiero que os dejéis llevar por las imágenes y que sean ellas las que os traigan la luz y el olor de las calles de esta ciudad. 





Una ciudad perfecta para estas fechas, por la que el invierno suele pasar de puntillas, sin hacer mucho ruido. Dicen que tiene un color especial y que allí la lluvia es una pura maravilla. De lo primero doy fe, diría que además tiene también un olor especial. De lo segundo no fui testigo. Durante la semana que duró mi viaje, en un mes de diciembre, yo solo vi un sol deslumbrante y unas temperaturas tan agradables que daba gusto sentarse en cualquier terraza a comer o tomar un aperitivo. 




No es una ciudad para una visita rápida de un día. Imposible. Se puede abarcar muy bien a pie, pero necesita saborearse despacio, sus barrios, iglesias, parques, monumentos y tabernas.




Sin olvidar el río que la cruza y que es inseparable del carácter y de la historia de esta ciudad y sus habitantes. Dejaros llevar por su orilla, cruzad sus puentes y pararos a contemplar la ciudad, deambular de calle en calle y dejar que las viejas piedras de sus monumentos os cuenten hermosas historias.     



                                                                                                                                 

Si nos cansamos de historia y cultura es el momento de ir a visitar su parque más famoso y si ya no podemos más, no os preocupéis, seguro que encontramos una estupenda terraza en la que sentarnos a degustar un vino y una ración de puntillitas mientras el suave sol de febrero nos templa el alma. 


Faltan muchas cosas por ver, ya sabéis que estos viajes nuestros son sólo una forma de abrir la puerta lo justo para que echéis un vistazo y os animéis a conocerla o a reencontrarla. 






Estoy segura de que muchos ya sabéis cual es la ciudad por la que hemos paseado hoy pero para los indecisos o dudosos, incluso para los más despistados os dejo como cierre la imagen clave del viaje de hoy. 











Para darle un poco de emoción a la visita, he recurrido con esta y con alguna otra imagen de hoy, a algún truco de camuflaje pero aún así creo que se reconoce bien. Venga chicos: ese duende, ese color especial...


 ¡¡Pues claro!!

¡¡Feliz fin de semana!!

martes, 4 de febrero de 2014

Donde habita el invierno

   No sé si habréis notado mi ausencia, ha sido por causa de fuerza mayor. Fui arrebatada, arrancada de mi rutina.

   Llegó el viento del norte como una tromba. Me enganchó por la melena y en volandas me llevó atravesando páramos y montañas, ventiscas y nevadas, hasta depositarme al borde de un precipicio, frente al mar. Allí me dejó, más aun con los pies en el suelo, siguió zarandeándome sin compasión, al punto que temí que a traición se enredara en mis piernas lanzándome como tributo al océano que rugía a mis pies. Pude echar mano al retorcido tronco de un árbol solitario que parecía esperarme, no para darme cobijo, porque sus finas ramas y discretas hojas no permitían amparo, sino para servirme de apoyo y acompañarme en aquella extraña aventura. Pude por fin, sujeta a su tronco, desafiar al viento y plantarle cara. Apenas mis ojos se posaron sobre el horizonte sentí una extraña atracción por aquel mar salvaje.

   Aquellas olas que crecían y se alzaban y avanzaban rugiendo hacia mi, me sumieron en un trance hipnótico. Una y otra vez, sin descanso, las veía formarse, elevarse imponentes coronadas de espuma y estrellarse furiosas contra las rocas, estallando y rompiéndose en millones de gotas. Allí donde no encuentran rocas siguen avanzando ciegas, arrastrando cuanto encuentran en su camino, hasta que la arena resignada de una playa las acoge y escucha su lamento antes de que las entrañas del mar las reclamen para continuar esta danza feroz.
   El frío me calaba hasta los huesos pero era incapaz de moverme. Rendida a la fuerza de la naturaleza, entre asustada y esperanzada, elevé mi ojos al cielo, pues sólo faltaba que desde allí arriba también quisieran dejarme claro quien mandaba allí. Lo encontré indeciso, cambiante, y en tanto se decidía, acabó haciendo un alarde de todas sus posibilidades. No sé si aliado con el viento o compitiendo con él, pasaba de la seda azul con encajes y tules blancos a suntuosos terciopelos en distintos tonos de gris. A su capricho, lo mismo podía sentir por un momento los suaves dedos del sol acariciando mis mejillas o las agudas y frías gotas de lluvia deslizándose por mi rostro.

   Cayó la noche y la luna no quiso salir. Me dejó sola frente al mar que la buscaba anhelante. Entre el viento que le llamaba a gritos. Bajo un cielo, que vestido de crujiente raso negro, la esperó en vano. Las estrellas quisieron contarme su secreto pero las nubes impertinentes interrumpían constantemente nuestro diálogo. Dejé de preguntar. Viento, mar y cielo me tenían atrapada. Me dejé envolver, me fundí con ellos. Sentí su fuerza, su poder y su belleza. Perdí la noción del tiempo. Quizá me quedé dormida y el viento, tal vez una ligera brisa, me trajo de vuelta a mi lecho.

   He abierto los ojos a una helada mañana y la escarcha ha crujido bajo mis pies. Con una sonrisa he saludado a los copos de nieve, que suaves, urbanos y conciliadores, me pedían disculpas, en nombre del invierno, por el rapto sufrido.