Eran las 8:10 de la mañana y el aire estaba
saturado por el sonido de las sirenas.
Los coches de policía pasaban a toda
velocidad, hacia arriba y hacia abajo, a ambos lados de las vías del tren. Recuerdo
que pensé que parecían no saber bien hacia donde tenían que ir.
Al llegar al apeadero alguien me dice que el
tren no funciona: “han puesto una bomba en El Pozo”. Mi estación es la
siguiente a la de El Pozo y la anterior a Atocha.
Aquella mañana no pude coger el tren para ir a trabajar.
Aquella mañana no pude coger el tren para ir a trabajar.
Mi móvil no tiene batería pero parece que
tampoco hay cobertura, no puedo avisar de que voy a llegar tarde al trabajo y
nadie puede preguntarme si he cogido el tren esta mañana.
Cojo el autobús, el metro tampoco funciona. El
tráfico camino de Atocha es un caos. Las sirenas no dejan de oírse en ningún
momento. Los comentarios en el autobús son confusos como las noticias que
alcanzamos a oír en la radio que lleva puesta el conductor.
Llego pasadas las 10 a la oficina, me reciben
caras de preocupación y de alivio. Lo primero que hacen es darme la lista de
aquellos que han llamado allí intentando localizarme. Ya saben que han
estallado varias bombas en distintos trenes y las estaciones afectadas están en
mi línea. Empiezo por mi madre: "estoy bien, mamá, yo voy más tarde".
Sólo cuando pongo un poco de orden en las
noticias aún confusas que oímos en la radio, caigo en la cuenta de que el
extraño ruido que me ha sorprendido al abrir la ventana del dormitorio esa
mañana a las 7:35 eran las bombas que hacían volar un tren de dos pisos en la
estación de El Pozo, apenas a 10 minutos de casa.
Siguen siendo muchas, muchas, las veces que
levanto la cabeza de mi libro y miro a mi alrededor en el tren que sigo
cogiendo cada día, y me detengo por un momento en los rostros de los que me
acompañan en ese recorrido, son rostros anónimos, como el mío y no puedo dejar
de pensar en los que ocupaban aquellos trenes esta mañana de hace 9 años, seres
hasta entonces tan anónimos como yo, que tenían padres, hijos y hermanos y una
vida que les fue arrebata sin que nada, absolutamente nada pueda justificarlo.
Un día inolvidable para todos.
ResponderEliminarAquella fecha quedó grabada para mí. Son de esos dias que por mucho tiempo que pase recuerdas donde estabas, qué hacías y las horas de angustia que siguieron al momento en que te dieron la noticia.
ResponderEliminarCreo que a nadie se nos pueden olvidar esas horas, esos días. La confusión primero, el horror siguiente y la rabia que persiste. Un punto de inflexión.
ResponderEliminarAbrazos
Sin duda un dia triste para todos,y tambien para no olvidar nunca,nunca a los que ya no están.
ResponderEliminarBesos
Nadie olvida, besos.
ResponderEliminarTodos tenemos hoy un nudo en la garganta, Jara. Un beso desde el otro lado de la estación de El Pozo.
ResponderEliminarMomentos de angustia los vividos aquel día. Besos Jara.
ResponderEliminarNo queremos ni podemos olvidar, se me quedó grabado y así se lo pasremos a la generaciones venideras.
ResponderEliminarJara el haberlo vivido tan de cerca y seguir en ese tren que en su día bautizaron como de la muerte, me imagino lo que tienes que sentir y sufrir.
Cariñoso abrazo Jara.
No quiero y no puedo, visto desde la lejanía (en distancia) solo puedo suscribir tus palabras e imagino que a diez minutos la sensación es casi inexplicable.
ResponderEliminarUn abrazo Jara
Son fechas que creo que todos recordamos dónde estábamos, esos momentos han quedado grabados y son inolvidables
ResponderEliminarun beso Jara!
Un día que jamas olvidaremos ni debemos olvidar. Esa masacre indiscriminada, sin sentido como todas y sin ningún tipo de explicación.
ResponderEliminarSiempre estará ahí esa imagen y ese Recuerdo a todas la víctimas.
Abrazos y besos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEsta mañana he vuelto a sentir en el vagón ese silencio de los primeros días que volví a coger el tren en El Pozo y, sobre todos, el primero, nada más volver a abrir la estación. Todos los 11 de marzo lo vuelvo a oír.
ResponderEliminarUn besazo, Jara.
Estremecedor cómo lo narras. Me pregunto cómo son posibles esas cosas entre los humanos, y lo son. Es en esos momentos cuando dudo acerca de mi optimismo natural.
ResponderEliminarUn beso
Un día imposible de olvidar...
ResponderEliminarBesotes!!!
Yo tampoco, en mi casa se vivió también de una forma cercana, desde primeras horas de la mañana. Hay muchas formas de vivir cerca una historia, así que prefiero especificar que no fue por perder a nadie...
ResponderEliminarRecuerdo además los días posteriores, negros y desanimados y a la ciudad entera apagada y casi en silencio
Besos
Que horror...
ResponderEliminarYa han pasado nueve años y tengo la sensación de que fue hace poco.
Besos.
Imposible olvidar, una tragedia así y triste para todos.
ResponderEliminarBesos
Yo tengo, y tenía ya entonces, un hermano en Madrid que cogía un metro todas las mañanas, no ese, pero tampoco puedo olvidar la cantidad de latidos que mi corazón y el de mi familia dieron esa mañana. La gente a la que dejó de latirles merece que nunca les olvidemos. Me ha emocionado tu recuerdo. Un abrazo.
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