¿Quedamos a tomar café?

Yo me dispongo a tomarme algún que otro cafetito mientras tecleo, intentando pensar con cada sorbo y escribir entre uno y otro disfrutando de un momento especial en el que pueda volcar ideas, opiniones, sobre libros, música, imágenes, dar rienda suelta a algún que otro desvarío, desahogar algún grito, espero que también algo de humor, a través de esta gran ventana virtual.

Abierta queda. Si alguien quiere tomarse un café conmigo bienvenido sea.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Reto Roald Dahl

Todavía no se como voy a salir de ésta, pero he decidido apuntarme a 
¡¡mi primer reto bloguero!! 
y lo ha conseguido Trotalibros con Roald Dahl.

¿Ahora que llega la navidad no os apetece rescatar un poco vuestro espíritu infantil a través de un autor que es toda una referencia en este ámbito? ¿Quien no conoce a Matilda, a Charlie y la fábrica de chocolate o a Las Brujas?


Hay  plazo hasta el 2 de febrero para leer el libro que elijamos y... elijamos el que elijamos nunca será un tocho y la lectura no puede ser mas sencilla ni con más encanto.


Como veis el reto no tiene ninguna complicación, ¡para que me haya apuntado yo! 
Para mi estreno he elegido la historia de Matilda y los más valientes pueden participar con todos los títulos que quieran.
Si os tienta la idea y queréis conocer todos los detalles aqui los encontraréis.



miércoles, 28 de noviembre de 2012

Ahogada en llamas, Jesús Ruiz Mantilla


SINOPSIS

Una ciudad épica que sobrevive a sus propias catástrofes. Una familia marcada por la explosión de un barco. Tres hermanos en disputa ante la sombra de un patriarca noble, dos mujeres fuertes y seductoras que tratan de llevar las riendas de la familia entre dos siglos en los que se vivió el esplendor decadente de una monarquía con vicios, los desvelos de intelectuales como Galdós y Menéndez Pelayo, capaces de salvar su amistad pese a las diferencias, una belle époque que fue un espejismo previo a la II República y la guerra, y un incendio que destruyó de nuevo la ciudad y la esperanza de sus gentes.

 




Descubrí este libro en el blog Libros que voy leyendo y me llamó la atención porque Santander es una ciudad que me gusta mucho. Nunca había leído una novela que transcurriera en sus calles y me apetecía saber más de ella y su historia reciente.




Tras la explosión
Ahogada en llamas nos habla de una ciudad y una familia. De las relaciones humanas, entre hermanos, entre padre e hijos, entre madrastra e hijastros, entre hermanastros. Amor, celos, odio. Personalidades muy bien definidas que se van desarrollando y  cambiando con el paso del tiempo, con la experiencia, con la vida. Un padre viudo con tres hijos, una madre viuda con una hija. También los criados de la casa participan de la vida familiar y tienen un peso específico en la trama. Y la figura de Diego Martín, el padre, será el referente de todos ellos y de la historia que se nos narra.


El Cabo Machichaco en el muelle de Maliaño. 
Con ellos recorremos Santander, desde Puerto Chico y los muelles, a El Sardinero y al faro de Cabo Mayor, pasando por la Alameda y por la península de la Magdalena, por sus barrios, sus plazas y su mercado y a lo largo del tiempo que transcurre entre dos hechos que han marcado la historia de esta ciudad. La explosión del vapor “Cabo Machichaco” en 1893 y el incendio que la destruyó en gran parte en 1941. Por sus páginas pasarán figuras de la literatura española como Galdós, Pereda y Menéndez Pelayo y figuras políticas como el rey Alfonso XIII, que pasa los veranos en el Palacio de la Magdalena que la ciudad le regala.
Ruiz Mantilla consigue enhebrarlos en la historia como figuras secundarias que aportan el fondo histórico y social que vive la ciudad en esos años.

Santander después del incendio de febrero de 1941
Es una historia sencilla, la historia de una familia resultante de la unión de dos viudos con hijos de anteriores matrimonios, con todo lo que ello puede conllevar a la hora de acomodar afectos más o menos deseables. No deja de ser una historia común que nos resultará cercana, sin misterios, sin secretos, con alguna tragedia que marcará sus vidas.
Una historia lineal en la que asistimos a la evolución que la edad y los acontecimientos imprimen en cada uno de los protagonistas.

Jesús Ruiz Mantilla ha conseguido que me emocione con sus personajes, incluso con aquellos cuyo carácter hace que sintamos un cierto rechazo hacia ellos consigue que entendamos su forma de ser, sus reacciones, que no dejan de ser profundamente humanas, para bien o para mal.

Una profusión de calificativos a la hora de narrar hace las descripciones muy vívidas aunque quizá en algún momento la reiteración y el tono un tanto excesivo de los adjetivos llegue a cansar. Sobre todo he tenido esa sensación al principio de la novela, con las descripciones de la tragedia del Machichaco. Sin embargo en otros momentos he disfrutado con los colores de la bahía de Santander, del mar y del cielo y me ha resultado fácil sentir la humedad de un día gris y también la alegría de un día de playa con los baños de olas de la época.  

Si os gusta Santander, si os apetece saber algo mas de cómo se vivía en España en el primer tercio del siglo XX en una ciudad de “provincias” a través de las vivencias de una familia de clase media con las rencillas, tensiones, amores y traiciones que pueden darse en tu familia, en la mía o en la del vecino y que, por lo mismo, no nos resultará difícil sentirnos identificados con alguno de los personajes o reconocerlos en nuestro entorno cercano, entonces… os gustará esta novela 


domingo, 25 de noviembre de 2012

Nanas de la cebolla de Miguel Hernández





La cebolla es escarcha 
cerrada y pobre:
escarcha de tus días 

y de mis noches. 
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha 
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.

Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar, 
cebolla y hambre.

Una mujer morena 
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.

Ríete tanto
que mi alma, al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas. 
Soledades me quita, 
cárcel me arranca. 
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea. 

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores 
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos 
y de mi amor.


La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.

¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño: 
nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre. 
Siempre en la cuna 
defendiendo la risa 
pluma por pluma.


Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.

¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares. 
Con cinco diminutas 
ferocidades. 
Con cinco dientes 
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura 
sientas un arma.
Sientas un fuego 
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho: 
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes. 
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.



jueves, 22 de noviembre de 2012

Anécdota literaria, categoría infantil


El otro día os hablaba del cuento de La Cenicienta y de su significado sentimental. Hoy quiero contaros una pequeña anécdota divertida (al menos para mi si lo es) sobre su lectura.

Cuando me regalaron el cuento ya me encantaba leer y devoraba sus escasas páginas con autentico placer, recreándome tanto en las ilustraciones como en las palabras y se que desde el primer momento seguía perfectamente la historia: la pobre cenicienta maltratada por madrastra y hermanastras, su hada madrina que convertía su sueño en realidad, el baile con el príncipe, la perdida del zapatito y finalmente la maravilla de ver como el príncipe la reconoce y la lleva a su palacio para convertirla en princesa.

Siendo como era un cuento de hadas para niñas su lectura no debía resultar complicada, pero mi vocabulario a esa edad no era demasiado extenso evidentemente y seguramente había palabras en el cuento que leía por primera vez en mi vida, como bien pudo ocurrir con la palabra “trocó”, cuando el hada madrina convierte con su varita los harapos en precioso vestido y también probablemente me ocurría lo mismo con la expresión “briosos corceles”. Sin embargo no me impidieron entender su significado dentro del texto gracias a las ilustraciones que lo acompañaban, donde veía maravillada el precioso vestido de Cenicienta, la carroza o los “briosos corceles”, como maravillosos caballos blancos.

Había una palabra, por el contrario, que siempre que la leía se me quedaba atascada entre los dientes, le daba vueltas y mas vueltas sin conseguir averiguar qué quería decir. No parecía ser demasiado importante en el conjunto de la historia, pero me fastidiaba no saberlo.
Seguramente desde nuestra perspectiva de hoy en día, estaréis pensando en lo fácil que hubiera sido preguntárselo a un mayor. Pues no, a los mayores entonces no se  les importunaba con semejantes tonterías y ni siquiera se me ocurrió preguntarle a mi hermana mayor. Es probable que me hubiera prestado algo mas de atención que mis padres, pero también podía despacharme sin mas miramientos como si de una mosca importuna se tratara. Quizá también me daba vergüenza reconocer que no lo entendía, el caso es que cada vez que me enfrentaba a esa frase, me quedaba por un momento enganchada en ella con su sonido extraño e indescifrable.

Para que podáis entenderme mejor quiero que hagáis un pequeño ejercicio e imaginéis a una niña de seis años que sabe leer pero desconoce absolutamente la existencia de los acentos, no digamos ya de las tildes, y que la eficacia de su lectura comprensiva depende del conocimiento previo que tiene de las palabras a las que se enfrenta y de su pronunciación correcta.
Si partimos del desconocimiento de la palabra lo más probable es que la descifremos como una palabra llana, ya que las palabras graves son las  más comunes en nuestro idioma. También sabemos todos cómo puede cambiar el significado de una palabra en función de su acento y de su correcto uso.
Pues esto es lo que me pasaba a mí con la susodicha palabrita. Que siendo aguda y a pesar de llevar su tilde (seguramente ni siquiera reparaba en la rayita esa que colocaban en algunas letras) yo la leía y pronunciaba tanto mentalmente como en voz alta como una palabra grave que perdía por completo su significado y dificultaba mis posibilidades de reconocerla.

Llegué a la conclusión con el tiempo de que debía tratarse de una característica del nombre al que acompañaba, aunque también desconocía lo que era un adjetivo, si era capaz de reconocerlos de forma instintiva al leer, así acabas por comprender cuando lees “la mesa grande”, “el vestido amarillo” o “la niña alegre”, que la palabra detrás de mesa, vestido o niña nos da información adicional sobre esa palabra. 
Deduje que esa palabreja incapaz de descifrar debía ser una característica de la palabra “caballero” a la que acompañaba, como podían haber querido decirme que era alto, moreno, alegre o severo.

Ahora voy a escribiros la frase y voy a pediros, por favor, que la leáis como yo lo hacía con seis años, voy a escribirla sin tilde para que sea más fácil ponerse en mi lugar y debéis olvidar que conocéis su significado para que podáis entender mi desconcierto.

“Un rico caballero enviudo y para que su hijita tuviese una madre que velara por ella…”

¿Os parece gracioso? A mi me traía por la calle de la amargura: “un rico caballero enviudo, un rico caballero enviudo, un rico caballero enviudo”, me repetía una y otra vez intentando descifrarlo sin conseguirlo.

¿Qué era un caballero enviudo? ¿grueso, antipático, triste?

Si vais a la entrada del jueves pasado y miráis las fotos del libro os daréis cuenta de que no hay ninguna del “rico caballero enviudo” que pudiera darme una mínima pista de lo que querían expresar esas palabras, quizá de ver a un señor triste y vestido de negro hubiera llegado a deducir algo, aunque yo no supiera lo que significaba ser viudo. Pero estaba completamente desamparada, sin recursos lingüísticos suficientes ni pistas visuales que pudieran ayudarme.

Mi maravilloso cuento acabó con el tiempo perdido en algún estante sin que le dedicara más que una mirada pasajera que se deslizaba por su lomo rápidamente sin detenerse en él. Otras lecturas interesantes lo habían desplazado y solo muchos años después acerté un día a reparar en él rescatándolo de su olvido y abrí sus páginas deseosa de recuperar por un momento la magia de otro tiempo.
Tras demorarme en sus ilustraciones y aspirar su olor algo polvoriento y evocador, me dispuse a leerlo. Mis ojos se posaron sobre la primera  frase del libro y de repente se abrieron como platos y una gran bombilla se encendió de golpe en mi cerebro alumbrando por fin el significado de aquella palabra que se había resistido a mi conocimiento infantil, convirtiéndose en un chinato con el que tropezaba cada vez que leía mi cuento:
                          
                     enviudó, enviudó, enviudó, enviudó, enviudó


Por fin la palabra brillaba en todo su esplendor alumbrada por la luz del conocimiento y del reconocimiento
Me repetía una y otra vez con una sonrisa de oreja a oreja...


 ¡¡¡¡UN RICO CABALLERO ENVIUDÓ!!!


Durante un rato no pude parar de reír, sorprendida porque aquella palabra que tan exótica y ajena me parecía de niña no era una característica extravagante del caballero sino el vulgar pretérito perfecto simple del verbo enviudar. Por fin el misterio quedaba desvelado y podía darle una lectura redonda y perfecta a aquel cuento que me había hecho soñar, a pesar de la palabrita, con hadas madrinas, príncipes azules y zapatitos de cristal.






Seguro que vosotros también tenéis anécdotas similares, ¿recordáis alguna?

lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Cómo están ustedes?




Estoy segura de que todos sus niños de 40 años estamos hoy llorando y sintiendo profundamente la pérdida de ese gran payaso que fue Miliki.


Los payasos de la tele marcaron mi infancia, cambiaron mi idea del circo que no me gustaba demasiado, y semana tras semanas la familia al completo nos reuníamos ante el televisor para contestar a coro mas fuerte todavía: ¡¡bieeeeeeeeeeen!!

¡Cuántas tardes felices nos regalaron! ¡Cuántas risas! ¡Las aventuras, los juegos, los concursos! ¡Cuántas canciones inolvidables! 
Ya no recuerdo en que contexto dijeron la frase: "el mar, idiota, el mar" pero cada vez que viajo a la costa es la primera que me viene a la cabeza cuando me asomo a verlo y no puedo evitar decirla, decírmela en voz alta: ¡el mar, idiota, el mar! 




Cuando Fofó murió en 1976 fue una autentica conmoción para el país entero y los niños sentimos como si hubiéramos perdido a alguien muy cercano. Nos parecía entonces que el Circo de la Tele ya no sería lo mismo, sin embargo, Gabi, Miliki y Fofito consiguieron seguir haciéndolo muy bien y durante unos cuantos años más disfrutamos con ellos. Para cuando se separaron yo ya me había hecho mayor, pero tuve la inmensa suerte de que aquel circo loco y maravilloso acompañara mi niñez. 


Nos sabíamos de memoria todas las canciones. Creo recordar que la primera que aprendimos fue "Hola Don Pepito", el "Feliz en tu día" pasó a cantarse en todas las celebraciones de cumpleaños y aunque algunas ahora serían políticamente incorrectas como "Los días de la semana", entonces las cantábamos todas sin pararnos demasiado a analizarlas. Mi favorita era "Susanita".




Pero "Un barquito de cáscara de nuez" se la he cantado tantas veces a mi niño de pequeño que irremediablemente ha quedado ligada a otros bellos recuerdos.





¡Qué sorpresa el día que descubrí a través del escaparate de una tienda de electrodomésticos que los payasos vestían de rojo! Para mi eran grises y me gustaban así.











                            Gracias Miliki por tantos buenos momentos.

domingo, 18 de noviembre de 2012

A cuenta de la crisis


Rabia, rabia siento. Me apetecería desahogarla. Gritarla. Nos están tomando el pelo y nos lo estamos dejando tomar. Nos quedamos en nuestras pequeñas parcelas cómodas y seguras. Tenemos casa, tenemos trabajo, gastamos en libros, en cine, en cervezas, en viajes, cada vez es menos seguro hasta cuando podremos tenerlo, pero mientras tanto allá penas. Mientras les toque a los demás y a mi no, vamos tirando. Dejando que nos cuenten lo que les da la gana, que nos digan que tenemos que aguantar, que hay que apretarse el cinturón, que esto es lo que hay.

Es lo que hay ¿para quién? ¿quién tiene que apretarse el cinturón? aquellos que están pasándolo realmente mal ¿a quienes les importa? ¿a los mercados? ¿a los banqueros? ¿a los gobernantes? ¿al vecino? ¿al compañero? Solo nos duele cuando nos da de lleno, no escarmentamos en cabeza ajena y desde luego a quienes no les toca nunca de ninguna manera es a los mismos que toman todas esas medidas, que deciden y dejan que decidan otros aun mas lejanos, sobre nuestro trabajo, sobre nuestros derechos.

No están tomándose medidas para que el país de todos funcione mejor, para que la economía de todos funcione mejor, no señor. Las medidas que se toman son solo para que unos pocos, los de siempre, los que tienen el dinero y el futuro asegurado puedan seguir ganando más a expensas de una gran mayoría que debe conformarse con trabajar muchas horas a la semana, con la amenaza permanente del despido, permanentemente coaccionados. Los jefes (señor/a todopoderoso que decide quien trabaja y quien no) siempre tendrán la sartén por el mango, nadie es insustituible, nadie está a salvo. A las puertas, esperando, hay miles rifándose la oportunidad de trabajar aunque sea por unos meses, aunque sea por un sueldo mísero.

A ellos, a los de siempre, solo les interesa que tengamos lo mínimo para seguir dando vueltas en la noria detrás de nuestra zanahoria.

No debemos tener mucho tiempo para pensar por nosotros mismos, para disfrutar del ocio. Hemos tenido un pequeño amago de lo que podría ser una vida mejor y eso es peligroso, porque resulta que alguien tiene que trabajar y no van a ser ellos, faltaría más.
Somos unos vagos, eso es lo que somos, que queremos vivir bien sin dar un palo al agua, queremos que nuestros hijos tengan una buena educación, que tengan las mismas oportunidades nazcan donde nazcan, que la sanidad que pagamos con nuestro trabajo no tengamos que volver a pagarla para llenar los bolsillos de unos pocos, que las carreteras no sean una hucha cuya llave solo tienen unos cuantos, que los vecinos de cualquier pueblo tengan asegurado un medio de transporte que les permita acceder a los mismos servicios que los habitantes de la capital y que ese sea el beneficio que debe esperarse del servicio que se presta.

No les dejemos que mercadeen con todo, que todo deba tener una rentabilidad medida en euros, que se privatice todo en beneficio de unos pocos que, no nos engañemos, serán siempre los mismos y serán los mismos que nos gobiernen y los mismos que decidan por nosotros, sin contar con nosotros, qué está bien y qué está mal.
Lo público es de todos y el beneficio debe ser para todos, todos debemos pagarlos con nuestros impuestos y nuestras cuotas y todos debemos recibirlos cuando los necesitemos. Ya sea un trasplante de corazón, la actuación del ejército en una catástrofe, la investigación científica que ayude a la curación de una enfermedad rara, de esas de las que no se va a encargar nunca un laboratorio privado porque lo que afecta a unos pocos no es rentable, o la intervención de los bomberos en un rescate, en un incendio, en un accidente.

Bajo la excusa de la crisis nos están despojando de pedazos y pedazos de derechos, de bienes comunes, de servicios básicos, de garantías que ha costado mucho conseguir, que quizá no funcionaban todo lo bien que nos gustaría, pero es que ahora simplemente van a dejar de estar o vamos a tener que pagar más por menos.

De puertas para adentro despotricamos mucho, pero a la hora de la verdad agachamos la cabeza. Unos porque realmente tienen la soga al cuello y no pueden jugarse el puesto de trabajo, otros porque nos contamos excusas que nos permitan vivir con nosotros mismos y todos en último término somos cómplices de lo que está ocurriendo, del desmantelamiento de una estructura social y de servicios que no era la mejor posible, ni mucho menos, pero que estamos dejando en el esqueleto.

Hay quien se arrodilla y reza: “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”
Hay quien tira por la calle del medio: “sálvese quien pueda y tonto el último”
Hay quien adopta la actitud de los tres monos sabios juntos: no ven, no oyen, no hablan.
Hay quien pretende manifestar su descontento por todo ello y se lleva unas hostias como unos panes (hay quien se aprovecha del río revuelto también)

No voy a hacer hincapié en quien ha podido tener la culpa de haber llegado a este punto, de a quien le ha interesado llevarnos hasta él. Está claro que ahora de lo que se trata es de salir del barranco, pero me resisto a pensar que la única forma sea la que están intentando vendernos, que la fórmula pase por formar una montaña cuya cúspide esté ocupada por los líderes: los que detenta el poder y el dinero, la iglesia en su limbo aséptico e intocable y en la base, amontonándonos como mejor podamos, todos los demás, la gran masa de gente anónima nacida para trabajar sin chistar, dando gracias al padrecito que nos da un puesto de trabajo que nos permita pagarle por todos los grandes servicios que nos presta. Solo nos queda morir por ellos en la guerra para olvidar que estamos en el siglo XXI.

Hay mucha gente que piensa que se dan demasiadas situaciones de abuso y que hay que tener mano dura y no permitir desmanes. Vivimos en un país de pillos, siempre dispuestos a escaquearse y burlarse del sistema y además a vanagloriarse después de ello. Y es cierto, aunque mucho menos de lo que nos quieren hacer creer.
Pero estando mal como lo está, cobrar el subsidio y trabajar bajo cuerda, estando mal que el fontanero, el electricista, el del taller, etc, etc, te hagan un presupuesto sin IVA y tu lo aceptes para ahorrarte unos euros, estando mal intentar engañar al fisco con el escaso margen que tiene un asalariado, estando mal que el abuelo saque con su cartilla de pensionista alguna medicina adicional para la familia, que el que mas y el que menos busque la manera de sacar beneficio del sistema público...
¿No es muchísimo peor la corrupción endémica de este país que afecta a casi todos los políticos sean del signo que sean, en mayor o menor medida, (no voy a entrar a decir: tu mas)? ¿Que haya quien acumule varios altos cargos públicos y lo compatibilice con otros puestos privados y pueda cobrar por todos ellos una cantidad mensual que muchos quisieran cobrar al año? ¿Que se repartan prebendas, se adjudiquen obras, se cobren comisiones no por unos cientos de euros, sino por millones, aprovechando el puesto de privilegio que ocupan? ¿Que casi cada político se ocupe de colocar en rimbombantes e inútiles puestos de confianza a familiares y amigos, con unos generosos sueldos y sin mas merito que ése? ¿Que haya directivos de bancos que se “jubilen” con pensiones millonarias y tras su marcha el banco tenga que ser “rescatado” por el estado con el dinero de todos so pena que se hunda el sistema financiero? ¿Que al calorcito de la monarquía (que como mero objeto decorativo nos sale un poco cara) haya quien se ha embolsado unos milloncitos de nada?  ¿No es sangrante que si a ti se te olvida, se te pasa o se te planta que no quieres pagar un impuesto o una multa te embarguen en menos que canta un gallo tus cuentas bancarias, tu sueldo o tu devolución de la renta y que luego tengas que oír hablar de amnistía fiscal a grandes empresas que no deben unos pocos cientos de euros, sino millones? ¿No resulta bochornoso que aquellos que claman y acusan a los que se aprovechan del sistema para vivir a la sopa boba (“que se jodan”) aprovechen sin rubor su privilegiada situación a poco que se les presente la ocasión? ¿Cómo pueden tener todos la cara tan dura y salir por la televisión pidiéndonos resignación y comprensión?

¿Exagero? ¿No se os vienen a la cabeza nombres, caras y casos que al final en muchas ocasiones ni siquiera tienen consecuencias políticas, no digamos ya penales?

Triste es el panorama que tenemos delante, triste es que no parezca haber alternativas, triste que ni siquiera se planteen alternativas.
No me puedo creer que todo fuera fachada, que los logros conseguidos no sean mas que un castillo de naipes que tiembla a punto de derrumbarse y que nos quedemos mirando impotentes como van cayendo las cartas una a una.

Yo espero y deseo mantener lo que tengo, no tirar por la calle de en medio, no cerrar los ojos, no taparme los oídos y a veces, hablar para no reventar.

Una de las pocas opciones que tenemos a nuestro alcance es la de manifestar nuestro descontento, nuestro desacuerdo con todas estas medidas que nos van ahogando, que a base de tijeretazos nos van a dejar en cueros.

Yo asistí, junto a cientos de miles de personas de todas las edades, a la manifestación del miércoles pasado en Madrid con la esperanza de hacer llegar el mensaje, sin mas intención que esa y al finalizar, como la inmensa mayoría de asistentes, volví tranquilamente a casa a cenar y ver la tele.





No dejemos que la cuerda se rompa por el punto más débil. 



(Me había propuesto al iniciar este blog no meterme en jardines de este tipo pero hoy al ponerme ante el ordenador esto es lo que me pedía el cuerpo y el ánimo, así que he dejado que los dedos volaran sobre el teclado y que la indignación se desparramara entre los párrafos.) 


jueves, 15 de noviembre de 2012

Había una vez...


Hoy  quería hablaros del libro mas importante de mi vida. No, no vais a salir corriendo a buscarlo. No es una lectura imprescindible. En este caso lo importante no es tanto lo que nos cuenta como el libro en sí mismo. Este libro es esencial en mi vida porque fue EL PRIMERO y durante mucho tiempo el UNICO,  el que abrió la puerta por la que han llegado todos los demás.


Genuina pizarra principio años 70 (álbum familiar)
Parece ser que en realidad mi ansia lectora surgió desde el mismo momento en que aprendí a juntar las letras para formas palabras y frases con sentido. Desde “mi mamá me mima” y “toma la lata de tomate”. Como si de un conjuro se tratara, al decir estas frases instantanéamente aparece ante mi la pizarra de la clase de parvulitos en la que están escritas.

 clase de parvulitos, genuina cartilla Amiguitos (álbum familiar)
En aquellos tiempos muy, muy lejanos los niños empezábamos el cole con 4 años y por entonces en cuanto entrabas te ponían el babi, te sentaban en un pupitre y te colocaban delante la cartilla de Amiguitos, un lápiz y a trabajar: escribir, leer, sumar y restar. No había canciones, ni juegos, ni pintura de dedos. Con ese panorama no me dejaban muchas opciones, lo único emocionante debía ser descubrir lo que escondían  aquellas palabras escritas sobre papel. 
No recuerdo lo que leía en el cole, sí recuerdo a mi madre contando como las profesoras le decían que ya no sabían que más darme para que leyera, porque debí agotar las existencias de la clase de parvulitos mucho antes de que en junio nos echaran a la calle a jugar.

Yo era pues la pobre niñita incomprendida, porque en casa no había ni libros, ni cuentos ni dinero para dedicarlo a algo que no fuera de primerísima necesidad. Y en casa no consideraban primerísima necesidad que la niña leyera cuentos. Afortunadamente había  una tía joven y soltera, que trabajaba y podía distraer parte de su dinero a favor de sus sobrinos y a la que le gustaba leer, por lo que era mas dada a regalar cuentos que muñecas, ella no podía ser otra cosa que ¡UN HADA MADRINA!

El verano en que cumplía 6 años toda la familia se desplazó a Barcelona para asistir a la boda de la sobrina mayor y aquello se convirtió en unas vacaciones maravillosas rodeada de un montón de tíos y primos. Tuve la inmensa suerte de que mi cumpleaños acertara a caer dentro de esos días, lo que me convirtió en LA PRINCESA a la que todos besaban y felicitaban. 

En aquel entonces recibir regalos no era tan común como en estos días, por lo que cualquier pequeño detalle se convertía en un acontecimiento. Yo estaba contentísima con lo que iba recibiendo pero todo quedó relegado cuando llegó mi hada madrina y me entregó un  auténtico TESORO.



Mis ojos se abrieron como platos al ver el regalo y la emoción que sentí entonces sigue llenándome ahora cada vez que lo abro. Supongo que no podía ser de otro modo, porque las hadas madrinas siempre saben qué regalo tienen que hacer.

En mis manos tenía el cuento  LA CENICIENTA.



Se convirtió en mi posesión mas preciada, lo miraba y remiraba, lo leía y releía, y cada vez sentía la misma fascinación inagotable, lo encontraba tan hermoso y la historia me parecía tan maravillosa que no me cansaba nunca de ella.


                    …y como casi siempre estaba en la 
                                             cocina y sus vestidos se manchaban 
                                                                        de ceniza, la llamaron Cenicienta.

y aunque los años y el mucho uso han pasado factura a sus tapas y su lomo, su interior sigue brillando como el primer día, su olor sigue evocando cientos de tardes asomada a sus páginas, sus colores todavía me hacen soñar con príncipes y aún ahora soy capaz de recitar el pequeño texto que acompaña cada hoja y sus palabras siguen sonando a mis oídos como una hermosa melodía.


                         Más entonces apareció su Hada Madrina,
                                          la cual trocó sus harapos en precioso vestido 
                                                                 y a una calabaza convirtió en carroza...
         

                      ...al oir que sonaban las doce campanadas
                                         tuvo que salir huyendo, y con las prisas
                                                           perdió uno de sus lindos zapatitos de cristal.


                     Y ante el asombro de las hermanastras de Cenicienta,
                                      que vieron como el zapatito se amoldaba al pie
                                              de la niña, el príncipe reconoció en ella a su amada...

No podía perderse entre otros cuentos, ni entre otros juguetes porque no los había, por lo que su magia era mas potente y su efecto muy intenso.
Con el tiempo otros cuentos vinieron detrás, no muchos la verdad, y ninguno tan hermoso, pero los años pasaron también por mí y yo quería conocer todas las historias del mundo y las aventuras desplazaron a las princesas y la realidad desplazo a las aventuras y los libros primero muy despacio y cogiendo velocidad como yo aumentaba años fueron ocupando mis estanterías y mi tesoro quedó un poco olvidado, relegado a un rinconcito.

Sin embargo otros posteriores se han quedado por el camino, perdidos en una mudanza o en un préstamo, algunos incluso he querido perderlos con toda intención. Pero LA CENICIENTA nunca se ha quedado atrás, no ha salido de casa (la que tuviera en ese momento) aunque en casa haya pasado por las manos de muchos niños y por muchos libros que pueda seguir acumulando ninguno podrá quitarle su título de JOYA INSUSTITUIBLE cuyo valor simplemente no se puede medir.




                                                Y colorín, colorado....

domingo, 11 de noviembre de 2012

Alfonsina y el mar




Monumento a Alfonsina Storni en Mar del Plata


Alfonsina Storni que soñaba con ser como el mar, que le pedía  su fuerza y su fiereza, que la volviera soberbia e inalcanzable porque se sentía débil, “con el corazón como la espuma”, y quería la fuerza de la roca, acabó entregándose a él, tirándose desde el espigón de la playa de La perla en Mar del Plata el 25 de octubre de 1938.
Alfonsina estaba enferma, un cáncer terminal llevaba años minando su resistencia y haciéndola sufrir. ¿Fue la enfermedad la causa del suicidio? Solo podemos especular respecto a ello. Lo que si parece es que no fue un impulso repentino ya que un par de días antes escribió y envió por correo al diario La Nación su último poema “Voy a dormir”, la expresión pura de su deseo de descansar, de dormir para siempre.

En 1969 Ariel Ramírez compone la música y Félix Luna la letra de una canción maravillosa que seguro que todos conocemos y que nos deja la imagen, difícil de borrar, de una Alfonsina vestida de mar. Son muchos los que la han interpretado pero yo me quedo con la versión de Mercedes Sosa.
Una letra que os dejo para leer despacio y un vídeo para escucharla con calma
 

ALFONSINA Y EL MAR

Por la blanda arena que lame el mar
Su pequeña huella no vuelve más,
Un sendero solo de pena y silencio llegó
Hasta el agua profunda,
Un sendero solo de penas mudas llegó
Hasta la espuma.
 
Sabe dios que angustia te acompañó
Que dolores viejos calló tu voz
Para recostarte arrullada en el canto
De las caracolas marinas
La canción que canta en el fondo oscuro del mar
La caracola.
 
Te vas alfonsina con tu soledad
Que poemas nuevos fuiste a buscar ...?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños,
Dormida, alfonsina, vestida de mar ...
 
Cinco sirenitas te llevarán
Por caminos de algas y de coral
Y fosforecentes caballos marinos harán
Una ronda a tu lado
Y los habitantes del agua van a jugar
Pronto a tu lado.
 
Bájame la lampara un poco más
Déjame que duerma nodriza en paz
Y si llama él no le digas que estoy
Dile que alfonsina no vuelve ...
Y si llama él no le digas nunca que estoy,
Di que me he ido ...
 
Te vas alfonsina con tu soledad
Que poemas nuevos fuiste a buscar ...?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños,
Dormida, alfonsina, vestida de mar ...