Tarde
de octubre, suave y dulce tarde de otoño. En la playa. Perezosamente dejo que me
acaricien los tibios rayos de un sol que ya ha empezado su descenso pero aún
resulta muy placentero. Tanto que incluso me he permitido el lujo de hacerlo en
bikini. Algún valiente hasta se atreve a darse un baño. Por la orilla pasea la gente, de dos en dos,
en grupitos, con perro o en solitario, unos en bañador y otros con sudaderas,
con el agua hasta las rodillas o sin pasar del límite que marca la marea, todos
con su ropa deportiva o playera.
Desde
mi posición sedente con la mirada perdida en el horizonte y los pensamientos
revoloteando al ritmo que marcan las olas chocando con la arena se introduce en
mi línea visual un anciano, no simplemente un hombre mayor, un jubilado de esos
tan comunes en las playas que se pasean con paso vivo y resuelto, con sus
bermudas y su camiseta. No, un abuelo de los de toda la vida. Con su pantalón
largo de tergal, su jersey de punto, su gorra y su garrota. Camina despacio, apoyándose
en su bastón, un poco encorvado pero sin dificultad, cada pocos pasos se para y
mira al mar, cargando el peso sobre el bastón, se queda así un rato,
ensimismado, mirando las olas, reanuda su paseo, y vuelve a pararse.
La marea está subiendo y en un par de ocasiones parece inevitable que le alcance. Contengo el aliento mientras va dando pasitos hacia atrás intentando escapar de la mojadura. Lo consigue y no puedo evitar la sonrisa, porque ha salido airoso con donosura de la amenaza del mar. Ahí sigue… mirándolo. ¿En qué piensa? ¿Recuerda o sencillamente mantiene un tranquilo diálogo con él?
La marea está subiendo y en un par de ocasiones parece inevitable que le alcance. Contengo el aliento mientras va dando pasitos hacia atrás intentando escapar de la mojadura. Lo consigue y no puedo evitar la sonrisa, porque ha salido airoso con donosura de la amenaza del mar. Ahí sigue… mirándolo. ¿En qué piensa? ¿Recuerda o sencillamente mantiene un tranquilo diálogo con él?
Me
transmite paz, ternura y una extraña alegría verle así, paseando con toda la
calma del mundo, dueño del tiempo que no le apremia, del espacio que pueda
recorrer, de la brisa salada, del sol piadoso. Me pregunto si serán tan distintos mis pensamientos y los suyos, allí, mirando el mar. Si,
más allá del contraste que se produce entre que yo apenas tape mi cuerpo con lo mínimo
exigido por el decoro y el solo ofrezca a la intemperie cara y manos, si esa
distancia marcada por la edad de nuestros huesos, será más grande que la
afinidad indefinible que siento que me une a él en ese mirar al mar. En ese
lento deambular por la orilla, en su forma de pararse frente a él de vez en
cuando y perderse en su vaivén.
No quisiera ser una abuela de sala de espera en un ambulatorio de la seguridad social, ni una abuela de banco de centro comercial en invierno, ni tampoco una abuela de sala de televisión en una residencia. De niña tampoco quise ser princesa, ni esperé jamás que apareciera un príncipe azul en mi vida, pero si llego a anciana, con bastón incluido y tapada hasta las cejas, quisiera ser una abuela que mira al mar.
Que entrada tan bonita y puestos a hacer confesiones, a mí también me encantaría ser un abuela que pasea y disfruta del mar
ResponderEliminarBesos
El mar es el escenario perfecto para pasear y de paso sentir y también recordar. Ese abuelito resulta entrañable y yo también le admiro. Ese hombre ha aprendido a vivir, a disfrutar de la sensación del mar inmenso. Yo también desearía una vejez como aquella pero no tengas prisa, todo a su tiempo. Pasea por esa playa, tú que la tienes cerca y disfruta del presente :)
ResponderEliminarPreciosa reflexión, Jara. La comparto por entero. Un beso
Qué preciosidad de mirada has puesto en este abuelo, con que tacto, mimo y proyección nos has ido envolviendo. Con desenfado te diré que llevarías la anatomía algo expuesta pero desde luego la cámara no la pierdes de vista.
ResponderEliminarSi pudiera cumplir deseos te lo concedería, Jara, me parece una petición hermosa, razonable y llena de paz. Ojalá sigas mirando el mar como miras la vida siendo una joven con muchos años.
Besos
Yo me conformo con ser una abuela ue mira a la montaña. Y la recorre.
ResponderEliminarHola Jara, cuanta ternura has puesto al escribir esta entrada y con cuanto cariño has descrito esos pasos de este abuelito mirando al mar, a mi también me gustaría ser una de esas abuelitas que pasean mirando al mar, sentir la brisa y sentir su libertad, preciosa entrada:)
ResponderEliminarBesos.
Me apunto a ese plan. Yo también quiero ser una abuela que mira al mar :)
ResponderEliminarYo también me apunto. A veces nos convertimos en observadores improvisados de escenas de paz
ResponderEliminarBesos
Me apunto también a ese plan. Qué preciosa entrada has hecho, Jara, llena de tantas emociones y sentimientos...
ResponderEliminarBesotes!!!
Quiza todos tenemos un poco de ese sentimiento que nos gustaria ser de mayor y poder pasear por esa playa fente al mar o bien por alguna pista de montaña, nos conformaremos con eso que no será poco, jejeje
ResponderEliminarMuy bonito lo que escribiste y muy buenos tus sentimientos.
Besotesssssssssssssss
Ese abuelo es un privilegiado.
ResponderEliminarNo necesita ayuda y tiene un hermoso mar para pasear.
Que le dure muchos años.
Besos.
;))) Jara...¡¡Exquisito!!
ResponderEliminarTe cuento que, en los paseos playeros de los meses más fríos es muy frecuente contemplar esa estampa. Me da que, como dice Toro Salvaje, es un privilegio llegar a esa edad y poder pasear orillados en el mar...;)))
B7s...;)))
CHAPEAU, JARA!!!!, y tiene razón Mari: se ve con cierta frecuencia esa escena viva que refleja paz y sosiego. Además, mi madre vive a tiro de piedra del mar (en la casa donde nací) y es una fan de los paseos por la playa.
ResponderEliminarUn post precioso, muy bonito, sí señora.
Y un besazo!!!
Que entrada más bonita!!!!
ResponderEliminarYo quiero ser como él Jara... Una abuela que al llegar a esa edad, poco me queda porque el ecuador de mi vida hace mucho que lo pasé, pueda seguir teniendo esos sentimientos que ahora me embargan cada vez que lo veo.
Buen finde.
Un beso
Y gracias por tus deseos...Si que brindamos con un buen Oporto.Vamos a por los 50;))
EliminarUn beso.
Un texto lleno de sensibilidad, Jara. Y unas fotos muy elocuentes también.
ResponderEliminarPor mucho que me guste el mar, en el fondo, mar o sierra, me da igual.
Lo que sí deseo es llegar a ser una ancianita que sigue mirando a su alrededor y que sigue haciendo preguntas. Aunque sea con bastón y toquilla.
Abrazote y sonrisa :)
Bonitos pensamientos. Ojala se cumplan tus deseos.
ResponderEliminarDigo como tú, que importa mar o montaña, lo importante es llegar con esa paz y serenidad que trasmite el viejito de la foto.
Besos.
Qué emotiva entrada, Jara. A mí no me gusta pensar en la vejez, y la mía no seŕá frente sl mar. Pero la imagen que recreas es preciosa!!
ResponderEliminarBesos,
Que preciosidad de entrada, y que abuela mas maravillosa vas hacer si sigues con esos preciosos pensamientos. Mil besicos cielo
ResponderEliminarQué bonito, yo también querría ser ese tipo de abuela, me pasaría horas mirando al mar y dejándome llevar por mis pensamientos, me suele relajar mucho. Un besote!
ResponderEliminarUna Entrada llena de sensibilidad y emoción.
ResponderEliminarEsas miradas perdidas al horizonte con la brisa del Mar, cogiendo el Timón de los Recuerdos de una Vida con sus tempestades y sus calmas.
A mi también me gustaría ser un Abuelo que conversara con el Mar y en ese diálogo fuera Todo Paz, Armonía y Serenidad, disfrutando de un Tiempo sin caducidad.
¡¡¡Gracias, siempre, por tus Comentarios llenos de cariño y compromiso!!!
Abrazos y Besines.
y yo , yo tambien !!! felicidades guapa ! y ya era hora de tu retorno !! besosss
ResponderEliminarLa curiosidad me trajo, que preciosa la entrada y me quedo para seguirte
ResponderEliminarun abrazo
Pues no estaría mal, un beso para ti
ResponderEliminar( amapola azzul)
Pero no he comentado aquí? :o Si yo leí este instante hermoso que has compartido con nosotros :( Me gusta esa mirada que tienes, y me encanta que quieras ser una abuela que mira al mar. Mar, campo, yo ya voy mirando también ;)
ResponderEliminarGracias y besos!
Preciosa entrada cargada de sentimientos que sabes trasmitirnos y contagiarnos.
ResponderEliminarNoja no deja de ser un pueblo aunque las imágenes de las playas durante el verano vendan una imagen distorsionada, pero pasado el temporal veraniego todo vuelve a la normalidad cotidiana y ojalá dure.
Cariñoso abrazo Jara