Os hablé hace unos días brevemente de una
novela leída este verano y comentaba que me
parecía digna de una reseña particular. Se trataba de La buena novela de
Laurence Cossé. Finalmente no voy a hacer una reseña al uso, porque en este
caso más que su historia (entretenida y curiosa) y su desarrollo (correcto pero
sin entusiasmo), lo que me resulta más interesante de ella es que te fuerza a
tomar una posición, a preguntarte qué es para ti una buena novela y si serías partidario de una librería que proclamara que en ella sólo se venden "buenas novelas". Y eso es lo que quiero plantearos.
Os dejo la sinopsis para que sepáis de qué va
la cosa y un par de enlaces a las reseñas de Marilú y albanta, que os pueden ayudar a decidir sobre la novela en cuestión.

La fundación de una librería parisina «única», llamada «La Buena Novela», desata pasiones, celos y hasta intentos de asesinato. Ivan «Van» Georg, antiguo vendedor de cómics, y la estilosa y seductora Francesca Aldo-Valbelli se juntan para llevar a cabo el sueño de sus vidas: montar una librería que solo venda obras maestras, seleccionadas por un comité secreto de ocho respetables escritores que se esconden bajo seudónimo. Cuando la librería abre, inmediatamente empieza a cosechar un éxito arrollador. ¿Quiénes son esos elitistas y cómo osan decirles a los lectores lo que han de leer? La blogosfera hierve, Internet crepita. Decenas de competidores nacen de la noche a la mañana, clamando por los ideales seudoigualitarios. Ivan y Francesca, estoicamente, intentan aguantar el chaparrón hasta que, de repente, tres de los miembros de su comité secreto son víctimas de accidentes que a punto están de costarles la vida.
A bote pronto yo contestaría que sí, que disfrutaría
muchísimo en una librería semejante, ojeando un libro y otro con el único
problema de elegir entre tanto buen libro cuál me llevo a casa, o sentarme sin
más a pasar la tarde con una de esas novelas en la mano en un ambiente
agradable o acercarme al librero a comentar tal o cual novela o a preguntar por
aquella otra. Sí, sin duda sería algo parecido a un paraíso para todos los
amantes de las novelas. Seguro que estaría de acuerdo en buena medida con su selección, lo que no tengo tan claro es que me gustara que alguien se
arrogara la autoridad de decidir qué es una buena novela, qué novela debe estar
o no en esa librería.
Para empezar encuentro francamente difícil,
si no imposible, establecer la definición de una buena novela así, con carácter genérico.
Una novela cobra vida cuando es leída y esa vida es distinta para cada lector
que la interpreta. Cierto es que cuando una misma obra hace coincidir la
crítica favorable de muchos lectores de todo el mundo y a lo largo del tiempo
debe ser algo más que una pura coincidencia y en ese caso se habrá ganado sin
discusión su calificación de buena. Sin embargo no creo que ese criterio, más o menos general, implique que tenga que gustar
a todo el mundo, ni que la persona a la que no le guste sea un “mal” lector o que eso sea un motivo de descrédito para el lector que disiente de esa clasificación. ¿Quién de nosotros no ha tenido alguna vez cierto complejo o reticencia a la hora
de declarar que determinada obra maestra no le ha gustado?
En otro tiempo, hace años, me resultaba
molesto que alguien pudiera valorar si mis lecturas eran “buenas” o no. Me preocupaba
que se juzgara mi capacidad como lectora competente. Por lo mismo, seguro que
todos, en alguna ocasión, hemos sentido cierta “vergüenza" a la hora de confesar que
le gustaba determinado libro o determinado género con la preocupación de que
eso te rebajara como lector de primera.
Ahora, que me trae sin cuidado el juicio ajeno
porque tengo confianza suficiente en el propio, sigo pensando que es
tremendamente arrogante que una librería y quien está detrás de ella pueda
atribuirse la capacidad de juzgar qué novelas son buenas y tienen cabida en sus
estantes y cuales no, con la descalificación que eso conlleva para las
excluidas y menospreciando, de alguna forma, la capacidad de cada lector de
decidir por sí mismo cuales son sus buenas novelas. Aunque para ello tenga que
bregar con la avalancha de novedades, supuestos best-sellers y demás campañas de las editoriales que intentan meterte por los ojos a toda
costa sus productos.
Por otro lado, ¿a quién no le ha pasado que ha tenido que dejar de lado un libro en un momento dado incapaz de seguir adelante y que en otra oportunidad lo haya encontrado fascinante? Si una misma persona puede cambiar
radicalmente de opinión sobre la misma novela dependiendo del momento en qué la
lea, de forma tal que lo que te pareció infumable en un momento dado, te
parezca genial en otro, o al contrario, hasta el punto de mirar con extrañeza
el libro que tienes entre las manos y preguntarte como es posible que se trate
de las mismas palabras, dichas de la misma forma y en el mismo orden, acabas
concluyendo que juzgar una novela como buena o mala por tu experiencia particular, es, cuanto menos, un atrevimiento.
Los juicios cambian según las circunstancias
puramente subjetivas del momento en el que la lectura se produce: edad,
entorno, intereses, estado de ánimo… Son muchísimas las variables. Es difícil que a
los 15 nos guste lo mismo que a los 40, que nos emocionen las mismas historias,
que las comprendamos y valoremos de la misma manera. De igual forma hay lectores
asiduos y lectores ocasionales y esta división también ocasionaría una gran
diferencia de criterio. Pero yo creo que todos los lectores son importantes, tanto
los jóvenes que se están formando como los lectores ocasionales, o los que sólo
leen novela negra o sólo ciencia-ficción. Su capacidad y juicio para decidir
qué lectura les gusta más es tan válida como la de lectores asiduos y muy experimentados,
aunque sus clasificaciones fueran completamente distintas. El lector va formándose con el tiempo y los
años, con la experiencia de su vida y de sus lecturas y lo habitual en un
lector constante es que haya una evolución, que se afiancen gustos, que se
afine el juicio y sea más selectivo con sus lecturas. Para llegar a esa
capacidad de discernimiento es necesario que a lo largo de su experiencia se
tope con más de una novela mediocre, sólo así el lector aprenderá a discriminar
lo bueno de lo menos bueno.
El tiempo me ha enseñado que las novelas que
dejan una huella más profunda en tu memoria no siempre son las que
objetivamente puedes calificar como las mejores, sino aquellas en las que han
confluido una suma de factores de idoneidad y oportunidad puramente subjetivos
que han convertido su lectura en un acontecimiento único e irrepetible. Por eso
mismo intento guiarme por otras razones a la hora de recomendar un libro y
desconfío igualmente de las que me son recomendadas al calor de un entusiasmo
emocional. También es cierto que con el tiempo mis valoraciones se han ido endureciendo. Digamos que cada vez me resulta más difícil otorgar calificaciones altas y una gran cantidad se queda con el aprobado raspado, pero no deja de ser algo personal que intento dejar siempre claro a la hora de hablar de una novela concreta.
Siempre he pensado que el placer de leer es lo
que importa. Se lee para disfrutar haciéndolo, no por obligación, ni porque
debamos leer unas obras o autores determinados, posiblemente todo llegue con el
tiempo y nuestra curiosidad e interés nos lleve a querer ir un poco más allá.
Por eso nunca he estado de acuerdo con las lecturas obligadas en el colegio
porque me parece la mejor forma de que alguien deteste leer. Lo ideal a mi
juicio es que se les deje elegir a los chicos. Adecuado es el libro que nos hace
olvidarnos de nuestro entorno, que nos sumerge en sus páginas hasta hacernos
olvidar el tiempo, que nos invita a soñar, a inventar, a vivir otras vidas, a
sentir a través de unos personajes. Que nos haga removernos en el asiento,
modernos las uñas, reír y sufrir. Tanto da que sea un cómic de Mortadelo y
Filemón, una aventura de Julio Verne o Laura Gallego García, dragones o vampiros, los misterios de
Agatha Christie o los casos de Pepe Carvalho, El Señor de los anillos o Tyrion
Lannister, las desventuras de Oliver Twist o la vida de Fortunata y Jacinta, La
sombra del viento o las sombras de un tal Grey.
La lectura es en primer lugar entretenimiento
y creo que todos los títulos merecen la oportunidad de demostrar si sirven para
ello. Hay muchos que no pasan de ahí y a veces eso basta, pero también hay otros muchos capaces de contentar, de convencer,
de emocionar y de sorprender al lector más exigente y experimentado. Y todas esas
novelas no tienen por qué acomodarse a dos únicas categorías de buenas o malas,
sino que habría tantas listas como lectores, con sus manías y sus
afinidades, sus preferencias y sus limitaciones.
El pasado sábado, cuando ya tenía esta entrada a falta de repasar y pulir, me sorprendió la coincidencia, al menos de fondo, con la que publicaba mientrasleo, El lector,
y además de invitaros a leerla, voy a tomarme la libertad de citar su párrafo final, con la sonrisa de complicidad inevitable entre lectores, digamos, "recalcitrantes".
"Cuando hablamos de gustos literarios no hablamos de libros buenos o malos, el gusto se afina, se desarrolla, dicen que incluso se educa. No sé hasta qué punto es así, lo que tengo muy claro es que es algo personal y, por mucho que a veces nos empeñemos, intransferible. Leemos porque disfrutamos."
Definitivamente creo que el criterio particular de cada uno a la hora de decidir sus propias "buenas" novelas es siempre válido. Cada lector decide qué novelas formarán su propia lista y su clasificación. La mía podría estar compuesta por un podio para las extraordinarias, y a continuación las buenas lecturas, las corrientes, las abandonadas por aburrimiento o total incompatibilidad y las olvidadas inmediatamente después de la palabra fin. Y en cada clasificación seguramente convivirían novelas de diferente valor literario ¿y qué?