El techo está bajo, las paredes son negras, el
aire que me rodea es espeso, como una gelatina grumosa y tengo una fuerte
sensación de opresión, me cuesta respirar, el corazón me late muy rápido… No sé
qué hago aquí, cómo he llegado, ni cómo salir. Intento respirar despacio y
cuando disminuye un poco el zumbido que llena mi cabeza me parece escuchar un llanto,
un gemido sordo, es como si me ocupara y me rodeara. El sudor
empieza a resbalarme por la frente, por el cuello, por la espalda, algo agazapado en la oscuridad me amenaza. Me cojo las manos con fuerza intentando
controlar su temblor. No sé si tengo los ojos abiertos o cerrados, quiero gritar y abro la boca pero ningún sonido sale de mi garganta... Cuando la angustia se hace insoportable, un chasquido nítido y breve como si alguien hubiera accionado un interruptor me deja en suspenso y por un segundo me parece ver un punto de luz en alguna parte. Me esfuerzo por controlar el pánico irracional que me paraliza y penetrar la oscuridad que me rodea... sí, estoy segura de que se dibuja una linea de luz frente a mí, parece una puerta. Eso es, sólo tengo que llegar hasta ella y abrirla y todo habrá terminado. Intento moverme, las piernas me pesan
como si fueran de plomo pero al fin consigo dar un paso. El movimiento ha
desencadenado una oleada de dolor en el cuerpo agarrotado y vuelve a palpitarme el
corazón, pero la línea parece ahora un poco más gruesa y más cercana, doy otro
paso y aunque aún me cuesta respirar siento que el aire es un poco más ligero. Uno más y el llanto es más tenue. Creo que voy a conseguirlo... doy dos, tres pasos más… estoy a punto de
alcanzar la puerta, la luz es brillante y me parece escuchar música…
Las notas que empezaron en un tono bajo, se
repiten insistentemente cada vez más altas, machaconas, estridentes. Marisa alarga la mano torpemente hasta dar con el botón que apaga el despertador. Abre
los ojos… las paredes son negras, el aire está espeso… un sollozo se le escapa
sin darse cuenta y un codo se le clava con fuerza en los riñones. Casi de un
salto se sienta en la cama y pone los pies en el suelo. El dolor, como un calambre, la recorre de arriba a abajo y el miedo le late en las sienes. Con las cabeza hundida entre los hombros reconoce la masa informe de la angustia agarrada a su estómago. Desde
el otro lado de la cama le llega su voz ronca y cargada de desprecio.
-¡Qué coño haces aquí todavía! ¿Es
que crees que el café va a hacerse sólo? ¡muévete de una puta vez!
Con un esfuerzo Marisa contiene el gemido que le sube a la garganta mientras se pone en pie lo más rápido que puede. Con la resignación cargada a la espalda, da un paso y otro más para dirigirse a la puerta de la habitación. Ninguna luz le espera al otro lado. Sólo un día más, como tantos, como todos…
Con un esfuerzo Marisa contiene el gemido que le sube a la garganta mientras se pone en pie lo más rápido que puede. Con la resignación cargada a la espalda, da un paso y otro más para dirigirse a la puerta de la habitación. Ninguna luz le espera al otro lado. Sólo un día más, como tantos, como todos…
Uf, qué fuerte. El corazón en un puño he tenido yo durante toda la lectura. El ritmo de la acción es tan agobiante como la propia historia, Muy, muy bueno. Que todas las mujeres ignoradas y maltratadas puedan ver ese rayo de luz.
ResponderEliminarEsta vez te has superado con este relato..! En la primera parte, he sentido ansiedad, agobio, temor...En la segunda, ira y rabia por ese hombre, y pena por la pobre Marisa....
ResponderEliminarMe has llegado al alma.
Besos !
Entre mi hermano y tú habéis conseguido que la sangre se me vuelva negra de la ira... Tremendo. Intolerable. Perturbador. Una de tantas y tantas vidas de mujeres que, por desgracia, se ven sometidas a la asquerosa y despreciable impunidad en la sombra de los maltratos físicos o sicológicos. Lo has bordado. Un besito.
ResponderEliminarOjalá todas las mujeres que pasen por esto, consigan ver la luz, ver esa puerta, atravesarla, cerrarla y dejarla bien atrás. Un relato buenísimo, con una primera parte que te deja con una angustia tremenda. Y una segunda parte que te deja con rabia, mucha rabia.
ResponderEliminarBesotes!!!
Que angustia !!!
ResponderEliminarHas conseguido que la angustia salga de las letras y se instale en la imaginación del lector, me refiero a la primera parte (en negrita). A eso se le llama maestría literaria.
ResponderEliminarEn la parte segunda, pues has conseguido que me entren unas ganas de pillar al hijodeputa ese y llevarlo a hostias hasta la puerta de esa casa, y de allí, por el hueco del ascensor en caída libre.
Un besazo
Se me ha encogido el corazón, Jara...:(
ResponderEliminarReferido a la calidad de la entrada, te cuento que me ha parecido exquisita...;)))
B7s
Vaya!! el desasosiego y angutia plasmados a la perfección! Un beso!
ResponderEliminarEl verdadero terror está aquí, al otro lado del libro, no en la literatura sino en la realidad que nos rodea...
ResponderEliminarUn abrazo, Jara!
Qué angustia no poder escapar del que te lo produce.
ResponderEliminarBesos Jara
Angustia hasta fuera de la realidad de Marisa, en sueños :(... Esto sí que es de terror, qué tremendo, ojalá que algún día no sea de esos tantos y haya luz para esa Marisa o la que sea.
ResponderEliminarUn beso
Madre mía, cuanta angustia siente la pobre Marisa hasta en sueños.
ResponderEliminarTu relato está muy bien narrado, he sentido el “Miedo” del titulo.
Besos.
Angustiosas que pueden llegar a ser las noches,oscuras y silenciosas
ResponderEliminarBesos
Muy de estos días.
ResponderEliminarAngustia total.
¡Que pena que en pleno S.XXI haya todavía ese miedo de algunas mujeres hacia su marido o pareja ! ojalá que todas las mujeres maltratadas e ignoradas puedan llegar a ver ese rayo de luz .
ResponderEliminarEl Relato sobrecogedor , la pobre Marisa no es feliz ni en sus sueños . Escribes genial, Jara , Un abrazo grande
Siempre es necesario relatar sobre estos temas para que no se nos olvide que existen. Jara, enhorabuena por tus letras. Un café amargo el de hoy.
ResponderEliminar¡Un besazo!
Cuantas mujeres son tratadas a diario como animales...
ResponderEliminarJoder, que mundo.
Besos.
En la primera parte disfruté del miedo que se me antojaba de broma de noche de Difuntos, esperando el clic de la carcajada.
ResponderEliminarPero luego... y pensar que esta pesadilla existe, es real.
Magistral. Y desgraciadamente necesario como dice LuísMi.
Café sin azúcar hoy.
Un beso.
Un Relato que encoje el Corazón y llena de sensaciones al lector.
ResponderEliminarPesadillas en la Noche que se prolongan durante el día para estas mujeres que tienen que convivir con esta absurda desesperación por estar junto a alguien que, en vez de dibujar sonrisas, provoca lágrimas.
Hoy, sin ir más lejos hemos comprado tres pulseras contra el maltrato a las mujeres y los niños...Esperemos que, de una vez por todas, se terminen estas pesadillas para quien las padece y para quienes las repudiamos y denunciamos.
¡¡¡Gracias por Estar y por Ser en mi blog!!!
Abrazos y Besos.
Gracias a todos por pasar a tomar este café de hoy aunque resulte un poco amargo.
ResponderEliminarComo dice Carmen, el verdadero terror está en la realidad del cada día de mucha gente. Una vez cuando era pequeña alguien me dijo que, de quien hay que tener miedo, es de los vivos, no de los muertos. La vida no ha dejado de demostrármelo desde entonces.
Besos y abrazos para todos.
La verdad es que es un buen relato que te va encogiendo un poco al leerlo pero que al mismo tiempo te lleva a la cruda realidad del día a día.
ResponderEliminarAunque tarde, me gustó venir a leerlo.
unos besotes