Voy a contaros una pequeña historia de un tiempo cada vez más lejano. De un tiempo aún en blanco y negro, casposo y mojigato pero que empezaba tímidamente a soltarse la melena. Un tiempo en el que aún había profesores que pensaban aquello de que “la letra con sangre entra”. Os cuento todo esto para situaros y que entendáis mejor lo difícil que era ser un niño zurdo en ese tiempo.
Ser
zurdo en esa época estaba muy mal visto. Se consideraba cuanto menos una
desviación que había que corregir como fuera y desde luego debía conseguirse en
la gran mayoría de los casos porque durante mi niñez sólo veía otros zurdos en las
películas norteamericanas. Y en mi casa se comentaba con un ligero tono de
satisfacción, como si el hecho de que en Norteamérica fuera algo relativamente
común significara que aquello no podía ser tan malo. Sólo mucho después, ya de
adulta, he comprendido que yo no era tan rara y que había muchos más zurdos
contrariados de lo que yo imaginaba.
El
caso es que conmigo también se intentó. De algunos de esos intentos no guardo
memoria porque se remontan a mi más tierna infancia. Las leyendas familiares
contaban, por ejemplo, que se me ataba la mano izquierda a la silla para que
comiera con la derecha. La verdad, no lo recuerdo, así que tampoco debió ser
muy traumático o sencillamente duró poco.
En este asunto de la comida, recuerdo con especial desagrado que cada vez que iba al pueblo en el verano había un tío mío que nunca, ni un solo año, dejó de afearme el que cogiera la cuchara con la mano izquierda y me molestaba especialmente el tono con el que me decía que comer con "la mano chova" estaba muy feo, un tono despreciativo y una mueca casi de asco. Mi mente infantil encontraba sencillamente incompresible el calificativo de “feo”. ¿FEO? ¿Cómo podía ser más FEO comer con una mano que con otra? Podía ser más difícil o incomodo o molesto para el vecino de mesa, ¿pero FEO? Y el hecho de que yo no pudiera apreciar fealdad alguna en manejar la cuchara con una mano u otra hacía que despreciara inmediatamente el comentario, sin darle ningún valor. Pero me molestaba que tuviera que decirlo cada año, cada vez que compartíamos mesa, como si yo lo hiciera por capricho o por molestarle a él. Afortunadamente no eran más de una o dos veces cada verano.
En este asunto de la comida, recuerdo con especial desagrado que cada vez que iba al pueblo en el verano había un tío mío que nunca, ni un solo año, dejó de afearme el que cogiera la cuchara con la mano izquierda y me molestaba especialmente el tono con el que me decía que comer con "la mano chova" estaba muy feo, un tono despreciativo y una mueca casi de asco. Mi mente infantil encontraba sencillamente incompresible el calificativo de “feo”. ¿FEO? ¿Cómo podía ser más FEO comer con una mano que con otra? Podía ser más difícil o incomodo o molesto para el vecino de mesa, ¿pero FEO? Y el hecho de que yo no pudiera apreciar fealdad alguna en manejar la cuchara con una mano u otra hacía que despreciara inmediatamente el comentario, sin darle ningún valor. Pero me molestaba que tuviera que decirlo cada año, cada vez que compartíamos mesa, como si yo lo hiciera por capricho o por molestarle a él. Afortunadamente no eran más de una o dos veces cada verano.
Otra
cosa que me llamaba la atención y que sólo he comprendido con los años, era que
mi padres parecían excusarse, fuera del ámbito familiar más cercano, por mi
comportamiento, aduciendo que lo habían intentado todo y que no había manera, oye,
que la niña es muy cabezona y no hay forma de corregirla.
La
verdad es que creo que en realidad mis padres tampoco pusieron un gran empeño
en ello. Mi madre estaba sobrepasada de trabajo con tanto niño
pequeño como tenía en casa y había otros problemas más acuciantes y esenciales
que quitarle a la niña esa costumbre de utilizar la mano izquierda.
El
otro campo de batalla para esta guerra fue evidentemente el colegio. Estaba la
EGB recién estrenada. La escolarización era obligatoria a los seis años, pero
en cuanto cumplíamos los cuatro nos llevaban a Parvulitos. Casi puedo ver a mi
madre suspirando de alivio conforme iba mandando a otro niño al cole y podía
quedarse con la casa para ella sola unas horas al día.
Por
aquellos tiempos, era empezar el cole y ya estabas aprendiendo a hacer palotes
y diferenciar las vocales y los números. Nada de colorear, ni de gomet, ni de
plastilina, ni nada de nada. Si me paro a pensar en ello llego a la conclusión
de que tuve mucha suerte con la primera seño que me tocó en suerte.
Doña Concha además de la directora del colegio era la encargada de los pequeños. La recuerdo mayor, incluso teniendo en cuenta que para los niños pequeños todos los adultos son mayores, la señorita Concha por aquel entonces ya debía estar en edad de ser abuela y aunque podía haber sido muy de la vieja escuela, lo cierto es que siempre me pareció una profesora firme pero justa. Creo que también tenía a su favor mucha experiencia y seguramente un espíritu suficientemente abierto como para no convertir en cruzada el cambiar la mano con la que su alumna cogía el lápiz. Era seria y enérgica, se hacía respetar sin necesidad de usar el castigo físico y no recuerdo ninguna presión en ese sentido en aquellos dos primeros años de escuela. Ni siquiera por parte de una profe auxiliar, mucho más rígida y gruñona que Doña Concha. La señorita Nieves, gruesa, con zapatones bajos, su ropa monjil, su moño gris, su cara de malas pulgas siempre puesta y la mano mucho más ligera a la hora de dar capones, tampoco fue más allá de algún comentario que no hacían mucha mella en mí. Si alguna vez cayó algún capón sobre mis coletas fue más por habladora que por zurda.
Doña Concha además de la directora del colegio era la encargada de los pequeños. La recuerdo mayor, incluso teniendo en cuenta que para los niños pequeños todos los adultos son mayores, la señorita Concha por aquel entonces ya debía estar en edad de ser abuela y aunque podía haber sido muy de la vieja escuela, lo cierto es que siempre me pareció una profesora firme pero justa. Creo que también tenía a su favor mucha experiencia y seguramente un espíritu suficientemente abierto como para no convertir en cruzada el cambiar la mano con la que su alumna cogía el lápiz. Era seria y enérgica, se hacía respetar sin necesidad de usar el castigo físico y no recuerdo ninguna presión en ese sentido en aquellos dos primeros años de escuela. Ni siquiera por parte de una profe auxiliar, mucho más rígida y gruñona que Doña Concha. La señorita Nieves, gruesa, con zapatones bajos, su ropa monjil, su moño gris, su cara de malas pulgas siempre puesta y la mano mucho más ligera a la hora de dar capones, tampoco fue más allá de algún comentario que no hacían mucha mella en mí. Si alguna vez cayó algún capón sobre mis coletas fue más por habladora que por zurda.
Fue
más tarde, con mi queridísima Señorita Juanita, con la que pasé los siguientes
dos años, los correspondientes a primero y segundo de EGB, con la que tuve
que lidiar en este asunto de cambiar mi evidente condición zurda. Nos
llevábamos muy bien la señorita Juanita y yo, nos queríamos mucho. Yo era lo
que en ese sentido se entiende como una niña buena. Era trabajadora y aplicada. Me gustaba escuchar, aprender y
trabajar. Si acaso, tenía que contener la lengua porque tendía a
utilizarla para hablar más de la cuenta.
Una
profesora joven, de formas suaves y a la que tampoco recuerdo dando una
bofetada o un tirón de pelos. El caso es que cuando ya estaba en segundo y yo
escribía fluidamente puso en marcha una campaña intensiva con la que
convencerme de que debía intentar escribir y utilizar la mano derecha. Siempre
de buenas maneras, utilizando la persuasión y apelando a mi amor propio, al “tú
puedes”. Y yo, que no quería contrariarla, que quería que se sintiera orgullosa
de mi, decidí intentarlo.
Fue
un fracaso, porque claro que podía escribir con la mano derecha, pero muy mal y
eso mi amor propio si que no podía soportarlo. El día que esperaba en la cola
para que me corrigiera el dictado que acababa de escribir con todo esfuerzo con
mi mano derecha y yo veía aquellas palabras deformes y desiguales sentí
vergüenza y pensé que no merecía la pena pasar ese mal trago. Recuerdo con toda
precisión que en aquel momento tomé la firme resolución de que nunca más. Ni
por darle gusto a la profesora ni por nada iba yo a renunciar a hacer bien las
cosas con mi mano izquierda para hacerlas mal con la derecha. En la mirada que cruzamos la seño y yo cuando
le presenté el resultado del experimento nos dijimos todo esto y ahí quedó el
tema zanjado.
Por
suerte los niños no tenían la misma visión que los adultos en ese tema y a
ellos nunca les pareció feo que escribiera o diera a la comba con la mano
izquierda y yo acabé asumiendo mi condición con una suerte de orgullo. Me
distinguía del resto sin que supusiera ninguna desventaja para mí.
En
realidad las cosas son menos complicadas de lo que parecen. A la hora de
escribir en vez de retorcer la mano giro la hoja casi 45º y escribo
de arriba hacia abajo. Nunca he tenido problemas con las tijeras, de hecho
siempre se me ha dado muy bien recortar. Los abrelatas no
había otro remedio que utilizarlos con la derecha y aunque me costase un poco más
pues con la derecha abría las latas. Como curiosidad os comento que en la mesa utilizo el cuchillo y el tenedor como cualquier diestro y que sólo reparé en ello cuando tuve catorce años y una profesora me lo hizo notar en un viaje de estudios. Eso sí, para pelar patatas o una manzanas, por ejemplo, no hay más mano que la izquierda y requiere cuchillo con filo en ambos lados.
Otra más. Siendo adulta, trabajando, una compañera me
comentó que iban a traernos nuevos ratones para los ordenadores y que me vendrían
muy bien a mí. La miré con extrañeza, ¿por qué me vendrían especialmente bien a
mí? Le pregunté. –Porque su forma se adapta mejor a los zurdos. Sólo entonces
reparé en que los ratones estaban todos dispuestos al lado derecho del
ordenador y que esa era la mano que siempre había utilizado para manejarlos. Y así sigo. Tengo la ventaja de poder tomar notas con la izquierda y manejar el ratón con la derecha. ¿Qué más
quiero?
Soy
absolutamente zurda, pero cuando la necesidad me ha empujado a utilizar la mano
derecha así lo he hecho sin mayores problemas. Afortunadamente las cosas han
cambiado bastante y aunque seamos una minoría y todo siga orientado a la mayoría
diestra, al menos ya no se considera un error o una deformidad que hay que
corregir, con lo que los niños zurdos de ahora pueden seguir encontrando
algunas dificultades pero no la incomprensión o la estupidez de que les digan
que está feo comer o escribir con la mano chova.
P.D. No busqueis la palabra chovo/chova en el diccionario. No la recoge. Extrañada, porque yo la oía constantemente en mi niñez, he buscado por San Google y al parecer es una palabra utilizada en extramadura. Aclarado el misterio. Mi familia, tanto materna como paterna es extremeña.
¡Hola!
ResponderEliminarMe ha encantado éste relato >.<
Un beso y sigue escribiendo!
Los zurdos en el deporte son una bendición : rompen los esquemas de los defensores.
ResponderEliminarPues yo tengo una amiga zurda, maestra de educación especial, que ha defendido siempre lo suyo y cada nuevo dato al respecto lo ha ido pregonando, porque sí, estaba muy mal visto ¿por qué? la verdad es que resulta cuánto menos "curioso" que a este tipo de cuestiones no se les haya dado respuesta hasta hace bien poco (quiero decir, facilitarle la vid a a personas zurdas) y por el contrario, se hay insistido en "corregir" cuando tampoco es algo voluntario. En fin, un relato encantador, dicho sea de paso.
ResponderEliminarBesos, Jara
No había oído nunca la expresión de la mano chova y resulta curioso, y en cierta forma un alivio, ver cómo han cambiado las cosas. Yo tengo algún amigo que es zurdo pero bueno, nunca es algo a lo que le haya dado importancia.
ResponderEliminarBesos
Me ha gustado mucho como has contado tu experiencia de aprendizaje siendo instintivamente zurda.
ResponderEliminarRecuerdo yo también en el colegio todo lo que comentas, de niños y niñas que vivian forzados y lo pasaban muy mal por este tema.
Siempre he opinado que deberiamos haber aprendido a hacer todo con las dos manos, ¡tendriamos más ventajas!. Por ejemplo tu puedes manejar el ratón y tomar notas a la vez., algo que ya me gustaría a mi poder hacer.
Un cariñoso abrazo.
A LAS MUY BUENAS NOCHES CASI PRIMAVERALES, Jara. En primer lugar, te felicito por la prosa que te has currado: se lee de un plumazo y además se lee muy bien. Y en segundo lugar, que menos mal que las cosas han ido cambiando sobre puntos como el que mencionas. Y todavía tuviste la suerte de contar con un entorno que relativizó bastante el asunto de la zurdez, lo digo porque ya en tiempos de nuestros padres la cosa podía tomar tintes dramáticos y acabar traumatizando de veras al infante.
ResponderEliminarUn besazo!!!
Menos mal que las cosas en este aspecto han cambiado. Me alegra ver que tuviste suerte y tu entorno siempre fue comprensivo.
ResponderEliminarBesotes!!!
He ido leyendo tu historia poniéndome el la situación de aquella pequeña. Se pasaba mal cuando los mayores nos afeaban de esa forma nuestra manera de ser.
ResponderEliminarJara, digo lo mismo que tu me encantaban las historias al calor de la lumbre.
Besos.
Vaya historia. Eran otros tiempos y no existía tanta comprensión para lo diferente (por llamarlo de alguna manera) como ahora.
ResponderEliminarme ha encantado! porque soy zurda contrariada. Bueno, no sé ni qué soy. Hago cosas con la derecha y otras con la izquierda, pero pocas hago con ambas. O con una o con otra. Así que al final tengo una mezcla rara, aunque finalmente escribo con la derecha (cuántos dolores de cabeza pasé de tanto que me obligaron).
ResponderEliminarHas abierto la caja de Pandora, no sé si voy a bucear en esos recuerdos ;)
Gracias Jara. Un abrazo
En mi cole los zurdos no sufrieron percance alguno, salvo el de la ignorancia de algún compañera. Yo escribo con la derecha, pero los cubiertos los cojo intercambiados, así como instrumentos como la guitarra ¿¿?? Un besote!
ResponderEliminarCuantas equivocaciones se cometian antes leyendo esta historia que nos has contado me doy cuenta la importancia que le daban a las cosas que no la tenian, ser zurda es algo que para nada tiene que ver en ser mas que perfecta. Mil besicos
ResponderEliminarLo de chova es la primera vez que lo oigo....mi padre, una de mis tres hermanas y uno de mis dos hijos, son zurdos. Me parece increíble las creencias que existían antes sobre este tema pero mi padre también me contaba sus batallitas y bueno, de hecho él escribe con la derecha por la "invitación" que le hicieron de pequeño a ser diestro.
ResponderEliminarPor suerte, hemos evolucionado...
Besos !
De verdad, qué pena que tengamos aún gentes con esas ideas tan poco... racionales. Y luego nos decimos especie evolucionada
ResponderEliminarBesos
Hola Jara, menos mal que los tiempos cambian y ya no ven raro lo de ser zurdo, particularmente a mi nunca me ha resultado raro ver a los amigos o algún familiar escribir o comer con la izquierda, yo lo veo como una cosa normal, si nos paramos a mirar a los llamados "perfectos" que todo lo hacen bien, cuantas voces se tendrían que callar, pero si es verdad y también lo he visto lo de intentar que no utilizasen la izquierda y se acostumbrasen a la derecha, pero para desquicio de quien lo intentaba la persona volvía a la izquierda como nosotros con la derecha:), si me imagino lo mal que lo tenias que pasar de pequeña, pero como te he dicho, menos mal que se ha cambiado y ser zurdo ya no se ve como cosa rara.
ResponderEliminarBesos.
No había escuchado lo de la mano chova, ejjeje.
ResponderEliminarBueno uno de los mejores guitarristas de la historia del rock es Jimi Hendrix, y era Zurdo, jejeej te imaginas si hubiera sido diestro? a lo mejor no había llegado a donde llegó.
Cada uno es como es y punto.
Besotessssssssssssssssssssssssssssss
Buen homenaje a esa "chova" los extremeños tenemos palabras que la rae reconoce.
ResponderEliminarBonito relato nos dejas, de trajíin de tus manos. El empeño en que cambiaras te hizo ambidestra:))
Tengo un sobrino zurdo al que también de pequeño lo obligaban, hasta que se dieron cuenta que no adelantaban nada.
Un beso.
Bunísima entrada que me ha traído tantos recuerdos de infancia Jara con Doña Alejandra, mi profesora de párvulos, era doña por ser maestra y se la trataba de usted. seria y exigente, nada de juegos ni de pintar, directamente nos lanzó a escribir y leer. En esto tenía mucha experiencia porque ya era mayor. Nunca nos sentimos traumatizados por leer de corrido a los 4 años, era lo que había y se aceptaba sin más. Hoy los psicólogos lo consideran contraproducente porque no ha llegado el niño a la madurez necesaria.
ResponderEliminarY lo de los zurdos, qué inteligentes los niños, no lo veían como una rareza porque no estaban contaminados con las ideas de los mayores que en su ignorancia lo consideraban una patología.
Besos Jara
Bunísima entrada que me ha traído tantos recuerdos de infancia Jara con Doña Alejandra, mi profesora de párvulos, era doña por ser maestra y se la trataba de usted. seria y exigente, nada de juegos ni de pintar, directamente nos lanzó a escribir y leer. En esto tenía mucha experiencia porque ya era mayor. Nunca nos sentimos traumatizados por leer de corrido a los 4 años, era lo que había y se aceptaba sin más. Hoy los psicólogos lo consideran contraproducente porque no ha llegado el niño a la madurez necesaria.
ResponderEliminarY lo de los zurdos, qué inteligentes los niños, no lo veían como una rareza porque no estaban contaminados con las ideas de los mayores que en su ignorancia lo consideraban una patología.
Besos Jara
;))) Jara, te cuento que tenemos un hijo 'zurdo' -Y mi marido es ambidextro, aunque suele utilizar la mano 'zurda' para escribir y tocar el violín...;P
ResponderEliminarComo te cuento, me da que...¡¡Ningún problema!! -A Dios gracias que las 'tendencias educativas' han cambiado mucho en aspectos como el que citas...;)))
B7s
Ufffffffff, cuanto loco a cargo de los niños....
ResponderEliminarSuerte que las cosas han cambiado con el tiempo.
Besos.
Era otro tiempo, afortunadamente, pero cuánta crueldad sobre los niños. Mi sobrino es zurdo, hoy cumple 27 años, y también lo miraban raro en la escuela. Sin embargo, yo pienso que en las diferencias está la belleza, la diversidad, la riqueza. Muchos zurdos son casi ambidiestros y eso sí que es una pasada. Tú misma utilizas la mano derecha para muchas cosas, o sea que tienes ventaja sobre los diestros cuya mano izquierda es bastante torpe.
ResponderEliminarMi hija es zurda y como muchos zurdos es una artista. Como tú. :)
ResponderEliminarGracias y un montón de besos, amiga Jara.