Hoy no vamos a jugar a las adivinanzas porque aunque el nombre de la ciudad por la que pasearemos no encabece la entrada, estoy segura de que todos la habréis nombrado cuando lleguemos al final del paseo.
Vieja ciudad llena de historia donde cada piedra nos hablará de su pasado glorioso, os invito a recorrer sus calles estrechas, sus plazas y sus muchos monumentos aunque, como siempre, aquí sólo quepa una pequeña parte, lo justo para que se despierte en vosotros el interés por conocerla o simplemente recordarla.
Pequeña ciudad castellana que podemos abarcar tranquilamente en un día, paseando con calma por sus callejas, sin rumbo determinado, disfrutando de cada rincón y cada detalle.
Sin darnos cuenta habremos desembocado en una plaza tan agradable como esta.
Y seguro que dedicareis un buen rato a fotografiarla desde todos los ángulos, porque la mires desde donde la mires no tiene desperdicio.
Calle a calle y plaza a plaza acabaremos encontrándonos con la plaza Mayor y por supuesto con la catedral, una verdadera joya.
Como no podía ser de otra forma, en una ciudad castellana de rancio abolengo como ésta no puede faltar el alcázar, imponente. ¿Cuántas guerras habrán visto estos muros?
¿Cuántas flechas se habrán disparado desde estas almenas y cuántos desdichados habrán muerto intentando ganarlo?
Durante siglos sus salas acogieron a muchos reyes y en ellas debieron fraguarse grandes batallas, sus paredes habrán sido testigos de intrigas susurradas y cada rincón guardará memoria de esas otras pequeñas historias que sus protagonistas se llevaron a la tumba a espaldas de la Historia.
Mientras jugamos a imaginar la vida de reyes y cortesanos podemos asomarnos desde lo alto de sus muros y mirar por un lado hacia el campo abierto, hacia ese horizonte por el que siglos atrás avanzarían los ejércitos enemigos o volver nuestra mirada hacia la hermosa imagen de la ciudad dibujada sobre el fondo nevado de la Sierra de Guadarrama.
Impregnados de épica e historia seguiremos nuestro recorrido por las murallas de la ciudad, nuevas callejas no llevarán hasta el barrio judío y un poco más allá o más acá, según el sentido incierto de nuestro paseo también acabarán encontrando nuestros pasos un tranquilo espacio ajardinado donde tomarnos un respiro y dejar reposar nuestros pies y nuestra imaginación.
Lo justo para tomar aliento y prepararnos para admirar el monumento con el que todos sin duda identificamos a esta bella ciudad. Mucho antes de que Castilla fuera Castilla, antes de su catedral y su alcázar, de sus reyes y su cochinillo, llegaron los romanos con sus legiones y su latín y además de dejarnos su derecho y su lengua, sus ingenieros nos dejaron esta obra cuyas piedras nos miran pasar desde hace 2000 años.
¡Claro! El acueducto de ...
Segovia