¿Quedamos a tomar café?

Yo me dispongo a tomarme algún que otro cafetito mientras tecleo, intentando pensar con cada sorbo y escribir entre uno y otro disfrutando de un momento especial en el que pueda volcar ideas, opiniones, sobre libros, música, imágenes, dar rienda suelta a algún que otro desvarío, desahogar algún grito, espero que también algo de humor, a través de esta gran ventana virtual.

Abierta queda. Si alguien quiere tomarse un café conmigo bienvenido sea.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Viernes de viaje -VII- De espaldas al frío

Venga chicos que nos toca viajar. Nada de excusas, no os hagáis los remolones, que si hace frío que si tengo mucho que hacer... ¡ale! que hoy no va a haceros falta mantita para taparos las rodillas mientras nos tomamos el café porque os voy a llevar a la playa. ¿Cómo que no es tiempo de playa? Es un momento estupendo para una escapada al mar, buscando temperaturas benignas, suaves brisas... Si os hago esta propuesta es porque yo ya lo he probado en diciembre,  y es una maravilla.

Abróchense los cinturones que estamos a punto de despegar y apaguen los móviles por favor, el mundo podrá soportar su desconexión durante diez minutos, aunque si lo consideran absolutamente imprescindible se ruega lo pongan en modo silencio.
¿Café, té, un refresco?


Primera toma de contacto ¿qué os parece? No, la luna no es. Ya, es un paisaje árido, desde luego no vais a perderos en un bosque tenebroso, ya tuvimos bosques en el último viaje. Cuando viajamos debemos hacerlo con espíritu abierto, dispuestos a dejarnos sorprender. Esta foto nos marca el tono del viaje, nos sirve para hacernos una idea del conjunto. Arriba ese ánimo, no os vengáis abajo que esto no ha hecho más que empezar y os aseguro que merece la pena.

Hablando de desiertos... 

¿No es bellísimo? ¿No os dan ganas de tiraros por una duna?
 No os quedéis con las ganas.














Probad a bajar rodando... a tumbaros y a sentir el calor de la arena y del sol. 
¿A qué os sentís insignificantes, casi perdidos?

Aunque para perderse es mejor seguir este camino de tierra

y dejar que sus curvas nos lleven al fin del mundo y más allá. 

Vale, me he pasado, que no llegue el asfalto no lo convierte en el fin del mundo pero  se le acerca un poquitín y desde luego merece la pena descubrirlo, ¿no os parece?


No, no es una isla desierta, de esas ya no quedan, pero ¿os apetece viajar en el tiempo? 
Mirad, es como si siguiéramos en los años 60 o 70 del siglo pasado. 

Pues ahí, en la construcción de la izquierda, tras esas tablas, podemos encontrar algo parecido a un restaurante. No, en realidad parecerse no se parece mucho, pero en su interior sirven comida y luego hay que pagar por ello. A ver... la experiencia mereció la pena, a pesar del tapete de hule, las latas de bebida y los vasos de cartón, digamos que más en la línea de un merendero, pero cubierto y con un aire de otros tiempos. La comida... digamos que cumplió la función de matar el gusanillo. 

Que había prometido playa y aún no la hemos visto, ¡mira que sois impacientes! si hay tiempo para todo y aquí lo difícil es perder el mar de vista. 

Será por playas, las hay para todos los gustos. Inmensas y pequeñitas, urbanizadas y salvajes, blancas y negras. Lo siento, hoy no podremos verlas todas, no tendría gracia el viaje, hay que dejar algo oculto para que podáis descubrirlo por vuestra cuenta.


Los más valientes incluso pueden darse un baño, los menos pueden tomar el sol o dar un paseo por la orilla y olvidarse de en qué estación dice el calendario que estamos.

Veamos, hemos recorrido caminos, viajado en el tiempo, visto el mar y remojado, al menos, los pies, ¿Qué nos falta? 

Efectivamente, una fortaleza, aquí la tenéis,



y una casa solariega, lo siento señores, no admite huéspedes. 



Y una iglesia 



y un pueblo típico...

No es la luna, no es una isla desierta, tampoco es el paraíso aunque en nuestra mano está creer por un momento que en él nos encontramos. Hoy os dejo una visión parcial, solo una parte del cuadro, la más natural, aquella en la que la mano del hombre y su paso se aprecian menos. El resto del cuadro, la parte más  humanizada y modernizada, os la traigo el domingo, que se os ve cara de cansados. 

¿Alguna idea? Vaya cara de despiste que tienen algunos... ¿o no? 

No os olvidéis de coger una flor antes de marcharos, en medio de la aridez, la naturaleza se las apaña para hacernos un regalo.






jueves, 21 de noviembre de 2013

Deja que mis brazos te acunen



Deja que mis brazos te acunen...
                                 reposa tu cabeza en mi hombro, 
                                                 que tu boca se refugie en mi cuello.
            Deja que mis manos descubran tu cuerpo, 
                                            que mi voz te acaricie y mis ojos te adoren. 
                           Que tu cuerpo se abandone en el mío... 
                                                       que tu piel se estremezca a mi roce, 
                                                                    que tu boca se ahogue en mis besos.
                                               Que se enreden tus pies y los míos,  
                                                            que tus ojos no puedan ya abrirse 
                                                                                      y tus labios dibujen suspiros. 
Confundidos y enredados en un mismo movimiento, 
                                    al compás de nuestros cuerpos silva el aire que los viste. 
                                          Que se paren los relojes,  
                                                  que se oscurezca el cielo, 
                                                         que se encrespen las olas 
                                                                       y estalle la tormenta... 
                                                                                              deja que nos arrastre con ella.

 Varados a la orilla del mundo,  duerme… 
                                                                                         mi silencio te arropa.


viernes, 15 de noviembre de 2013

Café con nubes

Me asomo a ver el cielo: azul impecable. Bueno, hacia el este unas guedejas deshilachadas se tiñen de un rosa suave. Así un día y otro. Las hojas de las árboles mudan al amarillo, al marrón y al rojo. Casi sin querer, en silencio, caen planeando despacio hasta el suelo que va cubriéndose de un manto cada vez más espeso. El sol del mediodía me confunde, demasiado brillante y cálido para el calendario, pero luego es muy respetuoso a la hora de irse a dormir dejándonos a oscuras a media tarde. Este otoño no acaba de decidirse a mostrarse con rotundidad, deja que el sol campe a sus anchas y no nos trae las lluvias que nos preparan para el invierno. Lluvia que, monótona o alegre, suave o furiosa, arrastra con ella nuestros pensamientos hacia dentro, hacia atrás, a otros mundos o a otra gente. Su murmullo sobre el asfalto, sobre la tierra, sobre las hojas acuna mi melancolía, pone música a mi paseo interior, desdibujando los contornos del presente, aparcando la necesidad de actuar por el apremio de sentir, ideas por sensaciones.

Pero nada de eso es posible con un cielo azul impoluto, es necesario que las nubes lo pueblen, poniéndole límites, usándolo como lienzo para sus composiciones artísticas, que jueguen y bailen, que se enfaden, choquen y lloren. He pensado echarle una manita al otoño, a la antigua usanza, con un conjuro, con música. Al son de los tambores voy a llamar a las nubes y la lluvia.

Hace mucho que no os traigo un vídeo, dan mucho trabajo y sé que luego da pereza darle al play, pero es que me encanta jugar con las imágenes y las nubes siempre han sido un objetivo fotográfico muy apetecible. He abierto el baúl de los trastos y hurgado en viejos y nuevos archivos rescatando un montón de nubes para jugar con ellas. Algunas las he pintado de colores chillones sólo para ver qué tal les sienta, otras estaban tan hermosas con sus tonos originales que lo mejor era no tocarlas. Hay nubes de verano y de invierno, de otoño y de primavera, de ciudad y de campo, de mar y montaña. Las he hecho bailar, he saltado de una a otra y me he deslizado por ellas y después de tanto trabajo me he tumbado a descansar en las blanquitas y esponjosas. Cielos grises, azules y blancos, amarillos y rosas y malvas, morados y naranjas a ritmo de Song of the Lonely Mountain de Neil Finn, (BSO de El Hobbit: un viaje inesperado)

¿Os apetece un paseo por las nubes?




¡Feliz fin de semana con nubes o sin ellas!

martes, 5 de noviembre de 2013

Color esperanza

Todo el santo día quejándonos de la mañana a la noche: de la lluvia y del calor, de los políticos y de los banqueros, del precio de la carne, de los programas basura de la tele, del ruido que hace el vecino de arriba, de la suciedad de las calles, de esta contractura del cuello que me trae por la calle de la amargura, del  compañero malintencionado, del capullo del jefe, de lo poco detallista que es este hombre, de lo egoísta que es el niño, y además… me ha venido la regla, como siempre en el momento más inoportuno. Si nos lo proponemos no va a costarnos nada encontrar mil y una razones para renegar de la perra vida que llevamos.

Por eso a veces, la vida nos da un pescozón, para que dejemos de lloriquear por cualquier cosa y recordemos que si se lo propone puede darnos verdaderos motivos para llorar. Porque tarde o temprano, acabará haciéndolo. Cuando menos te lo esperas, la muy puñetera, te aguarda a la vuelta de cualquier esquina para ponerte la zancadilla. Con un poco de suerte puede que salvemos la caída después de trastabillar y salgamos sólo con el susto. Pero una vez en el suelo no siempre es fácil levantarse uno solo. No sirve de nada preguntarse por qué a mí, las peores zancadillas suelen ser arbitrarias e imprevisibles. Vale llorar, ahora sí, pero por sí solo no nos servirá para ponernos en pie y sacarle la lengua a la vida, es más práctico buscar una mano o dos o las que hagan falta en las que apoyarse, sacudirse las tonterías que nos sobran y utilizar nuestra fuerza y nuestra energía en recuperarnos de la caída.

Si has tropezado y necesitas compañía y consuelo mientras se curan tus pupas, ven, siéntate un rato y tómate un café o lo que más te apetezca. Yo ya he hablado mucho por hoy y escuchar se me da muy bien. Pero espera, primero voy a poner un poco de música que siempre sienta bien, creo que esta canción te puede ayudar a levantar el ánimo. Y después, si te apetece,  ya me cuentas…


Le dedico esta canción a mi amigo Pedro Luis, al que la vida le acaba de poner una zancadilla, para animarle y recordarle que aquí tiene una mano en la que apoyarse. 


"Saber que se puede
querer que se pueda
quitarse los miedos
echarlos afuera

Pintarse la cara
color esperanza
entrar al futuro
con el corazón..."