Érase
una vez que se era, un precioso pantalón de pana rosa. Era una pana muy fina y
sutil, suave y cálida, de un pálido y discreto color rosa palo. Ya no recuerda
qué manos le dieron forma, quién lo transportó hasta la tienda ni quien lo metió
en una bolsa, pero sí recuerda el armario de clara madera que lo acogió en su
nuevo hogar y las manos que lo acariciaban cada vez que lo escogían entre las
demás prendas que compartían armario con él. También recuerda el día que llegó su
compañero de percha, otro pantalón de pana de un vivo color rojo, porque desde
el primer encuentro se llevaron muy bien. Sentían una afinidad especial, tal
vez por compartir el tejido de pana y aunque rivalizaran a la hora de ser
elegidos por su dueña, se trataba de una rivalidad sana y deportiva porque sabían
que el contraste de sus colores los hacían complementarios y las posibilidades
estadísticas de ser elegidos eran muy similares. Había otros pantalones con
muchos más problemas porque un vaquero oscuro es un rival mas potente de un
vaquero claro y dos pantalones negros, aunque sean de distinto corte se hacen
una competencia mucho más feroz. Así que el pantalón de pana rosa y el pantalón
de pana rojo se hicieron grandes amigos.
El
día que les tocaba salir de casa bien ajustados al cuerpo de su dueña, se sentían
orgullosos de marcar la forma de su cuerpo y prestarle su calor y belleza. Era
estupendo estar en la calle, ya fuera a la luz del día o bajo las luces de la
noche, con tanta gente, tantos colores y tanto ruido, aunque no les gustaba
nada que los sacaran en días de lluvia, la humedad no les sentaba bien a
ninguno de los dos. Cada mañana al salir del armario se preguntaban nerviosos
con quién les tocaría compartir el día, si con la chaqueta negra o con la blusa
blanca, porque no con todas las prendas se llevaban igual de bien, siempre había
más roces con unas que con otras, una tirantez por aquí, un desajuste por allá,
pero todo era preferible a permanecer encerrados en las penumbra del
armario.
Así
trascurría su dichosa vida de pantalones, hasta que, casi al mismo tiempo, los
dos se vieron abocados a la misma desgracia. El mal del pantalón ajustado entre
unos muslos que se rozan al caminar. No hay tela que resista sin inmutarse el
constante rozamiento a la que es sometida en unas circunstancias de uso
habitual. Nuestros protagonistas fueron víctimas de su popularidad. Ellos, que
tan orgullosos estaban de contarse entre las prendas favoritas de su dueña, tuvieron
que enfrentarse al duro trago de ver como se ajaba su pana hasta desaparecer en
aquellos puntos donde el roce era inevitable, y aunque el resto de su
superficie permaneciera impecable y su color apenas hubiera sufrido por los
constantes lavados, sabían que en el momento en que la trama del tejido,
desprotegida y cada vez más liviana, cediera y se rasgara, estaban
sentenciados.
Tan
amigos eran el pantalón de pana rosa y el pantalón de pana rojo que hasta en
eso parecieron ponerse de acuerdo y casi a la par, o con muy pocos días de
diferencia, ambos acabaron viendo su integridad rota, rasgada, deshilachada. Y por aquel desgarro sintieron como se les iba la vida. Y si eso los llenó de
tristeza y desolación porque ya se veían en el contenedor de la basura, aún les
dolía más ver la carita de pena con que les miraba su dueña que tanto cariño
les había cogido y que tan a gusto se había sentido en su compañía.
Pasaron
un tiempo sumidos en la incertidumbre, arrugados y abandonados en un rincón. Conforme
pasaban los días sin que ella se decidiera a meterlos en una bolsa y tirarlos a
la basura crecía en ellos la pequeña esperanza de que, aún en su estado, volvieran planchaditos y bien doblados a la percha en el interior del armario.
Quizá a ella no le importara volver a usarlos así, o quizá les pondría un parche como hacía a veces con los vaqueros.
Y
un día por fin, se vieron alzados, revisados, toqueteados, calibrados, medidos y sobados. Algo se cocía en la cabeza de ella y aún no sabían si sería para su
bien. Pasaron unos días muy malos. Temblaban abrazados en su rincón, intentando
pasar desapercibidos cuando la veían merodear por allí. Una aciaga tarde preparó
la máquina de coser, sacó el costurero, y muertos de miedo vieron como se
acercaba a ellos con unas horribles tijeras en las manos… ¡Dios mío, nos va a despedazar!
Ambos a un tiempo perdieron la consciencia. Así, con un par de tijeretazos, su hechura de pantalones quedó
desmantelada para siempre.
-¿Qué
ha pasado? ¿Dónde estoy? Qué raro me siento y al mismo tiempo no me encuentro
nada mal, me siento blandito y cómodo.
Miró
a su alrededor, no estaba en un oscuro armario, sino en lo que parecía un salón
y a su lado sentía una suavidad y un olor que le resultaba muy familiar.
Pero… no podía ser, parecía su amigo,
el pantalón de pana rojo, pero tenía una forma extraña, nueva, desconocida. Se
fijó un poco mejor, parecía sonreírle.
-¿Qué?
¿Qué te parece en lo que nos han convertido? No está tan mal ¿sabes? Ahora, no
nos sacarán a la calle y a veces nos achuchan demasiado, pero a cambio estamos
siempre a la vista y aquí no tenemos que mojarnos tanto, ni sufrimos tantos
roces. A
ti te ha dejado hecho un pimpollo y yo… no sé si me has mirado bien, pero ahora estamos más
unidos que nunca.
El pantalón de pana rosa, que ya no era un
pantalón de pana rosa, miró a su amigo, el pantalón de pana rojo que ya no era
un pantalón de pana rojo y sintió cómo le embargaba la emoción. Una nueva vida
comenzaba para ellos. Juntos.
Oooh, qué historia más bien contada!!! Y mis pantalones se han sentido identificados, que padecen el mismo mal... Y generalmente termino guardándolos, aprovechando la tela para hacer alguna cosita. Últimamente algunos de mis vaqueros se han convertido en bolsos, así que siguen saliendo a la calle. Pero nunca se me había ocurrido transformarlos en cojines... Buena idea!
ResponderEliminarBesotes!!!
Lo de los bolsos es una idea estupenda, sobre todo creo que para los vaqueros es genial. La tengo apuntada para la siguiente ocasión ¡qué llegará seguro!
EliminarBesos
Después de leer tu entrada con esa maravillosa música de fondo. jamás -y digo jamás- me atreveré a tirar una de mis prendas a la basura. ¡Los pantalones tienen vida! Al menos así lo he sentido yo mientras te leía. La verdad es que a mí me duele tirar, le tomo cariño a todo. Las cosas me traen recuerdos y es difícil deshacerse de los recuerdos. Magnífica entrada.
ResponderEliminarA mí cada vez me cuesta más tirar, siempre pienso que podré sacarle partido de alguna forma, el problema es encontrar espacio para guardar lo viejo y lo nuevo, jajajaja, pero al final pienso que para tirar siempre hay tiempo.
EliminarMe alegra que te haya gustado, la música me pareció todo un hallazgo para el tema. Descubrí a los músicos gracias al blog de Mari y me parecen geniales.
Besos
BUAH!!!!, menuda chulada que te has marcado, Jara (y el vídeo, una gozada, PERO UNA GOZADA). A ver, es que la historia de los dos pantalones está bien contada no, lo siguiente. Diré más, cuando los vaqueros empiezan a dar señales de agotamiento telar galopante...Mari me los corta un poco por encima de las rodillas y ALE, ya tengo pal verano, jajajajajaja...
ResponderEliminarUn besazo!!!
Lo de cortar los vaqueros es un recurso irresistible, aunque cuando padecen el mal del desgaste en la entrepierna hay que hacer algo más que recortarlos, jejeje, pero vaya que no hay vaquero que no tenga varias vidas útiles. Uno se convirtió una vez en funda de un trípode y unos amigos lo apañaron como funda resistente para la sombrilla de la playa. En fin, que hay para un mercadillo completo, jajajaja.
EliminarMe alegra que te haya gustado el relato y aprovecho para que le transmitas mi agradecimiento a Mari, porque el vídeo lo descubrí gracias a su última entrada ¡¡y me ha venido al pelo!!
Besos
Ok, bi,, transmito ahora mismo, bip, cena en curso, bip, bip, jajajajajaja...
Eliminar....a veeeeeer, es que no iba a entrar en detalles, PERO AHÍ ME PONE UNA ESPECIE DE RODILLERAS pero que no son elípticas, Y va de cine, jajajajajaja...
Besazo^2!!!
Si ya lo decía mi pantalón de pana rosa... "que a lo mejor lo apañaba con un parche, como hace a veces con los vaqueros"
Eliminar¡Y mira que tanta tela vaquera junta se cose muy mal! Una santa es tu Mari, te lo digo yo. JAJAJAJA.
Por tu culpa, ahora cuando meta la ropa que ya no utilizo en la bolsa del reciclaje, voy a sentirme más mal aún....Joooo, me ha dado hasta penita casi, jajaja !
ResponderEliminarBesitos !
A mi me da pena muchas veces, por eso acabo guardando y amontonando, porque pienso que seguro que tarde o temprano le encontraré una utilidad. Y la verdad es que son unas cuantas las veces que me he alegrado por no haber tirado muchas cosas a las que al final les he encontrado un buen fin. ¡Un problema de espacio es lo que tengo!
EliminarBesos
¡Que preciosa manera de reciclar. También en el vídeo.!
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado María Jesús. Tú también tienes experiencia en el reciclaje y en aprovechar lo que pueda sernos de utilidad.
EliminarEl vídeo lo descubrí por casualidad cuando ya tenía la entrada escrita y me pareció que no podía tener mejor acompañamiento.
Besos
¡Jajaja! pero qué divertida manera la de contarnos la historia de los pantalones y ese mágico final. Me ha encantado.
ResponderEliminarBesos Jara
Hay historias que te rondan por la cabeza durante un tiempo sin ser capaz de darles forma y la escribe y reescribe y repasas un montón de veces. Y otras que salen solas, con ponerte ante el teclado. Esta es de esas últimas, no tenía ninguna idea previa y creo que fueron los cojines los que me la fueron dictando, jajajaja.
EliminarMe alegro de que te haya gustado, María Pilar, con la imaginación que tú tienes para hilvanar una historia a partir de cualquier punto escogido al azar.
Besos
Muy bueno y original. Me ha encantado.
ResponderEliminarMuchas gracias albanta. Me alegro de que te haya gustado y hayas pasado un rato entretenido.
EliminarBesos
ejjeje bueno al menos seguiran juntos para poder abrazarse en los ratos de soledad y no fueron a parar al cubo de la basura, Todo tiene un fin y muchas cosas pueden seguir siendo de utilidad, como en este caso.
ResponderEliminarunos besotesssssssss
También hay que saber desprenderse de las cosas porque es imposible acumular de forma indefinida, pero la verdad es que hay muchas cosas que me cuesta tirar sin darles una segunda oportunidad. Y en este caso, estoy encantada con mis cojines nuevos, jejejeje.
EliminarBesos
¡Ayyyyy, este blogger me saca de mis casillas! Te acabo de dejar un comentario y veo que no se ha grabado... Bueno, repito: "Decíamos hace un momento (más o menos)... ¡Vaya! Vengo por aquí al cabo de ni se sabe, y me encuentro con una historia bonita, original, tierna y con final feliz. No te imaginas lo que me alegro. Me encantan estas fábulas que retratan momentos cotidianos, con o sin moraleja. Un besazo, Jara.
ResponderEliminarSi a los pantalones usados se les puede dar una nueva vida, los momentos cotidianos también merecen un poco de fabulación para intentar que luzcan mejor. O por lo menos intentarlo.
EliminarMe alegra mucho que hayas disfrutado con la visita Koncha.
Besos
Que imaginación!!!!
ResponderEliminarGenial...
Pero no hagas continuación porque ya sabes donde acabarán de aquí unos años.
Besos.
Pero espero que sean muchos, muchos años y entonces podremos decir ellos y yo que ha sido una vida muy bien aprovechada, jejeje.
EliminarMe alegro mucho de que te haya gustado Toro.
Besos
Magnífico! Has sacado una historia preciosa de... un par de pantalones de pana. Plas, plas, plas. Te aplaudo, Jara. Y para encima el vídeo y la canción que acompañan es preciosa también. Gracias, gracias...
ResponderEliminarUn abrazo
¡Quién les iba a decir a ellos cuando fueron fabricados que iban a dar tanto juego! jajajaja.
EliminarGracias a ti Ana por tomar este café conmigo y darle vida a la historia leyéndola. Me alegra que la hayas disfrutado.
Besos
Muy bueno!!!! Y muy buen final!! Ya podía yo "reciclar" con gracia la ropa que se me estropea. Un beso!
ResponderEliminarIncreible historia de estos dos, que a gusto estan ahora que han salido del oscuro armario dando buen descanso y volviendo a estar juntitos ;))
ResponderEliminarBuena idea nos has dado y un relato fantástico.
Un beso.
Se me olvidada están preciosooosss!!!!
EliminarQue preciosa historia querida amiga, que conforme iba leyendo estaba disfrutando , ese precioso final que le has puesto a esos bonitos pantalones me ha encantado, que gusto poder seguir viviendo aunque sea de otra manera, preciosa historia de verdad te lo digo. Mil besicos cielo, Ademas es cierto que con algunas prendas de las que se tienen, cuando se estropean te cuesta mucho deshacerte de ellas
ResponderEliminar¿En serio? Me dejas alucinada con que hayas hecho eso (no me refiero al relato, que ya me tienes bien acostumbrada a tus pespuntes tan certeros) si no a la costura ¿también? chiquilla, qué polifacética y que apañá!!!!
ResponderEliminarBesos
Hola Jara, eres única:), de un par de pantalones, ojo no cualquier par, has echo esta bonita historia que me ha encantado, muchas veces vamos deprisa y corriendo y no nos paramos en que podemos dar otra oportunidad a la ropa u otras cosas en vez de tirarlo enseguida, aunque soy de guardar pero llega un momento que debemos hacer limpieza que si no nos tiran a nosotros:)
ResponderEliminarQue idea tan buena has tenido, te han quedado de cine los cojines, me gustan muchísimo:)
Besos.
;))) Jara...¡¡Exquisito!! -Me da que tienes madera de narradora...;)))
ResponderEliminarPD.: ¡¡Los parches le quedan muy bien en los tejanos!!...jaja...;P
B7s
ESO ES POR LAS MANITAS QUE LOS PONEN, los parches digo, jajajajajaja...
EliminarHola, Jara. Que historia más bonita has creado con unos simples pantalones. Me voy a repetir, pero, que bien escribes chiquilla, y que final tan bonito.
ResponderEliminarComo siempre, he pasado un rato muy agradable leyéndote.
Besos.
No sé que me impresiona más si la historia o tus manos. De verdad, qué bonito el resultado!
ResponderEliminarBesos