2. diálogo de sordos col. Conversación en que ninguno de los interlocutores parece escuchar al otro.
¿Realmente hablamos para comunicarnos con los demás o solo para escucharnos a nosotros mismos?
Cuando era pequeña me gustaba escuchar, no sé bien si porque no me gustaba hablar de mí misma, o si no me gustaba hablar de mí misma por timidez y era más sencillo escuchar a los demás. O es que cuando se nace en medio de cuatro hermanos nadie tiene mucho tiempo de escucharte y acabas convencido de que nada tuyo puede ser interesante. El caso es que no me importaba el papel de oyente. Ahora que soy mayorcita sigue sin gustarme hablar de mí misma, excepto cuando sé con seguridad que a mi oyente le interesa saber de mí y a mi me interesa o apetece que así sea. Pero cada vez tengo menos paciencia escuchando. Debe ser un síntoma inequívoco de que me estoy haciendo mayor. Y sobre todo he ido desarrollando con el tiempo una mayor intolerancia a las conversaciones de relleno.
Esas forzadas frases sobre el calor o el frío o la lluvia, cuando coincides en el ascensor con el vecino. Esas conversaciones de sala de espera en las que un desconocido intenta pegar la hebra con el único objetivo de colocarte el relato completo de los males terribles que le aquejan. Una vez me dijo una persona mayor, en cuanto a juntarse con otras de su edad, que no le gustaba porque lo único que querían era contarle que sus nietos eran más y mejor que los de ella. Sin duda es otro de los temas estrellas a colocar al oyente desprevenido, lo maravillosos, únicos y especiales que son sus hijos y/o nietos, cuyos méritos siempre estarán por encima de los de los demás. Otro claro ejemplo de conversaciones de relleno se suelen dar en esas grandes y, con un poco de suerte, poco frecuentes, reuniones familiares propias de bodas y funerales, en las que una vez puestos al día sobre la salud, el trabajo o estudios, nacimientos y fallecimientos, buscamos constantemente algo nuevo que decir o la mejor forma de sortear una pregunta de esa tía lejana que quiere pasar de la superficie y ahondar hacia espacios que no tienes ninguna intención de compartir con ella. Estas conversaciones producen un desgaste físico y emocional considerable. Mantener el gesto y la sonrisa llega a producir casi agujetas en los músculos faciales y la búsqueda de un tema que rellene el silencio que se espesa a nuestro alrededor llega a resultar agotador.
También tenemos esos otros encuentros con antiguos conocidos con los que un día hubo una confianza que se ha ido perdiendo con el tiempo y la distancia y en los que suele ser recurrente tratar una serie de temas comunes como podrían ser la mili, la facultad, los partos, los viajes de estudios o de novios. En esas conversaciones también son habituales los diálogos para sordos. Cada participante espera impaciente su turno o hay quien sin paciencia para esperar intenta imponerse por encima de los demás sin que realmente se escuchen entre sí, sino que en realidad lo que les mueve es contar su propia historia, porque están convencidos de que es la mejor y lo que realmente les satisface es escucharse a sí mismos.
Por otro lado seguro que todos conocemos a un familiar, amigo o compañero al que quieres mucho pero que a veces tiene la fea costumbre, si se emociona con un tema o con algo que le ha sucedido, de repetirte una y otra vez el mismo argumento, las mismas frases con escasas variaciones como si la repetición le añadiera peso a las palabras, les confiriera más autenticidad, más contundencia y a ti te da cierto apuro o reparo hacerle ver que sí, que te has enterado a la primera, que has cogido la idea, que lo has entendido y aunque intentas responder y establecer lo que se llama un dialogo, te encuentras con que, aunque te haya dejado meter baza, no ha escuchado nada de lo que le has dicho porque en cuento puede, incluso pisando si es necesario tu intervención vuelve a la carga, repitiendo por enésima vez la misma idea casi con las mismas palabras y expresiones. Aquí es fácil que se de el dialogo para besugos. Yo en esos casos, desisto de intentar la réplica, me limito a sonreír y a asentir a la espera de que cese la ebullición verborreica por agotamiento o porque la falta de respuesta sea indicio suficiente para que al menos intente una pregunta del tipo -¿qué te parece?- Esto puede valer en casos leves. En casos graves sólo cabe una ruptura brusca del momento, aprovechando el más leve resquicio o una mínima pausa y levantándote para ir al baño o a beber agua, por ejemplo. Si estás en la calle y no es fácil el escaqueo hay que buscar un escaparate, alguien vestido de forma extravagante o un coche haciendo alguna imprudencia, cualquier cosa que permita romper la inercia anterior. Lo más probable que es a tu vuelta consigas que la conversación cambie, si no de protagonista, sí al menos de tema.
Bueno también es probable que todos conozcamos a alguien a quien nunca se le acaba la cuerda. La cuerda casi siempre gira en torno a sí mismo y por lo tanto tiene tema para rato. En estos casos no suele ser alguien machacón, simplemente considera que su vida, su trabajo, sus vicisitudes o sus opiniones son muy interesantes y que la gente a su alrededor disfruta escuchándole. Posiblemente se trate de alguien con bastante labia, con mucha facilidad para conectar con los demás y caer bien, puede resultar muy ameno y divertido… durante un rato, pero si la cosa se alarga probablemente llegue a cansar hasta al mejor predispuesto y que cuando te quieres dar cuenta has desconectado, o al menos empiezas a escuchar como de refilón, con un oído en la cháchara pero con la cabeza en otras cosas. Porque además, aquí, el diálogo vuelve a brillar por su ausencia, el protagonista sólo espera algún que otro comentario de afirmación que el oyente se siente obligado a intercalar de vez en cuando para dar a entender que escucha activamente, del tipo -¡No me digas! -Si es que hay que ver como es la gente. -¿En serio? Y cosas por el estilo.
Otras situaciones en las que las conversaciones tienden al relleno es en el ámbito del trabajo. Gente con la que te ves todos los días, durante muchas horas. Puede que haya confianza o puede que no, pero en cualquier caso es mucho tiempo para que el dialogo no sea mayoritariamente superficial. Y no pasa nada, hay muchos momentos en los que esa superficialidad no sólo no es molesta sino que puede ser divertida y amena, pero rellenar tantas horas, días, semanas y meses no es fácil y yo, la verdad, es que llega un momento en que prefiero quedarme al margen, en el que me sobra la cháchara y el esfuerzo que supone, por ejemplo un lunes por la mañana, mantener el tono y la atención. Esto, que visto así, fríamente, me pinta como un ser un poco asocial, no tiene que resultar sin embargo un problema con los compañeros, para bien o para mal conocerse desde hace muchos años tiene sus ventajas y, sencillamente, cuando no tengo ganas de hablar, no hablo y nadie se da por ofendido, porque para todo hay tiempo: para hablar de lo divino y lo humano cuando llega el caso, pero también para callar sin sentir la necesidad de rellenar el tiempo.
Llego así al lado opuesto, el silencio como alternativa a esas conversaciones insulsas, cansinas, forzadas. El silencio como valor en sí mismo. El silencio puede significar que dos o mas personas no tienen nada interesante que decirse, pero no siempre, no necesariamente, también puede darse no como vacío sino como algo lleno de sentido. Una declaración de confianza entre las personas que lo comparten.
Volviendo atrás en el tiempo, recuerdo, siendo una adolescente, una conversación con mi amiga más amiga. Esta amiga, por cierto, era de las que tenían mucha cuerda, de las que no se callaban ni debajo del agua, y en una ocasión en la que una pareja llevaba un tiempo caminando por delante de nosotras sin intercambiar ni una sola palabra, me comentaba que no entendía como una pareja de novios podían ir paseando sin hablar. No entendía cómo podían estar juntos y callados. Para ella no tener tema de conversación era un claro síntoma de desentendimiento, de frialdad, de relación muerta y vacía. Recuerdo que le di la razón, sin tanta vehemencia ni rotundidad, pero mostrando también mi incomprensión ante esa falta de diálogo. Nosotras SIEMPRE teníamos muchos temas de conversación, no se nos acababan nunca por más horas que pasáramos juntas. También aquí yo era más de escuchar que ella, pero aún así la balanza mantenía un buen equilibrio.
Pasados los años, muchos, cuando paseo de la mano con mi chico, cuando la conversación es algo natural y no una necesidad, tan cómodos en nuestros silencios, me acuerdo de aquella conversación y sonrío ante nuestra ingenuidad, por nuestra inexperiencia. Ahora entiendo que para comunicarse es imprescindible la palabra pero que las palabras no siempre se utilizan para ello y en muchas ocasiones son un mero relleno, un ejercicio vano, porque para que haya comunicación ha de haber DIALOGO, intercambio de ideas, de pensamientos, de experiencias, de sentimientos. Hace falta que además de hablar sepamos ESCUCHAR. Y ahora entiendo también que el silencio a veces puede ser un vacío, pero también puede ser entendimiento y comunicación cuando se da entre personas que se conocen bien. Y muchas veces una autentica necesidad, un espacio para escucharnos a nosotros mismos. ¿Tal vez es eso lo que nos da miedo del silencio?
Y callaron las palabras porque hablaban los silencios.
ResponderEliminarHay que estar muy dentro del otro para compartir silencios en una experiencia de comunicación gozosa. En el silencio, cuando dos almas son una sola, escuchas hasta el pensamiento del otro. Y ya luego los silencios elegidos para con aquellos cuya verborragia acaba siendo insoportable, en este último caso, elegir callar va de la mano con rechazar la conversación, y tiene mucho que ver con el arte de saber decir No.
Un besazo!!!
Tan importantes los silencios como este entretenido y enriquecedor diálogo en diferido :)
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En un bosque de palabras, el silencio es la fuente de agua fresca. Besicos.
ResponderEliminarMe apunto tu frase, trimbo, me ha gustado mucho.
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Habitualmente los que abusan del monologo y son dados a la cháchara unipersonal, es que tienen poco que decir y les da miedo que se les note.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, Juan, posiblemente esa sea una de las causas.
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Tocas tantos puntos que me preguntaba si sólo quedaría la física cuántica como tema de conversación. Me encanta escuchar a mi pareja pero son fascinantes los silencios cómplices, llenos de miradas y sonrisas, los silencios de quien calla porque respetan sus pensamientos.
ResponderEliminarUn beso, sin palabras.
Ilduara
Quizá me haya alargado un poco más de la cuenta, es lo malo de estas "conversaciones en diferido" que a veces cuesta acertar con el mutis.
EliminarEn cuantos a los silencios, estoy completamente de acuerdo: complicidad y respeto los hacen elocuentes.
Besos
Muy buena reflexión ;)
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Gracias Trinity por pasar a compartir este café. Me alegro de que te haya gustado.
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Creo que el principal punto clave es saber escuchar. Si las dos partes cultivan esta facultad el diálogo productivo está garantizado. Si además tenemos la capacidad de ponernos en el lugar del otro habrá una compenetración enriquecedora.
ResponderEliminarBesos.
Tienes toda la razón. Escuchar es algo que a mucha gente le cuesta. Es desalentador estar hablando y darte cuenta de que la persona que tienes enfrente no está escuchándote realmente sino que sólo está esperando su momento para hablar ella.
EliminarPonerse en lugar del otro y empatizar ya es de matrícula de honor :)
Besos
Parece mentira la afinidad que se puede llegar a tener con ciertas personas (hermanas, amigas, compañeras de trabajo) y con otras, que te sea realmente imposible conversar y se tengas esas conversaciones de besugo o de hablar por hablar, para rellenar el vacío....Yo soy una cotorra de cuidado pero reconozco que con varias personas, me resulta imposible entablar una conversación porque, por mucho que lo intente, no tenemos temas en común...
ResponderEliminarBesitos !
Es así Vanedis, hay gente con la que, por la razón que sea,conseguimos conectar y entendernos con más facilidad y otras con las que sabes que no podrás pasar de un intercambio superficial por mucho tiempo que la trates.
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Que mayor debo ser....
ResponderEliminarHace años que el silencio me acompaña a todas partes.
Ya lo he dicho todo y a las personas que tenía que decírselo.
Ahora callo.
O escribo en el blog.
Besos.
A lo mejor no siempre es cuestión de edad...
EliminarEs mejor callar que hablar por hablar y desde luego tu blog habla por ti sobradamente.
Y desde uno y otro lado, escuchamos y contestamos. Es un diálogo tan válido como el que más.
Besos
El silencio compartido es mucho más que conversación.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo, María Jesús. Importantísimos esos silencios.
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Y qué a gusto se está en silencio con la persona amada... Hay momentos en que sobran las palabras, en que el silencio es una forma de comunicarse, de aceptarse, de querer. Son los momentos en que ya nos hace falta rellenar esos espacios en blanco. Son los momentos en los que se disfruta escuchando junto a tu pareja el silencio.
ResponderEliminarUna gran entrada!
Besotes!!!
Es así Margari, cuánto mejor esos silencios tan llenos que tantas conversaciones vacías.
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POr eso a veces son tan buenos los silencios para dejar que aquellos a los que solo les importan sus cosas te las cuenten una y otra vez sin enterarse siquiera de l que les estás contando por lo que lo mejor es el sindrome monosilabos jajajaj
ResponderEliminarunos besotes
Es cuestión de buscarse estrategias para lidiar con esas situaciones que no siendo podemos evitar.
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Jara ¡cómo te entiendo!! A mí también me pasa que me aburren mucho las conversaciones de relleno. Lo malo es que casi todas me parecen de relleno :( También es verdad que valoro muchísimo conversaciones más motivadoras, o conversaciones cuando hay un entendimiento absoluto. Y las conversaciones divertidas, esas son un motor cuando el ánimo anda así así. Valoro mucho el silencio que no es vacio, el del entendimiento. Te dejo algo de Benedetti que sé que te va a gustar, es un fragmento de "Primavera con una esquina rota": "El buen compañerismo no consiste siempre en hablar o escuchar, en contarnos las vidas y las muertes, los amores y los desamores, en narrarnos novelas que leímos hace mucho y que ahora no tenemos a mano, en discutir sobre filosofía y sus suburbios, en sacar conclusiones de experiencias pasadas, en analizar y analizarnos ideológicamente, en intercambiar las respectivas infancias. El buen compañerismo consiste muchas veces en callar, en respetar el laconismo del otro, en comprender que eso es lo que el otro necesita en esa precisa y oscura jornada, y entonces arroparlo con nuestro silencio, o dejar que él nos arrope con el suyo, pero, y este “pero” es fundamental, sin que ninguno de los dos lo pida ni lo exija, sino que el otro lo comprenda por si mismo, en una espontánea solidaridad. A veces una buena relación, una relación que puede convertirse en amistad para siempre, se construye mejor con los silencios oportunos que con las confidencias intempestivas"
ResponderEliminarGracias por tu reflexión. Besos.
Muchas gracias Ana por estas palabras de Benedetti, efectivamente me han encantado. Leí hace algún tiempo Primavera con una esquina rota y aunque tengo un recuerdo general delicioso no tengo ningún párrafo apuntado y ha sido un auténtico lujo releer éste tan bien traído.
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Jara, me da que el silencio puede ser tan necesario como cualquier alimento. En el trabajo -Me da que casi no lo recuerdo porque estoy en excedencia- es la forma de evitar los chismes de cafetería de tus compañeras -¡¡Insoportables!!...jaja.
ResponderEliminarEn el seno de la pareja son muy diferentes. Me da que ni se perciben como tales, son una parte más de la comunicación entre ambos, no violentan y son muy hermosos...;)))
B7s
Me temo que hay que aprender a ir vadeando y sorteando aquellas conversaciones que nos sobran siempre que podamos, hay algunas otras que resultan más difícil de evitar.
EliminarY por supuesto, aprovechar esos silencios tan necesarios.
Besos
Pues si, Jara , todo lo que dices es muy cierto , hay conversaciones tan tontas, tan absurdas , tan vacías ... que no creo que se les pueda ni llamar conversación . A mi también me gusta hablar poco y cada vez menos , creo que ya paso de tantas explicaciones , será la edad pero me he vuelto menos habladora y me gusta más escuchar . Dos personas , tres o más pueden estar perfectamente en silencio un tiempo y eso no significa que no se quieran o que el silencio sea un distanciamiento , los silencios también hablan pero solo se sabe interpretarlos cuando hay amor y confianza entre esas personas y sobre todo hay respeto . Hay muchos momentos en la vida en que sobran las palabras , muchos . La verdad es que estoy en una etapa de mi vida que prefiero hablar menos y hacer más , me gusta el silencio y si no, escribo, que es una forma de hablar conmigo misma . Hay que practicar más la escucha pero no de conversaciones absurdas o vacías. Esa es mi opinión. Una abrazo en silencio.
ResponderEliminarSupongo que la edad influye a la hora de tener menos paciencia para escuchar lo que no nos interesa y también para tener claro qué explicaciones tienes que dar y a quien, como para valorar los silencios.
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Me gusta mucho el silencio, pero ese silencio cómplice y relajado. Has puesto variadas situaciones y a decir verdad me he visto envuelta en varias de ellas. Cada vez tengo menos paciencia, te confieso, para esas conversaciones banales que no llevan a ninguna parte. Me agotan y deprimen. Pero con un buen libro el diálogo es siempre fructífero...
ResponderEliminarBesines, Jara!
Parece que coincidimos en que la edad debe influir en esa falta de paciencia para escuchar banalidades. Yo también prefiero en muchas, muchísimas ocasiones la compañía y el diálogo con un buen libro, sin ninguna duda.
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Hay conversaciones tan tontas y aburridas qué no sé como las aguantamos, por educación me digo, pero debiéramos ser capaces de manifestar nuestra opinión de alguna manera sin que se sientan heridos nadie, pero no es fácil.
ResponderEliminarUn abrazo
A veces no queda más remedio María PIlar que lidiar con algunas de esas conversaciones, por educación, es así. Luego hay que tener más o menos pericia para hacerlas más llevaderas.
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Alguien escribió una vez, creo que fue Machado: "Para dialogar, preguntad primero; después, escuchad". El diálogo es uno de mis estados preferidos. El silencio, también. Besitos, Jara.
ResponderEliminarSea o no de Machado, me apunto la frase, perfecta para la ocasión.
EliminarConversaciones o silencios, pueden ser una dicha, según el cómo, el quien, el cuando...
Besos
Me ha gustado la reflexión, además se me han venido claros ejemplos de situaciones planteadas y estaba por echarme a reír. Sea como sea, el silencio me gusta mucho, aunque a veces también creo que las conversaciones, por ejemplo de ascensor tienen un algo. Tal vez sea mi momento, yo llevo un año y algo viviendo en casa y la primera vez "adulta" de conocer a los vecinos y este tipo de situaciones me hacen sentir bien. Me gusta cruzarme con ellos y saludar.
ResponderEliminarPor otro lado, yo necesito muchos ratos de tranquila paz y silencio, te entiendo y comparto mucho de lo expuesto.
Un beso :)
Bueno Marilú, para todo hay matices, una conversación de ascensor suele ajustarse a un guión bastante predecible, pero te puedo decir que yo a veces he mantenido "conversaciones de ascensor" jugosas y que han superado con mucho la duración del viaje, de forma que han tenido que trasladarse al descansillo para no colapsar el movimiento de los demás vecinos, jajaja.
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Hola Jara, cuanta razón tienes en todo lo que dices, yo también soy mas de escuchar que de hablar pero de siempre, pero llega un momento ya que te cansas de tanta tontería que te cuenta la gente, de esas conversaciones absurdas que no te llevan a ninguna parte, de esas personas que estas hablando se ponen ellas a hablar sin tener en consideración lo que tu decías, de que cada vez que te reúnes con la familia tengas que das explicaciones sin haberlas pedido tu a nadie, en fin que no se si sera por los años o que pero ya estoy cansada de todo eso y las únicas explicaciones que doy son a mi misma, lo demás lo voy capeando lo mejor que puedo ya que esas personas que son yo yo y nadie mas, pues nada que se pongan delante un espejo y se cuenten ellos mismos sus cosas que yo me canse hace mucho.
ResponderEliminarBesos.
Estoy de acuerdo contigo Piruja, hay que ir capeando las situaciones, aquellas que no podemos evitar, lo mejor que podamos.
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Me gusta el silencio. Nunca he comprendido el silencio incómodo porque es cuando mejor suelo sentirme. Por eso me agobia la gente que vive detrás de un incesante parloteo... definitivamente prefiero escuchar
ResponderEliminarBesos
Que cantidad de energía malgastada en ese incesante parloteo ¿verdad?
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Tu entrada dice muy bien de lo que es el bla, bla, bla de algunas personas.
ResponderEliminarMe gusta hablar y escuchar, por eso no aguanto una conversación con aquel que solo quiere hablar y no escucha.
Besos Jara.
Hay quien desconoce el sentido de la palabra diálogo, Rafaela.
EliminarBesos
Yo amo el silencio, me parece el mejor estado, pero después de una entrada como esta, me encantaría tener una conversación contigo para ampliar conceptos. No sabía lo de 'diálogo de besugos'.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
HD
A mi me gusta mucho dialogar y cambiar impresiones, aunque muchas veces me sucede, que hay personas que nada más que hablan del yo, yo y yo. y no te escuchan, así que los dejo hablar hasta que se cansen, no les contradigo, ni opino nada, para que se den cuenta que me aburren. Y a la primera de cambio "hasta luego Lucas".
ResponderEliminarUn besote.
Como lo has explicado tan bien, viendo todas sus facetas, no me queda más que aplaudir ;)
ResponderEliminarCuando la comunicación ha llegado a ser profundo diálogo, el silencio es muy sonoro y cómplice y un guiño basta.
Beso y sonrisa. :)
Hola Jara, he tenido que abrir otro blog por culpa de algo que me da problemas que no me dejan muchas veces ni entrar en el y hoy otras personas ya ha tenido problemas también, aquí te dejo la nueva dirección, siento los problemas que te pueda causar:),
ResponderEliminarhttp://piruja56.blogspot.com.es/
Besos.